"Me convocaron como testigo el juicio porque ya hace diez años había denunciado quién era él. Pero esas denuncias habían sido archivadas por los poderes del Estado. Además, como se lo comunicaron al propio Alvarado, él tomó represalias contra mí y contra mi familia. En una ocasión, mandó a tres muchachos que me tiraron 35 tiros. Si estoy viva, es gracias a Dios". Las palabras son de Mariana Ortigala, que sobrevivió milagrosamente a un ataque armado cuando salía de su casa en Roldán, en marzo de 2020. Ese día, ella iba a pasar a buscar a Carlos Argüelles para ir juntos a entregar al MPA los datos que tenían sobre Esteban Alvarado, quien acaba de ser condenado a cadena perpetua. Como alguien había avisado de lo que iba a pasar, sucedió el atentado. 

Los testimonios de Ortigala y de su hermano Rodrigo, que se conocieron durante el desarrollo de las audiencias, fueron registrados en una sala aislada por seguridad, no en el juicio público. "Lo mismo le pasó a mi amigo Carlos Argüelles, que declaró de esa forma para cuidar su integridad", indicó.

La defensa de Alvarado solicitó invalidar su palabra, pero el Tribunal por unanimidad decidió que los dichos de los Ortigala y Argüelles eran válidos como prueba. Los tres coincidieron en revelar cómo funcionaba la organización acusada. En el caso del mecánico que además de amigo había sido socio en la maniobra de emponchar autos que robaba la banda, declaró siendo imputado en una causas. Y meses después de grabar su declaración, fue asesinado en su taller.

La amistad en el río y los viajes a Buenos Aires 

Ortigala es abogada, tiene 43 años y fue parte del círculo de amigos de Alvarado hasta 2012, cuando una relación sentimental que involucró a su hermano Rodrigo con el líder de una de las bandas criminales más fuertes de Rosario, cambió la historia. Cuando Alvarado supo del affaire, quiso matar a quien entonces era su amigo y lo obligó a entregarle el título de su casa en Roldán: "Yo a Esteban lo conocí en el río y teníamos una relación normal, como un grupo de amigos que van al río. A través de él mismo o de su mujer, me fui enterando que estaba en el narcotráfico, que traía avionetas de Paraguay con droga, que tenía arreglos con la policía. Era él mismo el que nos decía los nombres de los jefes policiales con los que acordaba. Pero cuando yo hice las denuncias en la Justicia federal, en lugar de investigar me echaban. A Carlos Argüelles yo misma lo acompañé al Tribunal con un cuaderno en el que él había anotado los apellidos de los que recibían la 'cometa': políticos, jueces, policías. Pero no nos tomaron la denuncia", relata.

Carlos Argüelles y Mariana Ortigala con el cuaderno en el que él tenía anotados los datos sobre Alvarado que esperaba entregar a la Justicia Federal. Nunca se lo recibieron.
Carlos Argüelles y Mariana Ortigala con el cuaderno en el que él tenía anotados los datos sobre Alvarado que esperaba entregar a la Justicia Federal. Nunca se lo recibieron.

Rosa Capuano, madre de los hijos de Alvarado, fue nombrada varias veces en el juicio que acaba de concluir en el Centro de Justicia Penal. Parte del entramado económico de la organización se hizo con propiedades, empresas y vehículos a su nombre. Con Ortigala compartían hace una década una actividad mucho menos peligrosa: ambas tenían un local de ropa en Fisherton y viajaban juntas a Buenos Aires a comprar mercadería.

Enseguida, recuerda una anécdota de esos viajes: "Íbamos a Flores. Ella misma me mostraba ahí, también Alvarado que vino algunas veces, los videos en los que bajaban la droga que traían desde Paraguay. Una vez paramos en una estación a comer a mitad de camino y Esteban se puso como loco. Lo había llamado el que era jefe de la policía, el 'Chucho' Arismendi. Habían asesinado a un chico del grupo enemigo de ellos frente a un bunker. Lo había mandado a matar Esteban con un sicario suyo, el 'Oreja' Fernández, que era otro loquito. El jefe de policía le había pedido 50 mil pesos para cubrirlo con el homicidio, pero por la cantidad de disparos que le habían pegado, que habían sido creo que 17 tiros en lugar de dos o tres, le quería cobrar el triple de canon: 150 mil pesos. Arismendi le decía que el asesinato estaba en todos los diarios y que había cambiado la situación. Alvarado estaba desacatado".

