Cada 7 de agosto, miles de devotos se agolpan frente a la parroquia de calle Buenos Aires al 2100 para agradecer o pedirle trabajo a San Cayetano. El ritual es habitual y el paisaje siempre el mismo. Los fieles llegan tempranito con sus espigas dispuestos a pasar varias horas, pero este año, en medio de un panorama incierto provocado por las políticas de ajuste, la convocatoria pareció ser record, aunque no se divulgaron cifras oficiales.

Familias completas llegaron hasta el lugar. El lindo día de sol ayudó. Estacionar fue una misión casi imposible y pese al trabajo de la Municipalidad, muchos terminaron por dejar su auto en cualquier lugar. La misión era llegar y conseguir un buen lugar para escuchar una de las tantas misas. Desde las 5 de la mañana se celebró una por hora y monseñor Eduardo Martín tuvo su participación en la procesión de las 15.

Fue una jornada extensa pero tranquila gracias a la buena organización. Cerca de las 20 todavía había cuadras de cola para llegar a la parroquia. La situación actual del país no genera más que incertidumbre y eso se notó. Fue el tema de conversación en la extensa fila. Y para amenizar la espera, varias opciones.

Choripaneros que tentaron a todo el mundo con el característico olorcito, locales gastronómicos de la zona con una gran variedad de oferta y demanda, y los puestitos de suvenir que vendieron de todo. Tres espigas por 10 pesos, la oferta del día.