Piden prisión perpetua para 7 cómplices de un doble crimen mafioso
Empezó el juicio oral contra la banda que asesinó a dos amigos de 18 años, en un camino de quintas en el límite oeste de Rosario. Todo, por vengar otro homicidio ocurrido ese mismo 30 de setiembre de 2021, en Nuevo Alberdi. El fiscal pidió la pena máxima para casi toda la gavilla.
Fue uno de los casos que más estremecieron en ese 2021, donde Rosario contó 241 asesinatos, la peor marca de los seis años precedentes. Y destacó por quedar sellado en su escena con aquel eslogan tenebroso que se hizo célebre con las balaceras anónimas y todavía reaparece de tanto en tanto: “Con la mafia no se jode”.
Se trata de los homicidios de Dylan Valenti y Brian Molina, dos amigos ejecutados por una gavilla criminal el 30 de setiembre de aquel año, en un camino rural entre quintas hortícolas, en el confín de Rosario y Pérez. El motivo que halló el fiscal Alejandro Ferlazzo fue la venganza de otro asesinato ocurrido la noche anterior, en Nuevo Alberdi. Valenti fue señalado como el objetivo para marcar el escarmiento, y Molina, simplemente, era su amigo que estuvo en el momento y lugar equivocado, y también corrió la misma suerte de morir a balazos, a los 18 años.
Ante los jueces Alejandro Negroni, Facundo Becerra y Hebe Marcogliese, el fiscal sentó desde este jueves a los ocho involucrados en el doble crimen que iniciaron su juicio oral en el Centro de Justicia Penal. De estos, pidió prisión perpetua para siete como coautores de dos homicidios agravados por el uso de arma de fuego y calificados por el concurso premeditado de más de dos personas. Además, se agravan los cargos por el “críminis causa” de matar a Molina: es cuando se elimina a una persona para garantizar la impunidad del otro crimen.
Los siete son Jorge “Chivo” Castillo (30 años), Denise Castro (26, novia del Chivo), Sebastián Romano (28), Hernán Cabrera (31), Alexis Zárate (21), Ezequiel Molina (33), y Emiliano Reunica (30). Para Alan Sappa (29) le cabe un pedido de pena de 8 años de cárcel por encubrimiento agravado, dado que encontró de manera fortuita el teléfono celular de una de las víctimas y se lo apoderó. Luego ese aparato, localizado por los investigadores, serviría para orientar la pesquisa y elucidar el doble crimen.
El origen de la venganza fue otro hecho brutal: un grupo de hombres armados entró de madrugada a gritos y patadas en una humilde vivienda de Fontana al 3100, Nuevo Alberdi, para simular un allanamiento. “¡Policía!” fue lo último que escuchó Julián Zanier, un joven de 25 años postrado en silla de ruedas, vinculado al narcomenudeo en el barrio. Lo fulminaron de 32 balazos a quemarropa, delante de su mujer, su hijo de 4 años y su cuñado. No le dieron tiempo a tomar la pistola con la que dormía inseparable. Había quedado parapléjico en 2016, cuando otro ataque a tiros, pero en Villa Banana, le afectó la médula espinal.
Enterados de la ejecución de Zanier, hubo quienes buscaron venganza. El fiscal reveló que se trató de “un plan criminal por el que el grupo imputado buscó todo el día a Dylan Valenti para causar su muerte como represalia”. La razón era que Valenti solía vender cocaína y marihuana para una banda rival en los monoblocks del Fonavi de Parque Oeste, zona de Rouillón y Cerrito, y que había sido quien entregó el paradero de Zanier, quien había escapado de Villa Banana para ocultarse en Nuevo Alberdi y tomar distancia de los conflictos de su viejo barrio.
Lo encontraron ya caída la noche, mientras Valenti conversaba con su amigo Molina, quien había llegado a visitarlo en el Volkswagen Suran de su padre, a quien ayudaba en sus trabajos de albañilería. La banda liderada por Castillo les cayó encima, los raptaron y usaron la Suran para trasladarlos al límite oeste de la ciudad, pasando Uriburu y Las Palmeras, en un camino solo transitado por quinteros.
Los ejecutaron cuatro balazos a Valenti, y tres a Molina. Los cuerpos quedaron sobre la tierra, junto al auto con las puertas abiertas y un papelito que decía “Con la mafia no se jode”, característicos de la violencia urbana de esos días.
Hubo detalles que agravaron el caso, el robo de los teléfonos celulares de ambos jóvenes, y los aritos y un anillo de oro de Molina. El rastreo de los smartphones sirvió para llegar a la banda. El móvil de Molina estaba en manos de Sappa, vinculado con Zanier. Ese aparato llevó la pesquisa hacia Castillo, primo de Zanier y jefe de un grupo narco en el barrio Santa Lucía.
La policía atrapó al Chivo Castillo en mayo de 2022, en un departamento alquilado en Pellegrini al 700. Con ella fueron aprendidos su novia y Romano. De allí fue cayendo el resto de la banda.