La política y la Justicia

Enseguida, Ortigala repasa nombres que ella misma o a través de dichos que le llegaban por Argüelles se fueron nombrando todo este tiempo en el entorno de Alvarado: "Lo que yo pude escuchar es que tenían arreglo con Cosidoy y Rodenas, que entonces eran juezas. También con el senador Traferri y a nivel nacional con Duhalde. Y el que no investigó en todo este tiempo fue el juez Bailaque, que es el mismo que en estos días le otorgó una domiciliaria a Rosa Capuano. Ella era pareja de Alvarado, está involucrada en un montón de delitos, está en los videos que se pasaron en el juicio bajando la droga. Es una locura que el juez la haya dejado ir a su casa", se queja la testigo.

Enseguida, amplía con datos sobre la relación con la política que decía tener Alvarado: "Él era muy hábil para tener relaciones dentro de la policía. Por eso consiguió que le pasaran información todos los de Automotores acá de la provincia: Carlos Honores era el jefe de la Brigada, que después apareció muerto, era suyo. También Spoletti que era Jefe de Drogas y le daba permiso para liberar zonas, o para avanzar sobre zonas que tenían Los Monos. Esos mismos policías después aparecían con autos y casas en countries. A veces, Alvarado caía al río con el propio Jefe de Drogas. A las denuncias en los buzones de la vida, que eran anónimas, se las daban a él para que vaya a buscar a quién había denunciado. En Córdoba, cuando estuvo preso en Urdampilleta, le compró una casa al jefe de la policía y entonces en lugar de estar en la cárcel, Esteban pasaba sus días de detención afuera, en una casa".

Ortigala asistió a la última jornada del juicio a Alvarado en el Centro de Justicia Penal y lloró emocionada con la lectura de la sentencia. Al salir, habló con la prensa y puso un foco de alerta en lo que debe pasar de aquí en más: "Ahora preso en la cárcel de Ezeiza tiene como 60 personas que colaboran con él. Tiene comunicación todo el día. Le dieron perpetua, pero si no cambian sus condiciones de detención, esto puede ser peor. Le da lo mismo si mata a uno o a diez, su pena ya no cambia. Si no cambian su lugar y sus condiciones de detención, esto va a ser mucho peor".

La vida después del atentado

"Mi vida desde el atentado que sufrí en marzo de 2020 se convirtió en algo de terror. En realidad Carlitos, con buena voluntad, quería convencer a dos laderos de Esteban, al “Muertito” y a Suárez, para que declaren también. Él les dijo que yo lo estaba ayudando. El error fue ese, porque Suárez le contó a Esteban y me vino el vuelto. Tuve mucho tiempo miedo, con la custodia en la puerta de casa, sintiendo que venían con una ametralladora a matarme. Pasé como pude por encima de esa pared que mide tres metros. Y después, por mucho tiempo, no podía estar al lado de alguien que reventaba un globo, porque me daba miedo. Yo hacía ocho años que vivía en esa casa, que había puesto ladrillo sobre ladrillo y me tuve que ir. Corté con todas mis amistades, dejé de ir a gimnasia, administraba un montón de propiedades y perdí casi todas. Después, cuando me recuperé un poco, lo matan a Carlitos".

Este año volvió a haber un intento para asesinarla, o al menos un ofrecimiento: "En enero yo lo volví a denunciar porque Esteban ofreció dos millones de pesos por mi cabeza. Cambié el sistema de custodia fija a custodia móvil, pero es imposible vivir así. Me saco el sombrero con estos dos fiscales Edery y Schiappa Pietra por el trabajo que hicieron con el juicio, pero del Estado, te digo, no siento apoyo".

En el juicio, los abogados de Alvarado le preguntaron a Ortigala si era cierto que tiene una amistad con Vanesa Barrios, novia de Guille Cantero. Algo que fue ratificado por ella misma: "La conozco hace 15 años. Con ella tengo una relación super normal y ellos conmigo son excelentes personas. A ella la frecuento y es verdad que un poco más desde que empezó el juicio. Ella me llamó para preguntarme cómo venía todo. Pero mirá algo: en Rosario es muy fácil encargar un crimen o un daño, pero yo siempre me manejé con la justicia, aún poniendo mi vida en riesgo. Nunca intenté hacerle nada a Esteban ni a su entorno. Con ese contactos que tengo, podría haberlo hecho, pero está lejos de mí hacer una maldad como las que manejan ellos".

Para el final, Ortigala deja una frase sobre lo que sigue de acá en más para ella: "Con mucha terapia, lo que te puedo decir es que hoy estoy aceptando la muerte. A eso llegó mi pensamiento, que si tengo que morir, será así".