María Isabel Ruglio, una docente jubilada de 73 años, fue asesinada en la ciudad entre la noche del 6 y la mañana del 7 de febrero de 2020. Tras dos años de investigación, este lunes se conoció el veredicto del tribunal de Primera Instancia, compuesto por los jueces López Quintana, Chiabrera y Suarez. Los magistrados resolvieron homologar el procedimiento abreviado presentado por la Fiscalía representada por Adrián Spelta de la Unidad de Homicidios Dolosos, aceptado por la Defensa, condenando a Marcelo Alberto Fernández de 45 años a la pena de 20 años de prisión efectiva por el delito de Homicidio Simple.

La Fiscalía le atribuyó a Fernández el hecho ocurrido la primera semana de febrero de 2020, habiendo causado el fallecimiento de María Isabel Ruglio. Seguidamente el condenado procedió a desmembrarla en siete partes, utilizando varios elementos cortantes, para luego colocarlas en distintas bolsas de nylon color negro y arrojarlas al Arroyo Saladillo a la altura del Parque Regional Sur.

La macabra situación se dio en el domicilio de calle Uriburu al 500 de Rosario, teniendo como finalidad  quedarse con la vivienda de la jubilada, en la que el condenado se encontraba viviendo circunstancialmente con su mujer a cambio de su cuidado. A la víctima, los vecinos y familiares la reconocían como "Tití" o "Marisa".

Hasta la tarde del 4 de marzo de 2020 la identificación del cuerpo descuartizado se había transformado en un puzzle investigativo. Spelta había tomado la decisión de enviar las manos de la mujer al laboratorio de Necropapiloscopía del Ministerio de Seguridad de Buenos Aires para intentar identificar el cadáver ante la ausencia de personas que reclamaran por él. Sin embargo, el llamado de una amiga de la mujer a dos primas que Ruglio tenía en la ciudad de Santa Fe generó un efecto dominó que terminó desbaratando la coartada de los dos acusados de matar y descuartizar a la jubilada.

La relación de confianza con el asesino y su mujer

Ruglio había convivido con Fernández y su mujer, alquilándole la parte trasera de su casa al menos un año y medio. Las mujeres habían entablado una relación de empatía a partir de que la pareja de Fernández, de nacionalidad española, trabajó en un minimarket de Uriburu al 400 en el cual, entre compras y charlas le dijo que junto a su pareja esperaban cobrar una indemnización por un accidente en moto y que tenían un departamento en el barrio de La Carne a la venta. Entonces, de palabra, coordinaron que una vez que eso se concretara Ruglio les vendería su casa.

Mientras tanto, la pareja se fue a vivir a la casa de Ruglio, quien había sido operada de la columna en diciembre pasado. Es más, la pareja se casó el 19 de septiembre de 2019 y Ruglio fue testigo de la unión. Tras ello la pareja instaló una verdulería en el garaje de la casa de la mujer.

Un maestro de los cuchillos y los cortes precisos

El condenado, detallaron testigos, había vivido durante 12 años en España, donde conoció a su pareja. En la península ibérica el hombre trabajó cortando patas de jamón en finas rebanadas. Lo que le dio una práctica importante luego para cometer el atroz asesinato. “Cuando era pescador utilizaba cuchillos de todas las dimensiones. Una vez fue a pescar con mi nieto y éste me comentó que cortó un pescado como si nada, siendo experto en lo que hacía”, explicó un comerciante de la zona que fue testigo en la causa.