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¿Exceso de lluvia o cultivos y suelos que consumen menos agua? Ese fue el interrogante que disparó la investigación que Nicolás Bertram y Sebastián Chiacchiera, dos ingenieros del Inta de Marcos Juárez (Córdoba), llevaron a cabo para entender el fenómeno recurrente de las inundaciones en la zona pampeana. Los resultados del estudio fueron contundentes: el promedio de las precipitaciones no se alteró significativamente en los últimos años, lo que sí se modifico fue la capacidad de absorción de las napas freáticas, que regulan el ingreso y egreso de agua de los suelos.

Hace cuarenta años, cuando había un equilibrio entre agricultura y forestación, las capas tenían de doce a catorce metros. Hoy esa misma capa, producto de la sojización y la expulsión de la ganadería, es de tan solo un metro. Al faltar porosidad y raíces, el agua de la lluvia termina escurriendo y castigando a pueblos y ciudades.

Para atenuar el fenómeno, Bertram explica que “los suelos tienen que empezar a consumir más con raíces y cultivos perennes que consuman agua durante todo el año”. En diálogo con Rosarioplus.com, opina que la rotación, una solución que se plantea entre los agricultores, “no es suficiente”. Habla de volver a las pasturas y a la forestación, de recuperar “el equilibrio perdido”.

Pero el panorama, a su juicio, es poco alentador. “El gobierno le acaba de sacar más retenciones a la soja. Si realmente queremos incentivar el consumo de agua de los suelos a través de la forestación, no le saqués retenciones a la soja. Y si lo hacés, transferí esos recursos a, por ejemplo, promover las pasturas”.

-¿Cuál es la situación de los suelos de la pampa húmeda?

-En la llanura pampeana la napa freática es el resultante del ingreso y el egreso de agua. En lo que respecta al ingreso están únicamente las precipitaciones, y dentro del egreso aparece lo que consumimos con los cultivos. Lo que nosotros observamos es que pasamos de una napa de doce o catorce metros, a una napa de un metro. Había dos hipótesis. Que esto era resultante de más lluvias producto de lo que se conoce como el cambio climático o a que los cultivos están consumiendo menos. Investigamos las precipitaciones y observamos que no había diferencias significativas en el promedio de lluvia de los últimos años. Fuimos a ver qué pasaba con la otra pata y nos topamos con una brusca modificación en cuanto al consumo. Esto se dio porque sacamos pasturas y pastizales para colocar cultivos anuales, el 80% soja.

-Este modelo productivo parece estar muy consolidado. ¿La situación se puede agravar aún más?

-Lo preocupante es que esto ya no pasa en la región pampeana. En San Luis o Santiago del Estero esto se da de la misma manera. El fenómeno se extiende a todos los lugares donde se cambió el equilibrio entre el consumo y lo que llueve. Un ejemplo gráfico es que cambiamos la maceta. En la década del 70 teníamos una maceta de diez metros y ahora tenemos una maceta de un metro. El balde de agua que tiramos es siempre el mismo. Tenemos, entonces, una gran maceta saturada de agua.

-¿Cuál es la reacción del poder político ante este fenómeno?

-Los guiños no son alentadores. El gobierno le acaba de sacar más retenciones a la soja. No hago política, me dedico a otra cosa. Pero si realmente queremos incentivar el consumo a través de la forestación, no le saqués retenciones a la soja. Y si lo hacés, transferí esos recursos a, por ejemplo, promover pasturas.

-¿Es mucha la diferencia de absorción de un campo con soja y uno con pastura?

-Un monte nativo en una hora de lluvia puede absorber 300 milímetros la hora. No corre el agua porque filtró toda en esa hora. Una pastura anda entre los 70 y los 100 milímetros. Ahora, un lote de soja bien rotado absorbe 20 o 30 milímetros. Pero un lote de soja sobre soja anda entre 7 y 10 milímetros. Cualquier lluvia en la mayoría de estos campos genera complicaciones porque falta porosidad y faltan raíces. El agua termina escurriendo y provocando las complicaciones que estamos viendo por estos días.

-¿Cuándo empezó este fenómeno?

-El panorama empieza a darse tímidamente en los '70. El proceso de agriculturización aparece con fuerza en los '80 y '90. En 1996 entra la soja RR (transgénica), a partir de ahí empieza un fenómeno más agresivo. Y no se avanzó más porque no hay más tierras. Ya desmontamos y sacamos todas las pasturas que podíamos sacar. Pongo un ejemplo. En Santiago del Estero hace 20 años atrás tenían el 15% de agricultura y el 85% de monte. Hoy estas cifras se dieron vuelta. Tenían una napa a los 12 metros y hoy la tienen al metro. La situación es muy preocupante. Ya no hablamos de las zonas planas, de las tres provincias principales Santa Fe, Buenos Aires y Córdoba, sino que el fenómeno ya alcanzó a las zonas extra pampeanas.

-¿Se puede revertir?

-Nos va a llevar mucho tiempo. Para atenuar el fenómeno los suelos tienen que empezar a consumir más, esto se logra con raíces y cultivos perennes que consuman agua durante todo el año. No sirve con que un productor haga esto. Necesitamos que el 30 o el 40 por ciento de la superficie pase a incrementar su consumo. Una alfalfa está consumiendo entre 1200 y 1800 al año. Una soja consume 400 milímetros. Necesitamos montes nativos para equilibrar lo que no estamos consumiendo con la soja.

-¿Alcanza con la rotación como proponen algunos actores del campo?

-Yo no creo que sea suficiente. La gente que está en la agricultura lo ve como una escapatoria. Un trigo/soja, un doble cultivo, consume 900 milímetros, que en Santa Fe o Córdoba es lo que llueve en el año. Necesitamos el 100% de la superficie con este doble cultivo para empatarle a la cantidad de lluvia anual. Este año, en Marco Juárez, Córdoba, solamente el 14% sembró trigo. No alcanza.

-¿Hay alguna chance que ante la gravedad de la situación el poder económico cambie el rumbo del modelo de producción?

-Al poder económico alguien lo tiene que encarrilar. En Santa Fe sé que el ministro de Producción, Luis Contigiani, apoya estas medidas. Necesitamos más de estos dirigentes. Hay una realidad: el suelo no es de los productores, momentáneamente es de ellos, el poder económico, pero no podemos permitir que se inunde la pampa húmeda por un desmanejo hídrico.