Las dificultades de amplios sectores de la población mundial para acceder a los medicamentos pone de relieve la conducta monopólica de los grandes laboratorios.

Los medicamentos son un insumo esencial para la salud, es por eso que cualquier dificultad en el acceso a ellos repercute directamente sobre la calidad de vida de la población. Las patentes de medicamentos fueron fundamentadas inicialmente en la protección de la propiedad intelectual.

Sin embargo, el uso de las patentes ha sido utilizado por los grandes laboratorios como un instrumento tendiente al control de precios para maximizar sus ganancias y, como consecuencia, han incurrido en tendencias claramente monopólicas. Es decir que a través del uso y el abuso de las patentes, la ha ido perdiendo de vista la función social de los medicamentos, y dados sus costos cada vez más altos, divide a la población planetaria entre quienes pueden pagarlo y quienes no.

Desde luego, en el mundo desarrollado es más sencillo que sociedades con un mejor nivel de vida, necesiten menos medicamentos porque la exposición a enfermedades es menor, sin contar que, al gozar de un mayor poder adquisitivo, esas sociedades tienen menos dificultades para adquirir los medicamentos.

En los países en vías de desarrollo la situación es exactamente a la inversa. Es por eso que las políticas de medicamentos genéricos aparecieron como una alternativa frente a esta problemática, dado que no se centran solamente en la reducción del precio, sino que buscan asegurar la calidad del producto.

Acceso a los medicamentos

El acceso a la salud es esencial para la vida misma y constituye un bien social y humano. El acceso a los medicamentos forma parte de ese acceso a la salud y, por ese motivo no puede caerse en la simplificación de dejar al mercado como regulador de la salud colectiva.

Existe un verdadero acceso a los medicamentos cuando se cumplen las condiciones de oportunidad, calidad y cantidad, efectividad y eficacia, costo y, por último, información. De las condiciones mencionadas, el costo del medicamento resulta esencial porque constituye una limitación determinante para su acceso.

No existen otros bienes de consumo para los cuales haya una diferencia de precios tan grandes entre productos similares, porque los medicamentos son  productos de carácter esencial. Es por eso que no existe entonces la clásica relación entre oferta y demanda, donde a mayor oferta disminuye el precio.

La justificación de la industria farmacéutica para mantener precios exorbitantes en los medicamentos se funda en los elevados costos de la investigación y el desarrollo, en la capacitación de profesionales de la salud y en la capacidad de generar riqueza y puestos de trabajo.

Las patentes como arma

Una patente es un derecho de exclusividad para la explotación económica de una invención. Por un lado protegen la propiedad intelectual, pero también son utilizadas para justificar conductas monopólicas de empresas que, además de influir directamente sobre el precio del producto, impiden o retrasan la aparición de competidores. Un aspecto a considerar y que sustenta la idea de que el medicamento es considerado como un bien de mercado, es que las regulaciones sobre producción, utilización e innovación de fármacos se regulan principalmente por normas establecidas por la Organización Mundial de Comercio (OMC) y no por la Organización Mundial de la Salud (OMS). Si bien las declaraciones establecidas por los organismos internacionales no son directamente vinculantes, integrar la OMC constituye una necesidad de los países para su desarrollo y determina que lo resuelto en los distintos acuerdos comerciales sea de carácter prácticamente obligatorio.

Durante el periodo de vigencia de las patentes el laboratorio goza del derecho exclusivo de fabricar el producto, comercializarlo, licenciarlo, importarlo y exportarlo. A eso se agrega el hecho de que un grupo reducido de laboratorios posee la gran mayoría de las innovaciones en el campo farmacéutico. Puede concluirse entonces que el acceso a los medicamentos protegidos por patentes depende fundamentalmente de decisiones empresariales.

