La decisión de Donald Trump de abandonar el Acuerdo de Paris, un pacto que en diciembre de 2015 firmaron casi todos los países del planeta para reducir la emisión de gases invernaderos, puso en jaque la lucha contra el cambio climático, un fenómeno que, a juicio de los expertos, acabará en el futuro con la sustentabilidad de la tierra.

En diálogo con Rosarioplus.com, la académica y especialista en Relaciones Internacionales de la UNR Pilar Bueno explicó que el portazo de Estados Unidos va a afectar a los países en desarrollo en todos los niveles administrativos. La falta de financiamiento -el gigante norteamericano se había comprometido a poner 2 billones de dólares en esta cruzada- repercutirá a pequeña escala, por lo que un municipio como Rosario también sentirá este inesperado recorte económico.

Al desfinanciarse el Fondo Verde (contribuciones multilaterales para solventar proyectos), Argentina corre el riesgo de no alcanzar el compromiso que firmó en París para reducir su emisión de gases invernaderos. La meta es de mínima bajar un 15% para el 2030 y de máxima (con apoyo internacional) un 30%.

Del documento de contribución presentado en París se desprende un dato revelador respecto a los sectores de la economía que más gases emiten: en Argentina, las actividades de la tierra son más perjudiciales que la energía y la industria, dos rubros muy identificados con la producción de CO2.

La agricultura y la ganadería condensan el 28% de los gases invernaderos, mientras que el uso de los suelos y la silvicultura (cultivos en montes nativos) representan el 21%. La energía y los procesos industriales generan un 48% del total. El 5% restante corresponde a las emisiones de los residuos.

Las emisiones más importantes de la agricultura son las de óxido nitroso (N2O) producido en los suelos a partir de los fertilizantes. En la ganadería aparece el metano, generado en el proceso digestivo de los animales.

Sin embargo, el fenómeno más preocupante se relaciona con los efectos negativos para el cambio climático del mal uso de los suelos. La conversión constante de pastizales y bosques nativos en tierras de cultivo y de pastoreo provocan una irreversible pérdida de carbono.

Los suelos sanos son el mayor almacén de carbono terrestre. Cuando se gestionan de manera sostenible, los suelos pueden jugar un papel importante en la mitigación a través del almacenamiento de carbono y la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero en la atmósfera.

Por el contrario, si los suelos se manejan mal o se cultivan mediante prácticas agrícolas no sostenibles, el carbono del suelo puede liberarse a la atmósfera en forma de dióxido de carbono (CO2), lo que puede contribuir al cambio climático.

Para alcanzar su meta, Argentina se comprometió a promover el manejo sostenible de sus bosques. El documento presentado en el Acuerdo de Paris destaca la sanción en 2009 de la Ley 26.331 de Protección Ambiental de los Bosques Nativos, que establece presupuestos mínimos para “el enriquecimiento, la restauración, conservación, aprovechamiento y manejo sustentable de los bosques nativos, y de los servicios ambientales que estos brindan a la sociedad”.

Lo cierto es que 2017 será el peor año de asignación nacional presupuestaria para preservar los bosques nativos, que en Santa Fe representan el 14% de su superficie total. Por ley, el fondo creado para este fin debería tener a su disposición más de 7 mil millones de pesos. Sin embargo, solo recibirá 270 millones, lo que equivale al 3,8% de los recursos necesarios para cumplir con la ordenanza.

Santa Fe pierde casi 20 mil hectáreas de bosque cada año

Greenpeace alertó el año pasado que en Argentina “se arrasa una hectárea de bosques cada dos minutos” y reportó que desde 1998 hasta ahora se deforestaron más de 5 millones de hectáreas, por lo que sólo queda el 30% de los bosques nativos. 

Según la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación), Argentina está entre los países que más deforestan en todo el mundo. Figura novena entre los diez países que menos cuidan sus árboles nativos. Brasil, Indonesia y Nigeria encabezan el ranking.

A nivel local, la Universidad Nacional de Rosario (UNR) logró cuantificar la superficie de bosque que se destruyó en Santa Fe en un período 32 años. La cifra estremece: se perdieron 385.857 hectáreas.

La investigación fue realizada por docentes e investigadores de la Facultad de Ciencias Agrarias. Es el único estudio riguroso que existe en materia de deforestación en la provincia de Santa Fe. Del relevamiento se desprende que la superficie de bosque de Cuña Boscosa santafesina se redujo de 790.529 a 404.672 hectáreas entre 1976 y 2008, alcanzando entre 2005 y 2008 una tasa de deforestación anual de 19.574 hectáreas; es decir, una superficie mayor a la ciudad de Rosario, de 17.800 hectáreas.