Varios chiquitos revuelven un basural en busca de algún juguete o alguna botella que se pueda revender, frente al acceso al barrio en el que viven, Villa La Bombacha. Detrás suyo, un enorme cartel con las caras de candidatos para las próximas elecciones, resulta insultante. A pocos metros, en un pasillo sobre calle Sarratea, funciona el comedor Los Conejitos, que fue robado anoche. Un salón pequeño, en el que se les da de comer dos veces por día a unas 70 familias, que se venía preparando para festejar este próximo domingo el Día de las Infancias. Aunque ahora la celebración está en duda, porque una parte de los juguetes y alimentos que habían conseguido, desaparecieron durante la madrugada. 

Según explica a RosarioPlus la responsable del espacio comunitario, Carolina, violentaron el acceso para llevarse lo que habían conseguido juntar mediante donaciones. "Es muy triste que pase esto, nos enteramos hoy a las 6 de la mañana. Mi hermana vive acá al lado y se dio cuenta cuando se despertó para ir a trabajar", señaló. 

En diálogo con el móvil de la , Carolina relata: "Cuando entramos, vimos cajas rotas, sin mercadería. También faltaban bolsones de juguetes. Y en el freezer, que estaba lleno de pollo, faltaba la mitad. Pareciera como si hubieran tenido previsto volver por más. Cuando vino la policía, hicimos una recorrida con ellos y se encontró acá atrás, en el asentamiento La Bombacha, el envoltorio de uno de los paquetes de galletitas que teníamos acá. Siguiendo el rastro, pudimos llegar a una especie de depósito que se había improvisado abajo de unas chapas. Parte de lo que se habían llevado estaba ahí escondido. También se pudo dar con quien robó las cosas, lamentablemente era alguien que ahora tiene unos 35 años, pero que de chico venía a comer acá mismo. Y que el resto de su familia recibe ayuda del Comedor"

Desazón en el barrio: robó comida y juguetes en el comedor al que iba de niño

Los Conejitos funciona hace 42 años. Fue fundado por los padres de Carolina, que se conocieron de niños en un espacio comunitario del barrio Ludueña, ya que ambos eran chicos que vivían en la calle. "Crecieron, se enamoraron y de grandes decidieron poner ellos mismos un comedor, para que no haya más chiquitos con hambre, como les había pasado a ellos. Nosotros somos nueve hermanos. Mi papá murió hace cinco años, mi mamá entró desde ese momento en un cuadro depresivo. La situación está cada día más difícil, vemos que hay muchos chicos que venían acá, que ahora están perdidos por la droga. Pero vamos a seguir sosteniendo este lugar, es un compromiso no sólo con los vecinos y sus necesidades, sino con la historia de nuestra familia".