La elección del próximo presidente del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), la
mayor entidad prestamista en Latinoamérica, esencial para el desarrollo de la región, se
transformó desde hace algún tiempo en el centro de una pugna entre los gobiernos de
Argentina y de los Estados Unidos.

Creado en 1960, el BID estuvo desde 1962 conducido por un presidente de origen
latinoamericano de acuerdo a una regla no escrita pero que siempre fue respetada, hasta
que Donald Trump decidió vulnerarla. El presidente estadounidense intenta imponer al
frente del BID a su asesor de asuntos hemisféricos, Mauricio Claver-Carone. Por su parte,
el gobierno argentino intenta negociar la candidatura de Gustavo Béliz, quien presidió el
Instituto para la Integración de América Latina y el Caribe (INTAL), organismo que forma
parte del BID y se ocupa de dinamizar los procesos de integración.

La forma de elección en el organismo financiero consiste en un sistema de votos
ponderados, es decir que, cada país miembro -sobre un total de 48- representa un
porcentaje, motivo por el cual el quórum se alcanza al reunir dos tercios de los votos
ponderados en la asamblea. Eso le da ventaja a la postura de los Estados Unidos, que
contaría con el apoyo clave de Brasil, así como de Colombia, Paraguay y eventualmente
Uruguay, entre otros.

Del lado argentino se encuentran alineados México, Chile y la Unión Europea (UE), dado
que 14 de sus integrantes son países miembros no prestatarios. Ante la postura ventajosa
de los Estados Unidos, este grupo apunta a posponer las elecciones en el BID hasta
marzo de 2021, es decir, luego de las elecciones presidenciales que tendrán lugar el 3 de
noviembre en los Estados Unidos, a la espera de una eventual derrota de Donald Trump.
Para posponer las elecciones es necesario impedir el quórum, lo cual implica la ausencia
de un cuarto de los votos ponderados.

Intereses que van más allá de lo evidente

Está claro que el gobierno estadounidense tiene una posición de fuerza en la disputa con
su par argentino. Pero la verdadera batalla, la libra la administración Trump con China, no
con Argentina. El gobierno estadounidense intenta hacer valer su primacía en el
hemisferio frente a los que considera avances chinos en la región, en el marco de la
guerra comercial global que ambos países protagonizan.

En tal sentido, es válido recordar que China es parte del BID desde el año 2009 cuando
se convirtió en el 48° y último país miembro. La creciente presencia china consolidada en
las últimas dos décadas desafía la cohabitación hegemónica de los Estados Unidos en la
región. Esa presencia puede observarse en el aumento de las inversiones chinas en la
región y muy especialmente en el ascendente protagonismo de entidades financieras
como el ICBC, el Eximbank, el Bank of China y el China Development Bank, entre otros.
Un detalle no menor en este entramado es que justamente el mayor socio comercial de
Argentina es precisamente China.

El primer indicador de la postura de la administración Trump respecto de Latinoamérica
fue la reelección de Luis Almagro al frente de la Organización de Estados Americanos
(OEA). Avaló la continuidad al frente de ese organismo eminentemente político de un
instrumento confiable. El segundo, es justamente la elección del próximo presidente del
BID, organismo eminentemente económico y financiero. Para decirlo de otra manera:
Trump apunta a controlar a Latinoamérica con una rienda política (la OEA) y con una
rienda económica (el BID).

Si bien la OEA y el BID han sido instrumentos de los Estados Unidos durante la Guerra
Fría, esta pretensión de volver a utilizar ambos organismos para disciplinar a su patio
trasero no hace más que mostrar una concepción regresiva que podría terminar por alejar
aún más a estas instituciones de la agenda y de los temas estratégicos que afectan a la
realidad latinoamericana.

