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La respuesta de Mauricio Macri a la marcha de la CGT fue drástica y sin concesiones: desplazaron de sus cargos al viceministro de Trabajo, Ezequiel Sabor, y al superintendente de Servicios de Salud, Luis Scervino, identificados con dos de los sectores participantes de la manifestación.

En el caso del segundo de Jorge Triaca, con quien se dice no había buena sintonía, había llegado a su cargo a partir de la intervención del gastronómico Luis Barrionuevo. Mientras que el coordinador de las obras sociales y prepagas era un hombre del sindicalista José Luis Lingeri, de Obras Sanitarias.

La decisión de Macri de desplazar a los dos funcionarios mencionados pocas horas después de la marcha de la CGT es una evidente manifestación de endurecimiento hacia los sindicatos. El gobierno siguió el acto en el que una CGT fragmentada advirtió la posibilidad de un paro general, decisión que se concretaría recién el 25 de septiembre. Dos horas después, en la Casa de Gobierno, Macri calificó a la movilización como "una pérdida de tiempo, no lleva a ningún lugar".

Vale remarcar que los dos cargos son de relevancia: Scervino manejaba unos 10 mil millones de pesos anuales en recursos para las obras sociales sindicales, más la redistribución de 30 mil millones hacia unas 300 obras sociales sindicales que asignan a tratamientos de alta complejidad.

Hace un año el gobierno de Macri destrababa la deuda del Estado con las obras sociales sindicales que asciende a un estimado de 30.000 millones de pesos. Esta decisión asombró a propios y ajenos, llámese gremios, momento en que la sintonía con los gremios era evidentemente otra.