En lo que podría calificarse como un éxito del trabajo de las cancillerías argentina y brasileña, la tensión -al menos la verbal- entre Alberto Fernández y Jair Bolsonaro, disminuyó ostensiblemente. No es bueno que los mandatarios de los dos principales socios del bloque regional más importante de Sudamérica hagan a sus actos esclavos de sus palabras, sobre todo cuando éstas resultan agraviantes.

El aplacamiento de las tensiones -originadas en sustanciales diferencias políticas e ideológicas-, parece haber llegado de la mano de la necesidad impuesta por la realidad, de anteponer los intereses en juego.

La dura realidad a la que la Pandemia de Covid-19 ha sometido a la salud pública y a la economía -macro y micro- parece haber puesto al pragmatismo por sobre la ideología. Y eso, en un bloque cuyo objetivo principal es propiciar un espacio común para generar oportunidades comerciales y de inversiones a través de la integración competitiva de sus miembros al mercado internacional, no es poco. Aunque de todas maneras, resulta insuficiente. Porque el Mercosur -próximo a cumplir 30 años- adolece de algunos de los mismos problemas de siempre. Sería una torpeza pensar que el bloque podría desarrollarse solamente sobre la base de las coincidencias ideológicas, como lo sería pensar que podría avanzar solamente sobre la base de coincidencias pragmáticas. El esfuerzo siempre se puso sobre los intereses económicos y no tanto sobre las coincidencias políticas. Y con coincidencias políticas me refiero a la construcción de una institucionalidad política. Si el Mercosur hubiera desarrollado una institucionalidad fuerte, las diferencias ideológicas se tornarían anecdóticas. Al mismo tiempo, una institucionalidad fuerte permitiría dirimir diferencias de intereses circunstanciales de manera menos permeadas por la coyuntura política de cada uno de los países miembro. Pero después de todo, el fruto no cae demasiado lejos del árbol y la debilidad política e institucional del Mercosur es producto de la debilidad institucional de los miembros que lo conforman.

Más y mejor Mercosur

Bolsonaro

En la asunción de Fernández como presidente del bloque, el mandatario brasileño parecía aplacado. Es muy probable que eso se deba principalmente a dos factores. Pese al desmanejo que su gobierno tuvo de la Pandemia, algunos aciertos legislativos en materia de políticas sociales y otros de los gobiernos regionales y locales parecen haber calmado los ánimos en el país vecino. Sin ir más lejos, las encuestas parecen sonreír al presidente. Bolsonaro siempre mantuvo un núcleo duro de apoyo en torno al 30 por ciento. En los últimos días ese apoyo ascendió al 37 por ciento.

En lo que se refiere estrictamente al Mercosur, Bolsonaro parece estar tranquilo debido a la coincidencia política e ideológica con sus pares de Uruguay y Paraguay. Luis Lacalle Pou y Mario Abdo Benítez están en el espectro ideológico mucho más cerca de Bolsonaro que de Fernández.

Además, hay que advertir que tanto Bolsonaro como cualquiera de sus pares están preocupados por lo mismo: las pospandemia. Todos los integrantes del Mercosur están deseosos de volver a la senda del crecimiento lo antes posible.

Inclusive, Bolsonaro se mostró especialmente optimista respecto de los avances del bloque durante la Pandemia. Señaló que hubo avances en materia de: negociación de acuerdos comerciales; adecuación de la tarifa externa común; tratativas en comercio electrónico y anticorrupción; y  esfuerzos de modernización. Si bien reconoció que existen diferencias en las maneras en que los gobiernos conducen la economía, expresó que dichas diferencias no ponen en riesgo la agenda común, ya que la democracia está en la esencia del Mercosur.

Más y mejor Mercosur

Fernández

El presidente argentino asumió la presidencia del Mercosur con una situación económica y social delicada. A la inversa de lo que sucede con Bolsonaro, Fernández no cuenta actualmente con una afinidad ideológica manifiesta del resto de los presidentes. Esa es una de las razones por las cuales el objetivo central de su conducción semestral del Mercosur será sumar a Bolivia -país que actualmente es miembro asociado- como integrante pleno. En ese caso, Fernández contaría con el recientemente electo presidente boliviano, Luis Arce, como un aliado político e ideológico. En cualquier caso, el proceso no es sencillo y requiere del acuerdo de todas las partes y la ratificación de los congresos de Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay.

Pero es menester aclarar que, independiente de la búsqueda de alianzas políticas e ideológicas coyunturales, la incorporación de Bolivia como miembro de pleno derecho al Mercosur sería un hecho significativo, especialmente si se tiene en cuenta el potencial del país en materia energética. El aporte que Bolivia podría hacer al bloque regional en esa materia, fundamentalmente si fuera capaz de esos recursos a precios preferenciales, favorecería un eventual despegue industrial en la región. Simultáneamente, ejercería presión sobre Chile -otro Estado asociado pero sin membresía plena- para sumarse decididamente al Mercosur. En definitiva, sumar a Bolivia significaría mucho más que una mera ventaja ideológica coyuntural para el presidente argentino.

Más y mejor Mercosur

Arce

Como si Bolivia ya fuese miembro de pleno derecho, el presidente Arce se mostró proactivo y propuso que el Mercosur negocie medidas concretas de alivio de la deuda externa tanto con organismos internacionales de crédito como con naciones y acreedores privados. Expresó que el alivio que requieren los países más afectados por la Pandemia debería incluir la inmovilización temporal de los pagos del servicio de la deuda, la creación de un fondo de créditos que incluya a donantes y aportantes, y el acceso a créditos blandos, con aumento de la ayuda oficial al desarrollo.

El mandatario boliviano sugirió que, en el marco de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), podría crearse un foro global para asuntos de deuda externa y la crisis económica pospandemia.

Arce también propuso que se planteen acciones a los acreedores para fortalecer las reservas financieras, con miras a generar liquidez que financiaría medidas de recuperación económica y lucha contra la pobreza y el hambre.

Todas estas propuestas dejan claro que Arce es capaz de ver con claridad el potencial del Mercosur como vehículo para navegar el proceso de globalización. Es posible pensar entonces que una pronta incorporación de Bolivia y su presidente, podría aportar frescura al bloque.

¿Más y mejor?

El Mercosur se apresta a celebrar en marzo de 2021 los 30 años de la firma del Tratado de Asunción, que es el acta fundacional del proceso de integración regional. Tiene por delante múltiples desafíos. Entre ellos, el acuerdo de libre comercio con la Unión Europea, frenado por internas dentro del bloque comunitario y por las diferencias de Francia con la política ambiental de Jair Bolsonaro. 

Por lo pronto, si se observa la confluencia de intereses que consiste en crear condiciones económicas que permitan salir de la crisis económica en la pospandemia, en eventuales negociaciones conjuntas acerca de la deuda externa, en las enormes ventajas energéticas y geopolíticas que supone la incorporación de Bolivia como miembro pleno y la distensión actual entre Fernández y Bolsonaro, podría pensarse en un futuro promisorio para el bloque, sin perder de vista lo que queda pendiente: un genuino proceso de institucionalización política.