En las ferias se pueden ver una variada gama de artículos: desde remeras y marroquinerías hasta productos alimenticios. Todos obtenidos del trabajo de numerosos emprendimientos, que conjugan los saberes populares con la debida asistencia técnica y capacitación de profesionales del Municipio.

De tejidos y verduras tratan las historias de Julia y Liliana, aunque ninguna de ellas tenía relación con estos productos antes de incursionar en las ferias. Hoy encuentran allí un sustento para llevar adelante la vida de ellas y su familia, pero sus días eran bien diferentes unos años atrás.

Del trueque a la feria. Julia (72) era peluquera en un local céntrico, hasta que la crisis de 2001 la dejó en la calle. Su esposo e hijos corrieron la misma suerte, por lo que la familia tuvo que pensar nuevas estrategias para llegar a fin de mes. Ella tenía algunos conocimientos en tejido, así que tomó sus productos y visitaba el club del trueque para subsistir ("comía, me vestía y calzaba ahí", recuerda).

"En ese tiempo yo pasaba por las 4 plazas de Mendoza y Provincias Unidas, y veía que algo se armaba. Entonces un día llevé mis tejidos y me puse en contacto con gente de la Municipalidad, que me ayudaron y me comentaron de unos talleres", rememora Julia sobre sus comienzos.

Por unos cuantos años los tejidos (en lana para el invierno e hilo para el verano) fueron el único sustento. Hoy ya tiene una jubilación, y entre ambos ingresos lleva adelante su casa de Centeno al 1.300, en la zona sur.

"Yo estoy muy agradecida con la vida. Como decía Mercedes Sosa, gracias a la vida que me ha dado tanto. Una vez me hicieron una nota que salió en una revista y gracias a eso mis productos recorrieron el mundo", afirma orgullosa.

Sus escarpines y capelinas pueden encontrarse en la plaza López todos los viernes de 9 a 13 horas. "Acá tenemos toda la clientela. De acá me sacan con los pies para adelante", bromea Julia, mientras sonríe para la foto.

Cosechando lo mejor. Liliana (38) vende en las ferias los productos que su marido cosecha en la huerta que ambos tienen en la zona sudoeste. Aunque la lluvia se las hace difícil, se las rebuscan para llevar a las plazas las mejores verduras de estación: hoy tienen calabaza, rabanito y rúcula.

"Somos más de 100 familias que tenemos una asociación civil, donde nos ayudamos cuando necesitamos una mano del otro para cualquier cosa", explica Liliana sobre los lazos que lograron conseguir en estos años.

Ella comenzó a participar de las ferias hace una década, a partir del consejo de su padre -con tradición huertera-. Además de vender en la plaza López, lo hace en la San Martín los lunes y miércoles por la mañana.

"Hace mucho que nos conocemos con los clientes. Incluso algunos desde bebes, y hoy vienen solos a comprar. Es como una familia", comenta.

No es ninguna casualidad que los que participen en las ferias se sientan tan cercanos: el programa apunta fundamentalmente a la construcción de redes solidarias de producción, circulación y consumo de productos saludables y de calidad.

Según explican desde el Ejecutivo, son 3.500 las familias rosarinas que viven de la venta de sus productos en parques y plazas de la ciudad, un número nada desdeñable para estos espacios que, nacidos tras la crisis de 2001, hoy constituyen un sello distintivo de la ciudad.

Fein: "Una política que genera oportunidades"

La intendenta Mónica Fein destacó el trabajo de emprendedores en las ferias de la ciudad: "Llevamos adelante políticas que generan oportunidades, incentivando proyectos creativos que motiven esperanzas en las familias. El emprendedorismo y la economía social son fortalezas de nuestra ciudad, que defendemos y revalorizamos como Estado", afirmó.