Están las madres y las abuelas. Esas valientes e incansables mujeres que aprendieron a convivir con las marcas más dolorosas del terrorismo de Estado. También hay muchos sesentones y cincuentones, contemporáneos a la dictadura, la mayoría de ellos sobrevivientes, los que puedan dar testimonios de aquellos oscuros años. Pero la Plaza 25 de Mayo desborda de jóvenes, de treintañeros que nacieron en los albores de la democracia; los de veintipico que empezaron a caminar con los indultos pero crecieron con cuadros descolgados y leyes del perdón anuladas; y los adolescentes que estudiaron en la escuela los juicios a los represores y naturalizaron un país con memoria, verdad y justicia.

Las distintas generaciones de la democracia dicen presente en la plaza. Algunos observan en silencio. Otros charlan en rondas de amigos mate de por medio. Muchos caminan encolumnados en alguna agrupación política. Aunque todos están en ese punto geográfico de la ciudad para rechazar cualquier atisbo de impunidad. No quieren un país con represores libres y les preocupa un clima de época que mezcla ajuste, represión y negacionismo en materia de derechos humanos. "Estamos acá porque no queremos realizarnos en una país que le de la espalda al terrorismo de Estado", sintetiza Francisco, un estudiante de Comunicación Social de 19 años.   

"Me sorprende la cantidad de pibes. La verdad que es emocionante", lanza un señor entrado en canas al toparse con una enorme hilera de centros de estudiantes. Hay chicos de la Gurruchaga, Politécnico, Carlos Guido y Spano, y de la escuela provincial de danza Nigelia Soria, entre otros establecimiento educativos.           

Delfina y Nicolás (18 años) le explican a Rosarioplus.com que "hay un presente y un futuro que cuidar", que el terrorismo de Estado no es cosa del pasado cuando la Corte Suprema abre la puerta para que los genocidas recuperen la libertad. Hablan de una "aberración jurídica" con causa: son estudiantes de Derecho y no entienden cómo se otorgan beneficios a condenados por delitos de lesa humanidad.

"Está buenísimo que seamos tantos jóvenes, que las nuevas generaciones se involucren en este tema. Demuestra un aprendizaje como sociedad que cruza a todas las edades", coinciden. Lo mismo opina Fabián, un estudiante de Historia de 25 años, quien se acercó a la plaza junto a sus amigos de la radio. El grupo tiene un programa en una FM en el que se habla de cultura y política. "Somos muchos, pero tenemos que ser muchos más", dice sobre la marea de gente joven. 

Su reflexión (y su preocupación) excede al 2x1. Maldice un "combo" de políticas que van en la misma sintonía: concentración de la riqueza en pocas manos, desprotección de las clases más vulnerables y represión ante cada intento de reacción social. "Miento si digo que también esperaba represores libres. Pensé que esas conquistas no se iban a tocar. Pero acá estamos", agrega entre consternado e indignado.

 Los más grandes, los que superaron la barrera de los treinta, los que nacieron con la felicidad de sus padres por el Juicio a la Junta Militar, también dan vueltas por la plaza. Gonzalo (32) y Jesica (31) no pertenecen a ningún partido político, pero sus vidas están atravesadas por los ecos de la dictadura. "Siempre me movilizó el tema. Por conocidos que lo sufrieron en carne propia y por lo que significó para la historia argentina. El modelo económico que se instaló el 24 de marzo del 76 nos hizo mucho daño", explica ella. 

Las últimas generaciones, los pequeños que van de la mano de sus padres, los hijos de los treintañeros, corretean, saltan y se divierten en medio de la multitud. Ciro (6 años) entiende todo lo que está pasando. Su mamá Jimena se lo explicó varias veces en los últimas días. El chiquilín sostiene un cartel que reza "No al 2x1 para los genocidad". La mujer perdió una hermana durante le represión ilegal. "Sabe lo que pasó en este país desde que está en la panza", señala la madre con orgullo.