La Universidad Nacional de Rosario se prepara para recibir el próximo miércoles y jueves a investigadores de todo el país que trabajan por y para las cárceles y los derechos educativos de las personas presas. La iniciativa busca dar cuenta del crecimiento de este área de investigación en los últimos años y poner en agenda otra mirada para pensar los entornos carcelarios y la seguridad. 

El VI Encuentro Internacional de Tesistas e Investigadores en Temáticas de Cárceles y Acceso a Derechos Educativo no llega en cualquier momento ni en cualquier contexto. El mismo día que se anunció, la sobrepoblación de detenidos en comisarías en Rosario era noticia del día, únicamente desplazada o por más policiales o por declaraciones en el marco de la campaña política. Todas prometían más seguridad, aunque nadie sepa ya muy bien qué es eso ni cómo se logrará. 

En diálogo con Rosarioplus.com, Mauricio Machado, docente e investigador de la UNR, planteó cuáles son los desafíos con los que se encuentran hoy las instituciones carcelarias, el debate entorno a la conectividad, cómo pensar sociedades más seguras y cómo hacerlo en el marco de un recrudecimiento general en torno a la problemática de seguridad. 

– ¿Cuál es el objetivo de hacer un encuentro de investigadores sobre temáticas de cárcel y acceso a la educación? 

– Se trata de reconocer un crecimiento sostenido de investigadores, tesistas y estudiantes que vienen problematizando el tema de la educación en contexto de encierro. Esto encuentro se viene realizando desde el año 2017. El primero fue en Tandil y tuvo como intención empezar a construir un panorama sobre lo que se estaba pensando y problematizando en este campo de estudios. Éramos muy poquitos y hoy llegamos a la sexta edición con la articulación entre cinco universidades organizadoras, lo cual prueba que las universidades han tenido una mayor intervención en estas instituciones penales. La mitad de las universidades tienen intervenciones en cárceles con distintas modalidades, desde el proyecto de extensión a programas más institucionalizados.

– ¿Cómo se articulan estas prácticas e investigaciones que se vienen realizando con la problemática de la seguridad?

– Me parece que el aporte tiene que ver con instalar otra agenda posible en relación a la problemática de lo carcelario y también de la seguridad. Pensar lo que las personas penalizadas pueden hacer a pesar de la cárcel, cómo vincularse con espacios educativos y culturales que habilitan otra trayectoria tanto intra como extracarcelaria, contribuye a la discusión en torno a la seguridad y la inseguridad. La pregunta que subyace es cómo producimos seguridad, cómo generamos sociedades más seguras, más inclusivas. Nosotros, quienes investigamos estas problemáticas y realizamos distintas prácticas en las cárceles, creemos que es generando condiciones de posibilidad con el acceso a la educación y a la cultura. Los investigadores que están trabajando estos temas vienen a producir conocimiento sistemático, serio y profundo para pensar otro modo de escribir la discusión sobre la seguridad no solo en la ciudad de Rosario sino a nivel país y de Latinoamérica en general.

– ¿Según sus estudios y experiencias, cuáles son los mayores desafíos de las cárceles hoy en el país?

Es difícil resumir la cantidad de problemas que estructuralmente todavía atraviesa la cárcel en nuestro país y no es algo nuevo sino que es algo histórico vinculado a la sobrepoblación, al hacinamiento, a las malas condiciones edilicias, a las dificultades en el acceso a un conjunto de derechos que van desde la buena alimentación, hasta justamente el ejercicio de la educación en un sentido más pleno. Pero en la actualidad a todos esos problemas se les suma la porosidad que es propia de estas instituciones, respecto de los delitos que se cometen desde la cárcel. Esto ha sido algo que sucedió siempre porque la cárcel no es una isla que se separa del resto de las actividades de la sociedad, pero claramente ahora encuentro otra resonancia porque existen otros y otras modalidades. La cárcel está en este desafío, al menos en la provincia de Santa Fe, y la respuesta ha sido cerrarse cada vez más, cuando en realidad son viejas recetas que no han traído buenos resultados. Pero eso es más una mirada más propia.

– Se han planteado algunas cuestiones en relación a la conectividad en las cárceles ¿Cuál es la mirada como investigadores de estos cuestionamientos?

– A nivel de la opinión pública quedó instalado inclusive desde el discurso político la idea de que a los presos se le da acceso a internet y esto replica en más cantidad de muertes. Esto es una falacia, porque en realidad primero el derecho a la comunicación de los detenidos tiene que estar asegurado, y por ejemplo, nosotros desde la universidad podemos contar como la conectividad habilitó poder desplegar el ejercicio de un derecho como el acceso a la educación superior y cursar una carrera universitaria. Entonces creo que hay que tomar los recados para que la conectividad no sea usada como una herramienta para el delito desde las cárceles, pero no negarla porque es desconocer sus potencialidades para la generación de espacios educativo y culturales necesarios justamente para el despliegue de esa persona alejada del delito y proyectar otros escenarios posibles.

– A lo largo de estos años en donde también la violencia en las calles y la disputa narco se recrudeció, ¿vieron afectado su trabajo en investigación en las cárceles?

 En algún punto uno podría decir que sí, ya que cuando las cosas se recrudecen afuera también lo hacen adentro. Por ejemplo, aumentaron las restricciones para ciertos movimientos, para ciertas prácticas, para poder acceder a entrevistar a alguna persona privada su libertad. Sucede desde detalles más nimios, como pasar por un escáner de rayos X al acceso de Piñero, algo que no pasaba hace un año, hasta la imposibilidad directamente de realizar un espacio cultural en determinado pabellón. Sin embargo, hemos tenido hasta ahora la posibilidad de avanzar con relevamientos de nivel socioeducativo, con entrevistas a estudiantes o no estudiantes, pero claramente es un termómetro que se va midiendo todo el tiempo. Esto hace a que tal vez un director de cárcel tenga que tomar más precauciones sobre ciertas cuestiones o que el detenido no pueda insistir mucho para salir a una sala universitaria porque la situación está demasiado tensa. La construcción del orden carcelario está pensado entonces en esa clave de negociación y los términos de esa negociación van variando y modificándose todo el tiempo en esa sinergia entre lo que sucede adentro y afuera de la cárcel.