Fin de semana y lunes movido para el gobernador Omar Perotti, que marcó una vez más diferencias epidemiológicas respecto de la línea nacional, puntualmente por la prohibición de la presencialidad de las clases, medida que el justicialista adoptó a regañadientes sólo por una semana y no hasta el 21 de mayo como sugirió el DNU presidencial.

Al margen de la demora de los anuncios que le generaron la indignación en Rosario, Perotti convocó a intendentes y presidentes comunales de los departamentos Rosario y Santa Lorenzo, calificados como zona de “alarma” con las correspondientes máximas restricciones, para armar un documento y elevarlo a Nación para que se revea la categoría.

El principal reclamo es el de la prohibición de clases presenciales que quedó evidenciado en la ofensiva rápida que largó el intendente de Rosario el lunes por la mañana. “Queremos que se revea la situación de las escuelas, la última medida debería ser suspender las clases. No podemos tener otras actividades abiertas y las escuelas cerradas”, había sostenido el intendente.

Con ese ímpetu se llegó a la reunión duró más de 2 horas y media donde se analizaron datos e incidencias de la pandemia en ambos departamentos y también de las ciudades de Santa Fe, Venado Tuerto, Rafaela y Reconquista por tener unidades de terapia intensiva.

Según el gobernador, existen parámetros que pueden modificarse y que colocarían a Rosario y San Lorenzo en zona de alto riesgo, es decir, un escalón menor a la “alarma”. Con esa calificación se lograría “tomar medidas homogéneas” con el resto de las ciudades. De hecho, la municipalidad de Rosario entiende que está en una categoría agravada porque su sistema de salud alberga pacientes de otras localidades.