El inmueble de calle Gálvez al 800, ubicado frente al Parque Irigoyen, resume a grandes rasgos la transformación social de Rosario en las tres últimas décadas. A fines de los 80 fue un jardín maternal. Más tarde, durante el menemismo, se transformó en un Centro Crecer, un dispositivo revolucionario de la época que contuvo a los sectores más castigados por el modelo neoliberal. Luego, con el vertiginoso avance de la violencia en los barrios, se reconvirtió en un Centro de Convivencia Barrial. Ahora, un sector de esta vieja casona reabrió sus puertas como un espacio de referencia en el abordaje de los consumos problemáticos, un flagelo enquistado en el entramado social de la ciudad.

La Estación, como se llama esta nueva propuesta municipal, se inauguró a mitad de año. Se presentó como el “eslabón que faltaba” en la red institucional que tiene el poder Ejecutivo local para atender y asistir a los ciudadanos que dependen del consumo de sustancias psicoactivas (alcohol, drogas, etc). Pero su origen tiene un trasfondo político. Hay que rastrearlo en el programa de gobierno que la intendenta Mónica Fein trazó tras ser reelegida en su cargo.

“Hay que atacar los nodos críticos que tenemos en los barrios”, le dijo a su gabinete. En la lista aparecían los consumos problemáticos. Una de las propuestas fue la de crear un espacio de referencia en el que puedan descansar los equipos territoriales del municipio que trabajan en los otros dispositivos locales, como los Centros de Salud o los Centros de Convivencia Barrial.

“Si en un Centro de Salud se topan con un caso problemático nos llaman a nosotros para que podamos monitorear y seguir a este paciente. Por eso decimos que La Estación vino a potenciar la red institucional con la que ya contábamos”, explican Lautaro D'Anna (trabajador social) y Varinia Drisun (médica), coordinadores del proyecto.

No se trata de un lugar de estadía ni tampoco de internación. Es un lugar de tránsito que funciona desde una mirada sobre el consumo no abstencionista (no prohibicionista) y que pone el acento en la necesidad de restablecer o reforzar aquellos lazos familiares y sociales quebrados.

“Por eso decimos que la ubicación física es anecdótica. Lo más importante del proyecto es el seguimiento y la articulación institucional con otros dispositivos barriales que tiene el municipio”, sostiene Guillermo Lasala, director de Políticas Públicas de Juventudes, quien participa activamente del proyecto.

Y aclara: “Muchos critican al municipio por la falta de políticas públicas en esta temática. Es falso. Hay un entramado institucional muy importante que intentamos afianzar día a día. Nos paramos desde el paradigma de la reducción de riesgos y daños, lo que genera mucha tensión con los sectores que se aferran al paradigma prohibicionista”.

En estos meses se recibieron más de 200 consultas. Más de la mitad llegaron a través de los equipos territoriales. Pero en muchos casos se dio un acercamiento espontáneo de familiares que tocaron el timbre pidiendo asesoramiento y ayuda por un caso cercano de consumo problemático.

Actualmente asisten 50 personas (en su mayoría jóvenes) a las que se les brinda una intervención terapéutica interdisciplinar. Hay talleres productivos y artísticos. “Las experiencias son muy movilizantes. Hace poco uno de los chicos nos agradeció porque dijo que se iba con la autoestima fortalecida. Eso buscamos”, señala D'Anna.

Para el 2017 ya hay desafíos planteados. Se trabaja para incorporar a los médicos comunitarios que quedaron en la calle ante el cierre de los Cepla, organismos nacionales desmantelados tras el cambio de gobierno. En carpeta está también poder “fortalecer” los equipos que recorren los territorios y difundir el proyecto para que más jóvenes se acercan a La Estación.