Por otra parte, si Argentina, México y Brasil lograran acercar posiciones, podrían equilibrar
el dominio estadounidense, pero el gobierno de Jair Bolsonaro está alineado
irremediablemente con el de Donald Trump. Es por eso que Argentina y México intentan
llenar el espacio vacío con el apoyo europeo. Los desacuerdos entre latinoamericanos
concluyen por regalarle protagonismo a los Estados Unidos, Europa y China.

En este contexto, a medida que se descuentan los días para las presidenciales
estadounidenses del 3 de noviembre, se tensa la cuerda respecto de la elección del
próximo presidente del BID. La fecha clave es el 12 de septiembre, día en el cual debería
realizarse la elección del nuevo presidente del organismo.

Posponer para ganar

La estrategia de la suspensión de la elección impulsada por el gobierno de Alberto
Fernández fue avalada la última semana a través de una carta pública firmada por seis
expresidentes iberoamericanos. En un texto más duro que en otras ocasiones, los líderes
consideran que la candidatura del gobierno estadounidense constituye una grave falta de
respeto hacia las reglas de convivencia hemisférica e internacional y ciertamente una
seria agresión a la dignidad latinoamericana. La carta fue firmada por Juan Manuel Santos
(Colombia), Ernesto Zedillo (México), Felipe González (España), Fernando Henrique
Cardoso (Brasil), Ricardo Lagos (Chile) y Julio María Sanguinetti (Uruguay). Con una
aspereza poco habitual para el lenguaje diplomático de este tipo de escritos, la carta
comienza diciendo: Ha llegado la hora de reiterar con vehemencia la importancia de
posponer la elección del próximo presidente del BID porque, tal como se ha procedido con
la candidatura de un ciudadano estadounidense, estamos no solo frente a la ruptura de
una práctica que ha acompañado la historia de la institución sino ante una gravísima
violación del acuerdo político fundamental con el cual nació.

En la misiva, los exmandatarios recordaron que el pasado 10 de marzo, el BID pospuso
su asamblea anual, prevista en Barranquilla, Colombia, debido a las extraordinarias
circunstancias de salud pública generadas por la respuesta global al coronavirus. Si esa
fue la razón a mediados de marzo dice la carta, mucho más lo es ahora con 180 mil
muertos en Estados Unidos, 115 mil en Brasil y 60 mil en México. Para los expresidentes
la elección debería realizarse indudablemente en marzo del año que viene.
En caso de lograr la posposición y si Joe Biden se queda con la presidencia de la primera
potencia mundial, la apuesta es a que el demócrata respetaría la regla no escrita que
sostiene que un estadounidense conduce el Banco Mundial, un europeo el FMI y un
latinoamericano el BID.

La batalla por venir

Para que no haya quórum y la elección se postergue, el 12 de septiembre tendría que
ausentarse al menos la cuarta parte del capital. Y aquí es donde hay que usar la
calculadora: Argentina tiene el 11 por ciento, México el 7 por ciento y Chile el 3 por ciento,
y se da por descontado que Costa Rica (0,5 por ciento) seguirá sus pasos. Y hay dudas
respecto de qué harán Perú (1,5 por ciento) y Uruguay (1,2 por ciento), aunque todo
parece apuntar a que se sumarían al grupo, que quedaría al filo del 25 por ciento
requerido. Con Brasil, Venezuela -la representación en el BID la lleva el equipo de Juan
Guaidó- y Colombia alineados con Trump, la posición europea se torna clave. Hay que señalar en este punto que la UE no vota en bloque sino que lo hacen individualmente
cada uno de sus miembros.

El final está abierto pero la reacción del propio candidato de Trump a presidir el BID,
Mauricio Claver-Carone, hace pensar. Acusó al gobierno argentino de querer secuestrar
las elecciones. Esas palabras suenan a la queja de quien se siente derrotado de
antemano. Lo cierto es que hace un mes prácticamente nadie pensaba que fuese posible
doblegar a los Estados Unidos y postergar la elección. Hoy ese escenario no es para
nada imposible.