Tres corazones oxidados y remendados se posan sobre pilares de cemento en la calle Sarmiento al 2800, frente a la plaza ladera al edificio judicial que se volvió este miércoles sede de expresiones opuestas en dos grupos sociales que se distinguían con las dos banderas contiguas en la baranda del ingreso: una rezaba “Justicia por Marcos Guenchul”, por el personal trainer asesinado hace tres años al salir de su gimnasio. La otra flameaba con la frase “Priscila es inocente”, en apoyo a Priscila Denoya, una de los tres imputados. Esta última expresión se plasmó por mayoría en la resolución del Tribunal de Primera Instancia, que la absolvió por falta de indicios.

La complejidad y resonancia de este caso tiene eje en el corazón de la disputa por las visitas de Güenchul a su hija con Denoya, Tiziana, una pelea que terminó en el asesinato del joven dos días antes de que estas visitas se efectivizaran. Una familia que no encontró cauce y el espiral de violencia llegó a lo impensado: un plan para intimar a Güenchul, para que deje de insistir con las visitas, pero que terminó con su vida de un disparo en la cabeza.

Luego de un mes transcurrido el juicio, los corredores del Centro de Justicia Penal eran este miércoles un hervidero de grupos con caras angustiosas y de incertidumbre a la espera de que la Sala de Audiencias N° 7 se liberara para conocer el resultado de la sentencia en el final del juicio oral contra Denoya, Caio Soso –pareja de Denoya y padre de su segunda hija- como instigador, y Maximiliano Panero, como el ejecutor del crimen. Muchos esperaban que el pedido de la defensa de la mujer, madre de las hijas de víctima y victimario, sea escuchado con una reducción de pena. “Pensábamos que le darían 10 o 15 años, pero no una absolución”, aseguró el abogado de la querella Leonardo Botta a Rosarioplus.com, consultado tras la sentencia.

Desde la Sala 8, los medios escuchaban alrededor de un televisor, y allegados de Marcos Guenchul más atrás. Todos, a la espera del veredicto sobre Soso, Panero y Denoya, en un clima de tensión y silencio respetuoso sólo roto por efectivos policiales que buscaron que no haya registro grabado. El hecho no pasó a mayores porque voceros de Prensa Judicial frenaron la intención de apagar los grabadores. “Es para uso de los periodistas, no es transmisión en vivo”, arguyó en defensa de los cronistas, y del derecho al trabajo de prensa en un juicio oral y público, un joven funcionario judicial.

El televisor mostraba a los jueces Carlos Leiva, Mariano Aliau y Facundo Becerra, y de costado en menor medida se veía a los fiscales Gisela Paolicelli y Adrián Spelta, junto a la querella. Los tres imputados no eran registrados por la cámara apostada en la sala de sentencia, por lo que fue imposible percibir la sorpresa, tanto de Priscila Denoya como de los familiares de Güenchul al momento de la sentencia, en que fue leída la absolución de la mujer. La sorpresa, sin embargo, se pudo percibir en el silencio.

Entre los allegados a Güenchul, que se encontraban sentados detrás de la prensa, se encontraba una joven que al escuchar la absolución, lanzó su estupor y se tomó la cara con las dos manos. Esa fue toda la expresión que pudo observarse en este final de juicio oral y público. A su lado, un hombre la acompañaba con una mano en su hombro.

Tras el veredicto, los padres de ambas facciones dialogaron con la prensa. La madre de Güenchul fue escueta en su apreciación, pero estoica y adelantó que apelará a este resultado. Luego, el fiscal Adrián Spelta aseguró que le llama “poderosamente la atención un voto tan dispar entre los jueces, que dos absuelvan y uno quiera 20 años de domiciliaria”, y confirmó, junto a la fiscal Gisela Paolicelli, que apelarán la sentencia también.

A partir de su absolución, Denoya será liberada para retornar a su vida junto a su familia. Su padre, Omar Denoya, se manifestó conforme y con entereza dijo a los medios que al imputarla y dejarla en prisión todo este tiempo “se violó la presunción de inocencia de una persona”, mientras que la madre luego dijo que “la acusación de la familia de Güenchul y de los medios como asesina no se lo borrarán más a mi hija de la mente”.

Fue luego de su salida que el clima se endureció en las afueras del predio judicial, cuando el padre de Priscila salió caminando y debió cruzarse con gente que acompañaba a la familia del fallecido Güenchul. Allí le gritaron "asesino" y algunos improperios. El hombre se quedó sacando la bandera que había colgado de "Priscila es inocente", y uno de los circundantes lo golpeó en la nuca, pero no respondió la agresión, y los disturbios no pasaron a mayores con la llegada de efectivos policiales que salieron del edificio.

“La sentencia deja un sabor amargo y una sorpresa porque no se esperaba esto –explicó el abogado de la querella- porque estaba demostrado que hubo participación de Denoya, y absolverla a estas alturas es una decisión arbitraria, y se ve a las claras la disidencia de Leiva que pedía su condena para los mismos años que Soso y Panero”.

El fiscal de la causa Adrián Spelta precisó en sintonía: “Lo que sorprende es que no hayan recepcionado la prueba de la promesa remuneratoria que entendió la Fiscalía que existía. Se comprobó que después del hecho fueron a la casa de Denoya –ella misma lo reconoció- y ella llevo a Panero a Villa Gobernador Gálvez”.

Paolicelli recordó que “Soso en su declaración trató de despegar a Priscila Denoya y convencer al tribunal que él tenía su propia motivación –que Güenchul ejercía violencia de género sobre su pareja- y que ella ni siquiera tenía conocimiento de lo que ellos iban a hacer. Creemos que con evidencia pudimos desvirtuar eso pero dos de los tres jueces no lo consideraron de esa manera”.

Es un cierre en la carpeta judicial de esta historia que comenzó como una disputa familiar, que como el propio defensor de Soso aseguró en el inicio del juicio, “se le fue de las manos”, y un capítulo se cierra en las heridas de cada parte. La tenencia de Tiziana está en manos de la madre de Marcos Güenchul, pero ahora libre Priscila Denoya, otro capítulo se reabrirá probablemente para que la mujer busque restablecer su tenencia, luego de dos años y medio de un vínculo esporádico tras las rejas.