Soledad y Marisa son docentes de la Escuela 117 "Islas Malvinas", la institución de zona sur que esta semana fue noticia nacional, por haber recibido una nota intimidante y 43 casquillos de bala esparcidos en el portón de acceso. Son delegadas y además hermanas, así que seguro tienen -ahora que enfrentan las cámaras de los medios para hablar sobre la situación traumática de estos días- muchas anécdotas para contar: porque además son del barrio y ex alumnas de este mismo establecimiento.

La primera que habla es Marisa: "Los papás tienen mucho miedo. Ellos también piden seguridad. Nos preguntan cómo hacen para explicarles a sus hijos lo que pasó. Hablar con los niños no es lo mismo que hablar de esto con un adulto, el temor que tienen ellos se vive de manera distinta",

La nota intimidatoria, que apareció junto a las vainas servidas en la mañana del miércoles 20, decía: "Seños eran las de antes...". La encontró la portera cuando llegó a abrir y un rato después, cuando el personal docente empezó a encontrarse con la novedad, fue comunicándola a las familias que traían a sus chicos, que ese día se volvieron a sus casas. Al día siguiente tampoco hubo clases: se decidió la realización de una jornada institucional de trabajo plenario, con autoridades ministeriales, en busca de prevención. Mientras tanto, se espera también el peritaje del domo de video que está justo en la esquina de Uriburu y España, acá en este rincón de la zona sur rosarina.

Ahora es Soledad la que toma la palabra, para contar que hay problemas en el barrio que vienen desde antes de la amenaza, que también exigen soluciones: "El tema de la inseguridad está complicado. Y se agravó desde que nos sacaron dos líneas de colectivo que pasaban por acá y tenían una parada en esta esquina: eran la 134 y la 135. Cuando se hizo la unificación de varias líneas por el nuevo sistema de transporte de la Municipalidad, se decidió eso. Y hay que caminar hasta calle Corrientes por una parada. Las propias seños somos las que acompañamos a los chicos a veces a tomar el colectivo. Acá enfrente hay otra escuela, que tiene turno noche y nos cuentan las porteras que se quedan con ellos hasta que el último se pueda subir a uno. Porque también falta iluminación". 

El escenario de fondo es inhabitual para una mañana escolar. En lugar de niños corriendo y jugando hay silencio. Y en una de las aulas, policías y funcionarios con el personal docente. Es Marisa la que da más detalles: "Hoy vino gente del Ministerio de Educación, vino la policía. Estamos pasando un momento lamentable. Hoy nos tocó a nosotras, pero ya les han pasado cosas tristes a otras escuelas. Y no estamos preparadas para vivir situaciones así. Vernos en las pantallas de televisión de todo el país fue un dolor impresionante. Yo no sólo trabajo acá, fui ex alumna de esta institución. Anoche nos íbamos mandando mensajes entre las compañeras haciéndonos como quien dice 'el aguante' para salir adelante". 

Ahora finalmente, su hermana Soledad reflexiona: "Yo además de enseñar en este lugar, me crié acá. Aprendí, fui alumna de esta escuela. La quiero mucho. Cuando llegó la nota y las balas, me dio miedo. Porque sentí que el único lugar que debería ser seguro, fue violentado. Sentí tristeza también, por tener la sensación de que ya no puedo darle protección a mis alumnos, ni siquiera acá adentro. Es difícil trabajar con un contexto así".