Desde el 16 de septiembre la protesta no cesa en más de 20 ciudades iraníes. El enojo aumenta frente a la impasibilidad y la coerción exhibidas como únicas respuestas del régimen teocrático que gobierna Irán. Producto de la represión de las fuerzas de seguridad, se registraron al menos 17 muertes y 500 personas heridas. Todo comenzó con una joven que caminaba por Teherán y cuyo uso “incorrecto” del velo contravino la moral impuesta por el régimen.

Masha

El martes 13 de septiembre, Masha Amini, una joven de 22 años de origen kurdo que estaba de vacaciones con su familia, caminaba por el centro de la capital iraní cuando fue interceptada por la “policía de la moral”. Su manera de caminar subvertía el orden porque el velo no la cubría lo suficiente. Se la llevaron a la comisaría para “reeducarla” sobre el uso del velo. Tres días después, Masha moría en un hospital. La policía la había trasladado allí dos horas después de su detención. Las protestas por su muerte comenzaron el mismo día.

La información oficial suministrada por las autoridades iraníes indicó que la joven sufrió un paro cardíaco en la dependencia policial. Para justificar esa versión, se hicieron públicos algunos vídeos en los que se ve a Masha desplomarse en la comisaría. Permaneció en coma hasta que otros dos infartos acabaron con su vida.
Sin embargo, su familia, la sociedad civil, y las organizaciones de derechos humanos exigen saber las circunstancias en las que murió la joven y acusan a la policía de darle una paliza mortal. Amini no tenía problemas cardíacos según expresaron sus allegados. Tras su ingreso al hospital, diversos testigos afirmaron que ya había sido golpeada en la furgoneta policial en su traslado a comisaría. Pero lo que atraviesa el hecho de cabo a rabo es el machismo que impone un férreo control sobre cada instante de la vida de las mujeres en Irán.

La muerte de Masha Amini es el último de un conjunto de actos marcados por el recrudecimiento de la violencia contras las mujeres en un país gobernado desde 1979 por un grupo de clérigos islámicos. Las detenciones violentas de mujeres por no ajustarse al código de vestimenta del régimen no son una cuestión aislada y los videos en los que se puede verse a grupos de policías de la moral reduciendo y arrastrando a mujeres mientras otras mujeres, familiares y amigos las defienden, se multiplican en las redes sociales.

La policía de la moral

La fuerza es una presencia importante en la vida diaria de Irán y se encarga de hacer cumplir el código de conducta islámico en público, con la potestad de detener a las personas -principalmente mujeres- que “contravienen” el código de vestimenta conservador cuyo objetivo es “promover la virtud y prevenir el vicio”.

Las patrullas constan de agentes hombres y mujeres que se paran en lugares públicos concurridos, como centros comerciales, plazas y estaciones de transporte público. Tienen el poder de detener a las mujeres que usan incorrectamente o directamente no llevan puesto el hiyab -el velo que cubre el cabello- obligatorio desde la revolución islámica de 1979 liderada por el ayatolá Ruholá Jomeiní, quien afirmaba que sin él, las mujeres estaban “desnudas”. También evalúan si las mujeres muestran demasiado cabello, si su ropa es demasiado corta, si sus pantalones son muy ajustados o si usan demasiado maquillaje. Los códigos prohíben el uso de jeans rasgados, atuendos de colores brillantes y vestidos que dejan expuestas las rodillas.

Las personas detenidas pueden recibir una notificación o, en algunos casos, son conducidas a un “centro correccional” donde se les da una lección sobre cómo vestirse y comportarse “con moralidad”. Generalmente son liberadas el mismo día ante algún familiar hombre. Pero en ocasiones los castigos por violar las reglas también pueden incluir una multa, la prisión o la flagelación.

Otra rama policial tiene presencia en todas las universidades iraníes para monitorear la vestimenta y el comportamiento de las personas, dado que es en los centros de educación superior donde las mujeres y los hombres se encuentran por primera vez en un entorno educativo mixto.

Pese a que ya transcurrieron 43 años desde la Revolución Islámica que instauró el régimen teocrático, las autoridades siempre enfrentaron problemas para hacer cumplir esas reglas.

Reacción

La muerte de Masha conmocionó al país. El personal sanitario que la atendía la homenajeó mientras retiraban su cuerpo del hospital. El funeral, realizado en su ciudad natal, estuvo marcado por una indignación que se desparramó de inmediato por una veintena de ciudades donde mujeres y hombres corearon lemas contra el líder supremo, Alí Jameini, y contra la policía de la moral. Las mujeres se arrancaron el velo y lo agitaron en señal de protesta. El último fin de semana, vídeos de mujeres quemando sus velos y cortando su cabello comenzaron a poblar las redes sociales. En las universidades, miles de estudiantes comenzaron a exigir el fin de las políticas contra las mujeres.

Las fuerzas de seguridad hicieron lo único que saben hacer en el marco del autoritarismo: reprimieron violentamente. También se restringió el acceso a internet. Sin embargo, las protestas continuaron.

¿Por qué la reacción fue tan contundente y el régimen no puede sofocarla? La muerte de Amini se produjo en un momento de descontento político. La líder de la oposición, Maryam Rajavi, convocó a manifestarse públicamente y tuiteó: “las resistentes y resilientes mujeres de Irán enfrentarán la tiranía y opresión de los mullah y los cuerpos de la guardia revolucionaria islámica, y los vencerán. Las mujeres y el pueblo iraníes les combatirán con toda su voluntad”.

Junto a otras figuras políticas reformistas, pidió la supresión de la policía de la moral.

Mientras tanto, la diáspora iraní convocó manifestaciones en los Estados Unidos contra la visita presidente ultraconservador Ebrahim Raisi, con motivo de su asistencia a la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU).

El pueblo iraní cuenta con un nutrido historial de protesta contra las imposiciones del régimen. Ya el 8 de marzo de 1979 las mujeres protagonizaron una gran marcha para denunciar las medidas que el recién ascendido al poder, Ruhollah Jomeini, impuso para limitar su participación en el espacio público, así como el rígido código de vestimenta. El pasado mes de julio tuvo gran alcance una campaña contra la obligatoriedad del velo, a la que se unieron en redes sociales mujeres religiosas que argumentaban llevar el hiyab por elección mientras denunciaban el mandato de vestir esta prenda. El medio de comunicación Irán International informa que distintos sondeos de opinión avalarían que hay una mayoría de la sociedad opuesta al cumplimiento forzado de los códigos de vestimenta.

Más allá del machismo y la violencia de género, en 2019 la gente salió a la calle por el aumento del precio de los combustibles. En 2020 y 2021 las sequías provocaron grandes manifestaciones. Este año, las bajas jubilaciones y el aumento del precio del pan llevaron a buena parte de la población a desafiar una vez más a las autoridades con manifestaciones callejeras. Pero en todos esos casos, quienes se manifestaban retrocedieron ante el empleo de la violencia estatal. Durante décadas, los intentos de reformar el sistema han sido aplacados. El régimen ha respondido con violencia y manipulación de las elecciones.

Esta vez, el dolor por la muerte de Mahsa Amini logró algo distinto a las otras protestas. Produjo una empatía y una solidaridad capaces de atravesar clases sociales, grupos etáreos y género.

Si se mantienen unidas, quizás las mujeres constituyan el núcleo en torno al cual se articule el cambio en un país dominado por un régimen autoritario y machista.