Signado hasta el 20 de noviembre por el Jubileo que enmarcó sus acciones y decisiones, el año pastoral del papa Francisco estuvo fuertemente guiado por la "misericordia", como con la decisión de hacer permanente la potestad sacerdotal para perdonar el delito de aborto y por el "discernimiento", palabra con la que debe leerse la exhortación apostólica que publicó en abril, Amoris Laetitia, que plantea una hoja de ruta para que la Iglesia vuelva a acoger a los divorciados vueltos a casar.

El exitoso Jubileo Extraordinario de la Misericordia, que movilizó a casi mil millones de personas en todo el mundo, enmarcó una serie de iniciativas papales que, con las visitas sorpresivas un viernes al mes, llevó al Pontífice a la isla griega de Lesbos a ver en primera persona el sufrimiento de los migrantes o lo hizo compartir una tarde entera con enfermos terminales, por ejemplo.

Fue un día después de ese Año Santo que Francisco decidió establecer, de manera permanente una facultad que había dado a los sacerdotes durante el período jubilar iniciado el 8 de diciembre de 2015: "absolver" a quien haya cometido el "pecado grave" del aborto, "para que ningún obstáculo se interponga entre la petición de reconciliación y el perdón de Dios". 

"Cuanto había concedido de modo limitado para el período jubilar, lo extiendo ahora en el tiempo, no obstante cualquier cosa en contrario. Quiero enfatizar con todas mis fuerzas que el aborto es un pecado grave, porque pone fin a una vida humana inocente", dispuso el Obispo de Roma en la carta apostólica "Misericordia et Misera", extendiendo una facultad sólo reservada hasta entonces a los Obispos.
"Por tanto, que cada sacerdote sea guía, apoyo y alivio a la hora de acompañar a los penitentes en este camino de reconciliación especial", agregó.

En otra de los grandes decisiones pastorales del año, y mediante una instrucción aprobada por el Papa, el Vaticano había prohibido semanas antes la dispersión y la "conservación en el hogar" de las cenizas de los cuerpos cremados.

En un texto que ratifica la preferencia de la "sepultura de los cuerpos porque con ella se demuestra un mayor aprecio por los difuntos", el Vaticano dispuso también que, "en caso de que el difunto hubiera dispuesto la cremación y la dispersión de sus cenizas en la naturaleza por razones contrarias a la fe cristiana, se le han de negar las exequias". La instrucción ratifica que "no está permitida la conservación de las cenizas en el hogar".  

Más allá de estas dos disposiciones con gran impacto en la vida cotidiana, en abril había sido la exhortación Amoris laetitia ("La alegría del amor"), la que había planteado de manera y por escrito lo que el magisterio de Francisco marcaba desde lo discursivo: la necesidad de discernimiento e integración para las personas divorciadas y vueltas a casar que deseen volver a la vida de la Iglesia.

Allí, y generando luego las críticas de un grupo de cardenales ultraconservadores que promovieron una lectura parcial e incompleta del escrito, el Pontífice abre las puertas de la Iglesia a los divorciados vueltos a casar "en casos particulares" para los que pide "un discernimiento".

"Se trata de integrar a todos, se debe ayudar a cada uno a encontrar su propia manera de participar en la comunidad eclesial", plantea el Pontífice en el que fue el más comentado de los nueve capítulos en los que la exhortación recogió en 324 párrafos las conclusiones de los dos Sínodos de Obispos sobre la familia de 2014 y 2015.

"Los divorciados en nueva unión, por ejemplo, pueden encontrarse en situaciones muy diferentes, que no han de ser catalogadas o encerradas en afirmaciones demasiado rígidas sin dejar lugar a un adecuado discernimiento personal y pastoral", enfatizó el Obispo de Roma en el texto que lleva la impronta de la "misericordia" del Año Santo.

En esas situaciones, el Pontífice rescata a quienes "han hecho grandes esfuerzos para salvar el primer matrimonio y sufrieron un abandono injusto, o el de los que han contraído una segunda unión en vista a la educación de los hijos, y a veces están subjetivamente seguros en conciencia de que el precedente matrimonio, irreparablemente destruido, no había sido nunca válido".

En ese punto, y si bien sostiene que "tampoco en lo referente a la disciplina sacramental, puesto que el discernimiento puede reconocer que en una situación particular no hay culpa grave", no hay mayores especificaciones sobre la posibilidad o no de que participen en la eucaristía o como padrinos.

Aunque destaca que "debe quedar claro que este no es el ideal que el Evangelio propone para el matrimonio y la familia", Francisco rechaza que el tema de los divorciados vueltos a casar se analice a la luz de "una fría moral de escritorio", sino que pide "un discernimiento pastoral cargado de amor misericordioso", para el que llama a la reflexión de la Iglesia "sobre los condicionamientos y circunstancias atenuantes".