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El hombre que se entregó este viernes en la cárcel de Zeballos al 2900, mientras la Policía de Investigaciones lo buscaba en múltiples allanamientos como el presunto homicida del suboficial Mauro Mansilla, había pedido hace cuatro años a la Corte Suprema provincial que declarara inconstitucional la pena unificada que le habían aplicado luego de caer en ese asalto con toma de rehenes del 20 de octubre de 2009, en una clínica de cirugía plástica de bulevar Oroño al 700. Finalmente, la Corte rechazó el planteo de este convicto que ahora está a las puertas de sumar otra imputación por homicidio, en un caso que volvió a estremecer la ciudad, como hace 22 años.

De puño y letra, Ricardo Albertengo, entonces de 43 años, le planteaba al máximo tribunal de Justicia: "¿Por qué el máximo punible en las causas de delitos de lesa humanidad es de 25 años de prisión, y yo por los delitos de robo calificado con uso de arma de fuego estoy purgando una pena de 37 años de prisión?", decía el hombre en su carta.

El convicto se consideraba entonces "un objeto político sobre el que se puede practicar la Ley Blumberg, que respondió al humor social de un momento, fundada en un dolor personal, particular, pero que vulnera garantías y contradice el Código Penal nacional", decía en alusión a la polémica legislación que en 2004 endureció las penas sobre los delitos más graves, y que habilitó la suma de condenas hasta 50 años de cárcel, cuando antes lo era hasta 25.

Es que a Albertengo le habían unificado condenas por muchos delitos, hasta redondear una pena global de 37 años de prisión. Sus defensoras de oficio se habían negado a interceder ante la Corte, pero su caso lo tomó el Defensor General de la provincia, Gabriel Ganón, antes de que entrara en funciones el sistema penal vigente. Y llevó el caso ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos, pese a que en Santa Fe la Corte Suprema rechazó el planteo.

La historia prontuarial conocida  de este hombre tiene como escenario sólo el centro de Rosario, y es la siguiente: 

El 2 de abril de 1994, huyendo de un asalto, se guareció en un bar de Sarmiento y 9 de Julio y se atrincheró con una moza como rehén. Un cliente, Alejandro Debortoni, quiso intervenir y Albertengo lo mató de un tiro. Por ese hecho el juez Antonio Ramos lo condenó a prisión perpetua en 1996.

En 2003 fue beneficiado por una medida del entonces gobernador Carlos Reutemann, que le conmutó la pena y la dejó en 19 años y 2 meses de encierro.

Para 2009, Albertengo gozaba de un régimen de salidas laborales. Es decir, salía de la cárcel con la misión de cumplir tareas como empleado en un gimnasio del macrocentro. Sin embargo, más tarde se reconocería en juicio abreviado como autor de una serie de atracos: entre agosto y octubre de ese año asaltó una boutique de avenida Pellegrini al 600, un consultorio de psicólogos en Córdoba al 2100, un centro de estética de Moreno al 300, un spa de Entre Ríos al 1800 y un centro de terapia de Rodríguez al 400. El final del periplo fue el asalto a la clínica de cirugía estética A&E, de los médicos Fernando Soraires y Alejandro Arredondo, en Oroño 721. Había llegado esa mañana bien vestido y con maletín, fingiendo ser un cliente. Cuando empezó el asalto, alguien avisó a la policía y entonces Albertengo volvió a parapetarse con rehenes, como en 1994. Hubo un tiroteo, el pánico de las 8 personas cautivas, y finalmente la entrega del asaltante.