Este sábado, luego de un cuarto intermedio dispuesto el viernes, la Unidad de Homicidios de la Justicia Provincial imputó a Ricardo Albertengo por el crimen del suboficial de policía, Mauro Mansilla, el pasado 8 de marzo en Corrientes y Tucumán. Al delincuente, que carga con un frondoso prontuario en sus espaldas, se le imputó homicidio agravado por el uso de arma de fuego y doblemente agravado por criminis causa, porque la víctima era miembro de la fuerza pública, según detallaron fuentes del Ministerio Público de la Acusación.

Además, Albertengo fue imputado por el robo en calle Buenos Aires al 900, cuyas víctimas reconocieron a Albertengo en la calle y dieron aviso a Mansilla, quien inició una persecución que desencadenó en el hecho que lo llevó a la muerte.

El delincuente permanecerá detenido con prisión preventiva sin plazo por ambos hechos. Sin embargo, ya se encontraba detenido por no regresar de una salida transitoria, lo que había generado una polémica entre la Justicia y funcionarios provinciales tras el crimen de Mansilla.

Albertengo, de 43 años, es un viejo conocido del hampa. El 2 de abril de 1994, huyendo de un asalto, se guareció en un bar de Sarmiento y 9 de Julio y se atrincheró con una moza como rehén. Un cliente, Alejandro Debortoni, quiso intervenir y Albertengo lo mató de un tiro. Por ese hecho el juez Antonio Ramos lo condenó a prisión perpetua en 1996. En 2003 fue beneficiado por una medida del entonces gobernador Carlos Reutemann, que le conmutó la pena y la dejó en 19 años y 2 meses de encierro.

Para 2009, Albertengo gozaba de un régimen de salidas laborales. Es decir, salía de la cárcel con la misión de cumplir tareas como empleado en un gimnasio del macrocentro. Sin embargo, más tarde se reconocería en juicio abreviado como autor de una serie de atracos: entre agosto y octubre de ese año asaltó una boutique de avenida Pellegrini al 600, un consultorio de psicólogos en Córdoba al 2100, un centro de estética de Moreno al 300, un spa de Entre Ríos al 1800 y un centro de terapia de Rodríguez al 400. El final del periplo fue el asalto a la clínica de cirugía estética A&E, de los médicos Fernando Soraires y Alejandro Arredondo, en Oroño 721. Había llegado esa mañana bien vestido y con maletín, fingiendo ser un cliente. Cuando empezó el asalto, alguien avisó a la policía y entonces Albertengo volvió a parapetarse con rehenes, como en 1994. Hubo un tiroteo, el pánico de las 8 personas cautivas, y finalmente la entrega del asaltante.