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El acuerdo alcanzado entre el gobierno nacional y una empresa estadounidense para desarrollar el Arsat 3, el tercer satélite de comunicación estatal del país, abrió un interrogante sobre los planes de la Casa Rosada en este rubro. Para la oposición, se selló de forma ilegal la privatización del servicio. Para el presidente Mauricio Macri, se trata solamente de un convenio para  "potenciar la capacidad tecnológica del país”.

El 29 de junio, el poder Ejecutivo nacional y la firma estadounidense Hughes rubricaron un contrato para trabajar juntos en Arsat 3, un satélite que estaba en vía de construcción pero que el gobierno frenó el año pasado argumentando irregularidades en la financiación.

Según un informe periodístico que tuvo acceso a este documento, se trata del puntapié inicial para privatizar la empresa estatal  que hoy tiene los derechos exclusivos para operar y comercializar los satélites argentinos.

Mientras que para la producción de los anteriores Arsat se usó al menos un 30% de elaboración argentina, para el nuevo satélite se comprará tecnología a Estados Unidos, según denunciaron varios bloques opositores al leer la letra chica del contrato.

El gobierno defendió el  acuerdo argumentando una “alianza estratégica” para potenciar la elaboración de los nuevos satélites. Lo cierto es que por ley no se pueden ceder los derechos de los nuevos satélites y que, de operar modificaciones en el esquema propuesto por el anterior gobierno, deben ser aprobados por el Congreso.

Para tener una mirada más amplia sobre el tema, Rosarioplus.con entrevistó al físico rosarino Jorge Lasave (41 años), que se desempeña como investigador adjunto en el Instituto de Física Rosario (IFIR), unidad que depende de Conicet.

Semanas atrás, Lasave compartió panel junto a Eduardo Dvorkin, una eminencia en el campo de la ingeniería y especialista en mecánica computacional, quien estuvo en la cocina de la fabricación de los satélites de telecomunicaciones Arsat 1 y 2.

Lasave explica que antes de Arsat, Argentina alquilaba los satélites a empresas privadas. “Fue una apuesta muy arriesgada. Nadie creía que se podía alcanzar un proyecto de tal envergadura. Pero se logró. El país pasó a integrar al selecto grupo de países en el mundo con esta tecnología”, detalla el investigador.

Son ocho países en total los que tienen satélites propios, dos en el continente americano: Estados Unidos y Argentina. A partir de 2010 se comenzó a trabajar en el Arsat 1, cuyo desarrollo y ensamblado fue realizado en Bariloche. Su lanzamiento se concretó el 16 de octubre de 2014.

Un año más tarde,  el 30 de septiembre de 2015, se lanzó el Arsat 2, con el objetivo de cubrir todo el espectro de Sudamérica. En los planes estaba el Arsat 3, con el ambicioso desafío de abarcar todo el continente americano. 

“Con la excusa de que el Arsat 2 no estaba vendido ni licitado en toda su capacidad, el nuevo gobierno frenó el Arsat 3. Se argumentó que no había un plan estratégico para alcanzar financiación, lo que es falso.  El Arsat 2 ya estaba vendido en un 30%, con ese porcentaje se pagaba el financiamiento, por lo que al Estado no le salía un peso”, afirma Lasave.

Según entiende, Arsat no se privatizó con este acuerdo, pero sí los servicios que ofrece. “A esa empresa se le da el manejo de la órbita y de la frecuencia. La firma pasa a tener el servicio y a desarrollar tecnología en tres de las frecuencias que iba a trabajar el Arsat 3”, agrega.

Lo más grave, a su juicio, es que Argentina hizo la inversión y ahora las ganancias van a quedar en manos de una empresa extranjera.  “Nadie te va a comprar un servicio satelital si como país no podés demostrar que lo podés brindar con eficiencia. Argentina lo hizo. Ahora vamos por el camino opuesto. Estamos entregando soberanía científica y tecnológica”, se lamenta.

Explica que hay varios ejemplos que dan cuenta de esta pérdida de soberanía. El año pasado, el ministerio de Seguridad compró drones a Israel cuando había un proyecto local para fabricar estos dispositivos.   

Lasave forma parte del colectivo “Científicos y Universitarios Autoconvocados Rosario”, grupo que busca visibilizar el desfinanciamiento que está sufriendo la ciencia y la tecnología en este último año y medio.

Dice que vivió en carne propia el proceso de “destrucción” de la ciencia y el de su “reconstrucción”. Estudió en el prestigioso Instituto Balseiro (Centro Atómico Bariloche) entre 1997 y 2011, en una época en la que los científicos más capacitados se iban al exterior para “poder mantener a sus familias”.

El panorama cambió a partir de 2003, “con más becas, más recursos y más inversión en ciencia”. Ahora, cuenta, “todo se volvió a paralizar”. “Al ver que se amenaza la soberanía alcanzada, uno se pone en alerta y en lucha", concluye.