Entre las compañías farmacéuticas más valiosas del mundo en 2019, Roche (Suiza) es la líder mundial con un valor estimado en alrededor de 6914 millones de dólares. La siguen Bayer (Alemania), con 6209 mil millones, Pfizer (Estados Unidos) con 4776 mil millones, Abbot (Estados Unidos) con 4455 mil millones y cierra las primeras cinco posiciones Merck & Co (Estados Unidos) con  4141 mil millones de dólares. El sexto lugar lo ocupa Sanofi (Francia) con 3384 mil millones, después se ubica Novartis (Suiza) con 3362 mil millones, Celgene (Estados Unidos) con 3310 mil millones; Glaxo Smith Kline (Reino Unido) con 3286 millones y AbbVie (Estados Unidos) con 2985 mil millones de dólares. Como puede observarse, las diez compañías farmacéuticas más poderosas del planeta son europeas o estadounidenses. De allí que las regulaciones de la Unión Europea (UE) y de los Estados Unidos tienden a proteger a sus industrias farmacéuticas.

La alternativa de los medicamentos genéricos

Se trata de aquellos fármacos que no son producidos por el laboratorio que originalmente lo produjo y lo patentó. Es decir que se los comercializa cuando legalmente no existe o ha terminado el derecho que permitía a sólo un laboratorio usufructuar el producto.

El problema del acceso a los medicamentos debido a los altos costos afecta a casi todas las sociedades, pero es especialmente notorio en los países en vías de desarrollo. Las políticas que involucran la producción de medicamentos genéricos apuntan a bajar los precios para facilitar el acceso de la población a los medicamentos, pero al mismo tiempo fortalecen la competencia en el mercado y para ello no pueden descuidar el aspecto central de la calidad.

La pugna por los medicamentos enfrenta a los países industrializados, que defienden por todos los medios a sus industrias farmacéuticas y tienden a patear la escalera de aquellos otros países en vías de desarrollo que plantean la necesidad de garantizar para sus sociedades el acceso a medicamentos con precios adecuados a su realidad. Los primeros utilizan a las patentes como armas. Los segundos, utilizan los medicamentos genéricos.

Así como las patentes desvían muchas veces su esencia al permitir la explotación monopólica de un producto que no supone innovación alguna, sino que solamente apunta a la ganancia del laboratorio perdiendo de vista la finalidad social del medicamento, cuando no hay regulaciones y controles apropiados, el medicamento genérico puede convertirse en parte del problema en vez de una solución si no respeta estándares de calidad apropiados.

La UE apoya los intereses empresariales de las multinacionales farmacéuticas europeas muchas veces a expensas la salud de la población mundial, especialmente la de los países en vías de desarrollo de Asia, África o América que mayoritariamente carecen de capacidad para investigar o comercializar medicamentos. Resulta ilustrativa la represalia comercial contra los laboratorios de la India, dado que este país, junto a Brasil y Sudáfrica entre otros, desarrollaron una potente industria de producción de genéricos que ponen a disposición de países en desarrollo a precios asequibles.

Hay un aspecto que es motivo de fuertes tensiones entre los países que estimulan la producción de medicamentos genéricos y la industria farmacéutica, y es el que se refiere a los bajos estándares de patentabilidad. Se trata de la presentación de solicitudes de patente sobre desarrollos que no suponen un descubrimiento o invento sustancial, sino que se refieren a una nueva presentación, forma o dosificación de un medicamento ya existente. De esta manera se bloquea o demora la competencia de otras marcas.

Otra consideración es que si bien las patentes pueden ser impugnadas por vía de la acción de nulidad, una vez concedidas, el costo de los litigios es una limitación para los países en vías de desarrollo, quedando vigentes patentes que no reúnen los requisitos objetivos de patentabilidad.

La conclusión final es que en esta auténtica guerra -que tiene una multitud de muertos y heridos- las víctimas principales son los pacientes a los que se dificulta el acceso a los tratamientos por motivos económicos, los sistemas sanitarios públicos que pagan sumas millonarias por los medicamentos que ponen en riesgo su sostenibilidad, y los contribuyentes que los solventan con sus impuestos.

Sería deseable encontrar un equilibrio entre aquellos instrumentos que aseguran el acceso a los medicamentos de manera universal -medicamentos genéricos- y aquellos otros destinados a estimular la investigación y el desarrollo de nuevos tratamientos que permitan mejorar la calidad de vida -patentes- sin perder de vista que lo que está en juego es la vida de cientos de millones de seres humanos.