Diciembre de 2001: el hambre picaba y la crisis económica y social que mostraba un horizonte sin esperanzas caldeó los ánimos y desembocó en saqueos a supermercados, con cientos de rosarinos reclamando comida en las puertas de cadenas de supermercados.

Uno de ellos era Rubén Pereyra, que aquel fatídico miércoles 19 de diciembre esperaba bolsones de comida en el acceso al hipermercado Libertad, en la zona sur de Rosario. Lo que no esperaban los desesperados rosarinos ese día era que del camión en vez de comida bajaran efectivos policiales. La emboscada resultó fatal: a Rubén lo asesinaron de dos certeros balazos.

A 15 años de aquella tragedia, su viuda María Martínez lo recuerda. Ella y Rubén eran vecinos en barrio Las Flores. Se conocieron a los seis años, porque eran familia política, y crecieron juntos en las callecitas de nombres de plantas y flores. “Nos pusimos de novios cuando yo tenía 14 años y él 16, y lo mataron cuando comenzábamos una familia”, recordó María en diálogo con Rosarioplus.com.

Juntos tuvieron a Aldana, una adolescente de 16 años que aquella calurosa jornada que se llevó a su padre con dos balazos en la espalda y la mano izquierda, tenía apenas un año y once meses.

Para mantener a su mujer y su hija, Rubén hacía changas. Iba con su carro y su caballo a limpiar los jardines de viviendas en los barrios vecinos, y cada tanto tenía algún contrato de tres o seis meses del Proyecto Joven (un plan social de trabajo) del barrio Triángulo.

Cuando apenas su hija dejaba su primerísima infancia y daba sus primeros pasos, preocupado por llevar un sustento, Rubén se acercó al acceso del hipermercado Libertad para pedir bolsones, junto a madres embarazadas y chicos del barrio.

Un camión traería cajas de alimentos, pero cuando llegó, del acoplado en vez de comida salió un grupo de policías armados. “Corrieron a todos, mujeres y chicos incluidos”, recuerda María. los uniformados comenzaron a reprimir. Y aunque debían hacerlo con balas de goma, fueron de plomo las dos balas que dieron contra el hombre. Hubo alrededor de treinta heridos en la balacera.

“Un vecino nuestro vio lo que le hicieron y se acercó a ayudarlo, pero él respondió que estaba bien, y se volvió a parar”. Buscando recomponerse, Rubén caminó hacia un puentecito en el borde de la autopista a Buenos Aires, pero unos pasos después se desplomó. María recuerda aquellos instantes en que recibió la noticia: “Estaba en casa con mi bebé y me llamaron para avisarme que lo hirieron, y fui rápido con mi hermana, pero cuando llegamos ya era tarde”.

María, con sólo 17 años, una beba y sin trabajo, recuerda que “fue muy difícil seguir sin Rubén”. Ayudaron los abogados de los organismos de Derechos Humanos, y recién años después recibió un aporte económico de la Cámara de Diputados de la Nación.

Ocho policías fueron acusados por la causa y todos fueron sobreseídos. María asegura que inclusive “fueron todos ascendidos de cargos”. Es por eso que ella y su hija Aldana forman parte de la Asamblea de familiares de las víctimas del 19 y 20 de diciembre de 2001, que se reunió hace una semana para organizar las actividades conmemorativas.

“En contacto con todos los familiares del país, seguimos exigiendo justicia, porque en 15 años no se hizo nada”. Pero asegura tener esperanza de que alguna causa se reabra, como ocurrió “gracias a una pintada de un mural que dio que hablar en Corrientes, e hizo que un policía sea detenido hace poco, por la muerte de Ramón Arapi, un joven de 22 años”.