Un ruido demoledor irrumpió en la tarde de este sábado en parte de la zona sur de la ciudad. Bocinas, aplausos y cacerolas fueron la forma de expresar el hartazgo, la bronca y el dolor de todos los rosarinos y rosarinas, y de exigir justicia por Mauro Villamil, asesinado a principios de mes cuando hacía las compras en una verdulería.  

La avenida San Martín fue el escenario para una congregación que ocupó más de dos cuadras, entre autos - taxis en su mayoría- , motos y gente de a pie. Con carteles levantados y a los golpes de las cacerolas, los vecinos y vecinas, familiares, amigos y compañeros de trabajo de Villamil se hicieron escuchar. El dolor en los participantes del encuentro era visible y ensordecedor. Una única idea atrevesaba a los manifestantes: la inseguridad, el terror, tienen que terminar. 

La marcha partió en San Martín y Uriburu y finalizó en 27 de Febrero y Corrientes, en la estación de servicio donde trabajaba el hombre de 35 años.    

A Mauro Villamil la muerte lo cruzó temprano, a los 35 años. Su filosofía de vida, de tirar siempre para adelante, lo puso en el lugar de armar los asados que una vez por mes reúne a los empleados de la estación de servicio de Corrientes y 27 de Febrero, donde trabajó los últimos 20 años. En eso estaba este miércoles pasadas las 7.30 de la tarde noche en la verdulería de Gutiérrez y Corrientes, a la vuelta de su casa, cuando un ataque criminal e inesperado segó su vida, de espaldas y sin siquiera esperarlo.

Fueron tres delincuentes que llegaron a pie hasta el comercio, y uno de ellos esgrimió un arma –acaso una ametralladora, o una pistola en modo repetición– y prodigó una docena de balazos contra el frente y casas linderas. Dos empleadas cayeron heridas, y se recuperan hospitalizadas. Pero Villamil no. Las balas le impactaron de espaldas, y lo voltearon junto a unos cajones de fruta en la vereda, sin soltar la bolsa con las primeras compras. En su casa lo esperaba Gisela, su esposa, y sus tres hijos: dos nenas y el mayor, de 10 años