No existe objeto de uso cotidiano ni bebidas tan emblemáticas de la idiosincrasia argentina como un buen mate caliente de yerba con palo, que es costumbre desde la época del Martín Fierro. Es por eso que este viernes se celebra el día nacional del mate, establecido por ley desde el año 2015.

Este año, a pesar de la gran caída de la economía en todos sus sectores, el de la yerba mate vive otro cuento, ya que el consumo interno es el mejor en 10 años, y cuenta además con un récord de exportaciones. Será que no hay mejor “buena cara al mal tiempo” que un buen amargo compartido.

Las exportaciones de yerba mate aumentaron 41% entre enero y octubre de este año, respecto de igual período del 2017, alcanzando un récord histórico, mientras que el consumo interno representó el mejor volumen en diez años, según datos que dio a conocer la Secretaría de Agroindustria.

A partir de la información registrada en el Instituto Nacional de la Yerba Mate (INYM), se consignó que los embarques totalizaron 37,8 millones de kilogramos en el este año, "y se ubicaron por encima de las exportaciones anuales desde que el Instituto comenzó a registrarlas".

En el periodo interanual se evidenció un incremento de 11,4 millones de kilos, traccionado por la recuperación de los embarques a Siria, principal destino de la yerba mate argentina, como también por la consolidación de Chile como segundo destino de la producción nacional. En tanto, el consumo interno mantiene solidez con 223,6 millones de kilogramos, "constituyéndose en el mejor volumen para el mismo periodo de los últimos diez años", destacó la Secretaría de Agroindustria en un comunicado, ya que "a salida de molino" totalizaron 223,6 millones de kilos.

La historia del mate en Argentina y en Sudamérica

El consumo de mate se remonta al pueblo guaraní (indígenas nativos que estaban en algunos países de Sudamérica), según confirmaron las investigaciones del ensayista y periodista Amaro Villanueva. Ellos masticaban directamente las hojas o las colocaban en una calabaza con agua y sorbían. De hecho, la palabra “mate” viene del guaraní “Caa­mate” (“Caa” sería planta o hierba, y “mate” se refiere a la calabaza donde la bebían). Otros pueblos como los los incas, los charrúas y aún los araucanos adoptaron el mate gracias a trueques con los guaraníes. Para los indígenas, el árbol de mate era un regalo sagrado de los dioses, y de hecho el mate tenía para ellos un significado especial y espiritual, además de su valor nutritivo.

Gracias a sus virtudes y beneficios, el mate pronto se volvió popular entre los españoles que llegaron a colonizar América del Sur. La yerba comenzó a llevarse desde su lugar de origen a todo el territorio que estaba bajo el dominio español, y sobretodo los jesuitas fueron los responsables de extender ampliamente su uso al incluir el mate en sus reducciones, aunque la tomaban en forma de mate en saquitos y no con bombilla. Ellos también habían descubierto que la planta germinaba sólo en esta región del mundo, un secreto confirmado medio siglo después por el naturalista francés Aimé Bonpland.

Durante el largo proceso de la independencia de Argentina en el siglo XIX, la costumbre de tomar mate se fortaleció dentro del folclore nacional. Los “gauchos” (una especie de vaquero argentino) adoptaron el mate como parte de su cultura, así como montar a caballo y usar ropa de cuero. Tomaban mate en grupo, para el desayuno, para el almuerzo, la cena y antes de dormir.

La yerba mate se cultiva en Argentina, Paraguay y el sur de Brasil, donde las condiciones de terreno, temperatura y humedad son las ideales. Al igual que aquellos gauchos de antaño, el mate forma parte del día a día de un argentino promedio. Se consume por igual en casas, oficinas, parques, universidades y plazas, no sólo por sus propiedades como infusión, sino por su papel como lazo social.