El peronismo, tanto a nivel nacional como en la provincia de Santa Fe, está convencido de que “ahora arranca una campaña distinta” como dijo el presidente del Partido Justicialista provincial, Ricardo Olivera, que ya juntó a los distintos sectores que pugnaron en las PASO alrededor de una mesa chica partidaria. Recuperar “la mística y la militancia territorial” parece ser la consigna, que no es novedosa, para el movimiento que siempre supo construir con la gente. Pero los principales dirigentes saben que no es sólo ahí donde se falló como tampoco fueron las reuniones de gabinete nacional que comenzaban después de las 10 de la mañana, el horario porteño por excelencia. El señalamiento en los resultados de las internas es más profundo y apunta al empleo, la pobreza y la calidad de vida.

Ese poder transformador es el que perdió el peronismo y eso no se recupera de la noche a la mañana. “Si sólo miramos noviembre nos estamos equivocando”, dijo Olivera en un razonamiento casi idéntico al de Máximo Kirchner cuando soltó que lo importante “no es el resultado de la elección sino que la gente empiece a vivir un poco mejor”.

En este contexto la frase que imprimió en una remera el estrafalario economista ahora candidato a diputado nacional Martín Tetaz (“Ah, pero Macri…”) adquiere algo de sentido. Ya no se puede crecer sólo con el antagonismo creyendo que los votantes notarán la diferencia entre un modelo y otro aunque el proyecto de Juntos por el Cambio se destaque por perjudicar a las mayorías. Llegó el momento en el que la gente debe notarlo de manera contante y sonante.

Sin esa tracción de la forma de vida las fuerzas mayoritarias deberán estar listas para el juicio pendular cada dos años: Dos nucleamientos con un voto duro y fiel de alrededor del 30 por ciento y otro tercio oscilante que inclina la balanza y hasta se da el lujo de encumbrar a uno que otro outsider. ¿Qué jefe de familia hubiese votado por Macri en 2015 si hubiese creído que ponía en riesgo el futuro de los suyos? Cuatro años después sintió en su propia espalda el yugo y por eso cambió.

Históricamente las mayorías adquieren los postulados del discurso hegemónico. Si no, Arturo Jauretche tendría que haberse dedicado a la literatura en lugar de escribir los libros que escribió. Por otros medios, hoy esa realidad se sigue dando. Por eso es que a nadie escandaliza que en plena campaña política JxC se haya dado el lujo de instalar el proyecto que suprime la indemnización por despido para reemplazarlo por un seguro de desempleo que, ya se vio, suele estar en cero cuando llega la hora infausta. Este sólo hecho debería disuadir al 90% de los trabajadores registrados de la Argentina a la hora de votar. Pero no funciona así.

En Santa Fe la decisión de provincializar la campaña tuvo su efecto positivo. “Si no podemos mostrar lo que estamos haciendo…”, decía off de récord el gobernador Omar Perotti que pudo con los resultados de estas PASO afianzar su liderazgo para encaminar el resto de su mandato.

Pero al igual que Marcelo Lewandowski, que volvió a hacer una gran elección, a todos los peronistas les quedó el gusto amargo de ser superados por 10 puntos por la sumatoria de las distintas fracciones de Juntos por el Cambio. Falta ver cuánto retiene de todos esos votos el sector que encabezó la periodista Carolina Losada porque esa decena porcentual no la ganó JxC sino que, como pasó a nivel nacional, la perdió el peronismo respecto de 2019. 

Ya no se trata solamente de la figura de la periodista televisiva (a nadie parece haberle importado que viva en Buenos Aires desde hace décadas) sino de la estructura radical que caminará el territorio propio para conservar votantes. Sin embargo, hay una esperanza compartida por peronistas y socialistas: Que los “heridos” de la batalla del 12 de septiembre fuguen hacia el Frente Amplio Progresista y, muchos menos, al propio peronismo. Calma, no falta tanto.