La larga declaración de los hermanos Ortigala, Rodrigo y Mariana, fue emitida en el segundo y tercer día del juicio contra Esteban Lindor Alvarado, que continuará este jueves en el Centro de Justicia Penal. Como saldo de lo dicho en interrogatorios -grabados en diciembre pasado para proteger a ambos- quedó la información que prueba el vínculo de amistad de estos dos testigos con varios integrantes de la banda de Alvarado, al menos entre 2010 y 2012.

En un pasaje de su declaración, Mariana Ortigala, habló de un resonante homicidio ocurrido en octubre de 2011, en la puerta de un bunker en Rosario, en French entre Felipe Moré y las vías. En esa época, la testigo y Rosa Capuano -esposa de Alvarado- compartían viajes a Buenos Aires con sus respectivos maridos para comprar prendas a bajo costo en La Salada y en Flores, porque las dos tenían sendos negocios de ropa en Fisherton.

Según detalló Ortigala, la mujer de Alvarado había sido muy buena clienta de su tienda, hasta que se decidió a poner su propia boutique. Y entonces, a la hora de ir a buscar mercadería, confiaba en su criterio para la elección de la ropa. Como dato de color, contó también que Justine Pérez Castelli era su sobrina política y era una de las chicas que modelaba siempre sus prendas. "Cuando empezó a salir con Luis Medina, yo sabía que iba a terminar mal", recordó.

Medina y Pérez Castelli serían asesinados en 2013, a pocos metros del casino. Pero no es aquel episodio el central en esta crónica, sino otro homicidio del que eligió hablar la testigo aportada por Fiscalía, el de Elías Bravo en aquel bunker de Empalme Graneros. Bravo era un adolescente que custodiaba ese punto de venta de drogas y fue ultimado por una lluvia de balas.

En el diálogo que se conoció en la tercera jornada del juicio, pregunta Matías Edery y responde Mariana Ortigala:

Edery: —¿Qué vínculos tenía con la policía (en referencia a Esteban Alvarado)?

M. Ortigala: —Él estaba siempre en el río con "Chamuyo" Di Franco, él contó que le había comprado una casa en Tierra de Sueños 1, cerca de calle Misiones. Y en el ultimo viaje que hicimos juntos con Rosa y Esteban, paramos en San Pedro. Había habido una muerte muy puntual, de un muchacho que se llamaba Elías Bravo. Fue un crimen resonante porque fue una balacera así como la mía, de 30 tiros. (N. de la R: el pibe murió con 29 disparos, tal como reflejaron las crónicas del momento). Paramos a comer y estábamos en una mesa redonda. Estaba Rosa, mi marido, Esteban y yo. Y él hablaba a los gritos con un jefe de policía y después con Oreja. Cuando le pregunté qué pasó, dijo: “Este pelotudo del Oreja (N. de la R: por Darío Fernández, que actuaba como sicario para la banda y luego fue también él asesinado) lo mandé a que mate un pibe, le tenía que dar dos o tres tiros y me salía 50 mil pesos. Ahora tengo que pagar cien mil, porque lo reventó a tiros". Como que una tarifa era dos o tres tiros, pero como eran un montón, era otra. Y me contó que 'Se le estaba descarrilando el Oreja', que no lo podía controlar. No puedo precisar con qué policía hablaba".

Las preguntas luego siguieron con otros temas. Pero en la sala quedó la rara sensación de escuchar un testimonio en primera persona del precio que tiene una vida en Rosario para las bandas que se disputan el territorio para la venta de drogas. Durante las próximas audiencias, quizás, los fiscales decidan retomar aquel recuerdo en consulta con Esteban Alvarado, para confirmar la precisión de aquel relato de Mariana Ortigala.