El periodista y escritor Rogelio Carlos García Lupo murió este viernes por la noche, a los 84 años, en la Clínica de la Trinidad porteña, donde se hallaba internado.

“Pajarito”, como lo llamaban sus colegas, participó durante más de seis décadas en decenas de publicaciones de actualidad locales y extranjeras, incluyendo la fundación de la agencia cubana de noticias Prensa Latina (Prela) y en numerosos proyectos editoriales, entre ellos Eudeba.

En el 2007, su antiguo compañero de trabajo en Prela, Gabriel García Márquez, le entregó el premio homenaje de la Fundación Nuevo Periodismo como reconocimiento a su obra, estructurada en base a artículos temáticos a los que luego daba forma de libros.

Al “partido militar”, tan decisivo en la historia nacional, le dedicó “La rebelión de los generales (1962), “Contra la ocupación extranjera” (1968) y “Mercenarios y Monopolios en la Argentina -de Onganía a Lanusse-” (1971). Parte de esas notas ya habían visto la luz en el prestigioso semanario “Marcha” de Montevideo, donde escribió libre de las ataduras de la prensa nacional durante casi una década, hasta su clausura en 1973.

Luego amplió esa obra periodística a otros tópicos internacionales, como en “Diplomacia secreta y rendición incondicional” (1983) y sobretodo en “El Paraguay de Stroessner” (1989), libro que puso bajo la lupa al banquero saudita Gaith Pharaon, lavador de dinero de la política, el narcotráfico y el comercio de armas.

Se retiró como colaborador del diario Clarín pero siguió editando libros para la española Ediciones B, y además de publicar sus dos últimas obras, “Últimas Noticias de Perón y su tiempo” (2006) y “Últimas noticias de Fidel y el Che” (2007), trabajaba en sus memorias, que quedaron inconclusas por su enfermedad.

Nacido Buenos Aires en noviembre de 1931, García Lupo aterrizó en el periodismo como la mayoría de sus colegas de esa generación, a través de la militancia política y no de las academias, en su caso el paso juvenil por el nacionalismo, del que nunca renegó.

En un documental filmado por uno de sus cuatro hijos, Santiago García Isler (“A vuelo de Pajarito”), García Lupo evocó el ambiente familiar durante los años de la Segunda Guerra Mundial, con simpatías por el Eje, y también su paso por la Alianza Libertadora Nacionalista cuando cursaba el secundario en el colegio Roca de Belgrano.

En ese ámbito político conoció a sus grandes amigos Rodolfo Walsh, tres años mayor que él, y Jorge Ricardo Masetti, dos años más grande, con quienes marchó año más tarde a Cuba para fundar en los primeros meses de la revolución de Fidel Castro la agencia noticiosa Prensa Latina (PreLa), la primera en transmitir su servicio internacional en español.

Sus primeras colaboraciones periodísticas fueron publicadas en 1953 en “Opinión Económica”, editada por la Confederación General Económica , y luego con “Continente”, una lujosa publicación de tono cultural dirigida por Oscar Lomuto que reflejaba los puntos de vista de la cancillería.

Tras la caída del peronismo pasó por “Noticias Gráficas” y, en 1957, por la revista de actualidad “Qué”, cuyos principales columnistas fueron Arturo Jauretche, Raúl Scalabrini Ortiz y el desarrollista Marcos Merchensky. 

Un año después siguió con expectativa el ascenso de Arturo Frondizi y trabajó junto a Rodolfo Walsh en la comisión de la Cámara de Diputados que investigó el asesinato del abogado Marcos Satanowsky para robarle el paquete accionario del diario La Razón, pero el giro del gobierno lo alejó.

Así lo encontró la convocatoria de Masetti para viajar a La Habana con un grupo de periodistas antiguos compañeros de militancia (Walsh, Carlos Aguirre, Alfredo “Chango” Muñoz Unsain y Ernesto Ghiachetti), con quienes integró el mítico primer staff de PreLa, junto a cubanos y corresponsales de la talla de Juan Carlos Onetti, García Márquez y Jean Paul Sartre.

De aquel período evocaba la cobertura de la frustrada invasión a Playa Girón, la efervescencia revolucionaria y sus conversaciones con el Che, quien lo visitada cuando era jefe de turno de la madrugada para tener las ultimas noticias y tomar unos mates.

El idilio concluyó en 1961 cuando, tras el acercamiento de Castro a la URSS, Masetti dejó la conducción de la agencia para convertirse en el primer guerrillero guevarista del continente; Walsh volvió a Buenos Aires y García Lupo marchó de corresponsal a Guayaquil y a Santiago de Chile.

De regreso al país, comenzó a escribir sus columnas semanales para el montevideano “Marcha”, que inició una presencia que se prolongó en la primera de las grandes revistas políticas de los ‘60, el semanario “Usted”, dirigido por Luis González O’Donnell, previo a la aparición de “Primera Plana”, en la que también colaboró. 

Con Walsh volvió a colaborar en 1968 en el periódico de la CGT de los Argentinos y tras un paso por la agencia Intepres, en 1973 se desempeño como gerente de la editorial universitaria EUDEBA durante la gestión de Arturo Jauretche.

Amenazado por la Triple A en 1974, viajo a España y a su regreso volvió a ganarse la vida en una empresa de construcción, retornando plenamente al periodismo político e histórico recién en 1982, para la revista “El Periodista”, desde donde siguió la transición democrática.

En 1991 comenzó a colaborar con "Clarín", la última publicación en la que escribió de manera regular hasta que su salud le impidió seguir haciéndolo.