La mirada parece estar puesta en un único plano, el de reforzar el castigo a los adolescentes que comenten algún delito. La intención del gobierno nacional de bajar la edad de imputabilidad de 16 a 14 años refuerza  la arcaica tesis de que la problemática se resuelve con más mano dura. Poco y nada se habla de la otra cara de la moneda, la de los cientos de pibes que reciben los plomos en el actual contexto de violencia social. No hay proyectos ni debates impulsados por el Estado para, al menos, atenuar este flagelo.

Los ejemplos recientes de Candela, la nena de 2 años asesinada en una casilla de Villa Gobernador Gálvez tras una inesperada balacera, y Dylan, el chico de 13 que pelea por su vida luego de recibir un disparo en medio de una pelea de adultos, expone con crudeza que los menores de edad son también víctimas en este escenario crispado.

Los victimarios están señalados y cuantificados. Para Unicef representan un porcentaje mínimo del total de adolescentes de entre 14 y 17 años que hay en el país. Las víctimas, en cambio, se esfuman rápido de la memoria colectiva. No hay ningún registro oficial que hable de ellos.

Siete chicos menores de 16 años fueron asesinados en el 2016 en el Gran Rosario. Brandon Cardozo (16) inauguró el listado de homicidios. Cayó fulminado de un disparo la madrugada del primero de enero cuando bailaba junto a su primo en una fiesta callejera. Una discusión que se produjo a 50 metros de donde estaba terminó a los balazos. Él ligó la peor parte.

Brandon nunca pudo subirse al micro que días más tarde lo iba a llevar junto a su grupo de amigos a disputar un torneo al fútbol en la costa atlántica. Estudiaba y jugaba los fines de semana en la Liga Casildense.

Enero terminó con otro pibe asesinado. Se llamaba Miguel Jorge Canteros y también tenía 16 años, aunque aparentaba menos por el retraso madurativo que padecía. Vivía junto a su familia en una zona marginal que separa los barrios Cabín 9 y Santa Lucía. Su cuerpo fue hallado en un descampado. Tenía signos de torturas y vejaciones. La Fiscalía relacionó el crimen con una vieja disputa entre dos clanes de la zona.   

“Se metieron con un pibe que no se podía defender, con un inocente. Era un pibito de 8 o 9 años mentales metido en el cuerpo de un adolescente de 16. Cirujeaba, y con la plata que ganaba se compraba juguetes y caramelos”, le contó una de sus tías al cronista del diario La Capital que cubrió la noticia.

Elías Martín Gallo (16) salió a bailar y nunca regreso a su casa. Lo mataron la madrugada del 9 de abril en inmediaciones de 27 de Febrero y Colombres, a 30 metros de una guardia fija de Gendarmería. Los vecinos relataron una pelea de chicos que “terminó de la peor manera”. Recibió un disparo en el hombro y otro en la cabeza. Jamás se supo nada del asesino.

El de Guadalupe Medina, de tan solo 12 años, fue uno de los casos más movilizantes del 2016. La violaron y estrangularon en una precaria casilla de Lima al 2900, en Villa Banana. Pudo ser ella como su amiga, a quien sus padres buscaron durante todo el 25 de mayo por ausentarse de su casa. Las dos discutieron con integrantes de la banda del “Pandu”, una organización ligada al narcotráfico.

Las mamás de ambas nenas fueron a la morgue al enterarse que habían encontrado el cuerpo sin vida de una criatura en el barrio. Finalmente se comprobó que el cadáver era de Guadalupe, una chica en conflicto con su familia, sin el cuidado de ningún adulto y sin la mínima protección del Estado. Un adolescente de 16 años y un adulto fueron arrestados por el horrendo crimen.

A Víctor Gómez lo conocían como “Trompi”. Tenía 15 años y vivía en Villa Moreno, a pocas cuadras del lugar en el que en el 2012 mataron a Jere, Mono y Patón. El lunes 13 de junio estaba en la casa de su abuela junto a su vecino y a su hermana en la puerta de un pasillo de Doctor Riva al 1800. Un auto paró su marcha y desde la ventanilla asomaron dos armas que tiraron hasta agotar los cargadores.

La policía rápidamente vinculó la balacera con el crimen de Matías "Cuatrerito" Franchetti, barra de Newell´s acribillados días antes. La versión fue refutada por los vecinos. “Fue la gente de un transero que andaba buscando a otros pibes del barrio, y como pasa siempre, la terminan pagando inocentes", explicaron los testigos.

Una fiesta de adolescente fue escenario de otro crimen, el de Alejandro Miguel Maturano, de 15 años. La madrugada del 12 de septiembre fue herido en una pierna  en una fiesta a la que había ido con amigos cerca de su casa, en la zona de Génova y Tarragona, en Fisherton. La bala le perforó la arteria femoral, por lo que falleció ni bien ingresó al Heca.

La lista del 2016 se cerró con el nombre de Micaela Pintos (15 años), una chica que se subió a la moto equivocada. La asesinaron junto a su novio de 25 años durante la madrugada del 10 de diciembre en pasaje Chancay entre Cafferata e Iriondo, zona sudoeste. Las balas, según la reconstrucción de la Fiscalía, eran para él.

La pequeña Candela inauguró la estadística del 2017. El crimen ocurrió en otro punto geográfico del Departamento Rosario, en Villa Gobernador Gálvez, pero en una misma coyuntura: la de una violencia extrema que mata a quienes recién empiezan a vivir.