Las bajas temperaturas de este invierno en Turquía y Siria agravaban la situación de los sobrevivientes y dificultaba el desesperado trabajo de los socorristas en ambos países, donde el potente terremoto del lunes dejó más de 17.100 muertos y más de 60.000 heridos.

Pasadas ya las primeras 72 horas tras el sismo, el periodo con más posibilidad de salvar vidas, se teme que el balance de muertos pueda subir dramáticamente debido al elevado número de personas que se calcula que todavía están atrapadas entre los escombros.

El presidente turco Recep Tayyip Erdogan dijo desde una de las ciudades más afectadas, Gaziantep, que el balance en su país era de 14.014 muertos y más de 60.000 heridos. En Siria el saldo provisional alcanza los 3.162 fallecidos, según consignó la agencia de noticias AFP.

Tras la conmoción inicial, el descontento se hace cada vez más palpable entre la población por la respuesta de las autoridades al fatal terremoto que, según admitió el mismo presidente turco, tuvo "deficiencias".

Numerosos sobrevivientes tuvieron que buscar por sí mismos comida y refugio. Sin equipos de rescate en varias zonas, algunos contemplaron impotentes cómo sus familiares atrapados pedían ayuda hasta que sus voces se apagaban.

"Mi sobrino, mi cuñada y la hermana de mi cuñada están bajo los escombros. Están atrapadas en las ruinas y no hay señales de vida", dijo Semire Coban, profesora de guardería en la ciudad turca de Hatay. "No podemos llegar a ellos. Intentamos hablarles, pero no responden", agregó.