El domingo 2 de octubre Luis Inacio Lula Da Silva alcanzó el 48,4 por siento de los sufragios en la primera vuelta electoral y quedó primero, mientras que Jair Bolsonaro obtuvo 43,2 por ciento y es el único presidente brasileño que ha entrado a un balotaje con menos apoyo que su rival.

Sin embargo, la diferencia de 5,2 puntos porcentuales entre ambos fue bastante menor a la proyectada por los sondeos de opinión, que previamente a las elecciones ubicaban a Lula con una ventaja de hasta 14 puntos sobre Bolsonaro y con chances de superar la mitad de los votos válidos y evitar así el balotaje. Debe decirse que las consultaras de opinión no se equivocaron demasiado respecto del porcentaje de votos que obtuvo Lula. Pero se hizo evidente que no pudieron o supieron ver la consolidación del voto a la derecha de un amplio sector del electorado brasileño.

Bolsonaro aparece entonces como una figura con tendencia centrípeta, con un vigor político mayor al que podía preverse, pero las explicaciones no se fundan solamente en eso. Si se observan con detenimiento los resultados de las elecciones estatales y legislativas, podrá advertirse que la tendencia a votar por alternativas de derecha, creció y se consolidó desde 2018 a la fecha.

Parecía un fenómeno pasajero

Bolsonaro fue elegido en 2018 en medio de una crisis económica y política, en un contexto de proliferación de escándalos de corrupción que involucraron al Partido de los Trabajadores (PT) de Lula y a sus aliados políticos.

El ascenso político del excapitán, nostálgico del régimen militar que el país tuvo entre 1964 y 1985, y que había ocupado una banca de diputado durante 27 años sin pena ni gloria, fue visto en ese momento como una reacción frente al desencanto popular con la dirigencia política tradicional.

Sin embargo, Bolsonaro supo captar y ponerse al frente del sentimiento de la ola conservadora surgida en la última década en Brasil como reacción a la expansión de derechos de las minorías en democracia.

Resulta necesario entonces esforzarse por entender el comportamiento del electorado, en un contexto de polarización creciente y en el cual las formas de comunicar y comunicarse también mutaron. Las redes sociales y las aplicaciones de comunicación interpersonal cobraron un protagonismo decisivo como medio para hacer campaña. Simultáneamente, los medios de comunicación tradicionales se han rezagado cada vez más y su consumo mayoritario puede vincularse a grupos etarios de edad cada vez más avanzada.

Algunos datos reflejan lo anterior. Bolsonaro es quien tiene mayores audiencias en todas las plataformas de internet. En Instagram tiene 22 millones de seguidores, contra los 7 millones de Lula. En Facebook también gana el duelo con 14 millones frente a los 5 millones que reúne Lula, a pesar de haber creado la página un año antes que el actual presidente.

Crecimiento en todos los frentes

Más allá del caudal de votos alcanzado por Bolsonaro, debe observarse con especial atención el resultado de las elecciones legislativas y la conformación del Congreso que acompañará al próximo presidente.

El Partido Liberal (PL), al cual Bolsonaro se afilió en noviembre del año pasado, se aseguró 98 diputados federales en una cámara cuyo total es de 513 y tiene así la bancada electa más numerosa de Brasil en los últimos 24 años. Se trata de un gran logro para un partido que en las elecciones de 2018 alcanzó apenas 33 diputados y tenía entre sus figuras más notorias al exfutbolista Romário y a un payaso conocido por su nombre artístico de Tiririca. Por su parte, el PT -la mayor fuerza política brasileña en lo que va de este siglo- obtuvo 76 escaños de diputados (20 más que en la actual composición). En el Senado, el PL también tendrá la mayor bancada.

Cabe destacar que muchos de los legisladores elegidos, son funcionarios de altos cargos del gobierno de Bolsonaro, incluidos los de aquellas áreas que fueron más cuestionadas debido a su dudoso desempeño, tales como ambiente, salud, educación y ciencia.

También debe subrayarse que otros partidos políticos, también de derechas, alcanzaron una representación importante en el Congreso.

Respecto de las elecciones en los 27 Estados que componen el país, cabe señalar que los candidatos a gobernador aliados a Bolsonaro salieron primeros en los tres estados con más votos: el de São Paulo irá a un balotaje con un rival del PT, mientras los gobernadores de Minas Gerais y Río de Janeiro fueron reelectos en primera vuelta. Esto incluye a Claudio Castro, en cuyo gobierno ocurrieron tres de las cinco operaciones policiales en las favelas más brutales que se recuerden en la historia de Río.

En los estados del noreste Lula ganó con amplia ventaja, mientras en los del sureste más rico y eurodescendiente, Bolsonaro venció por mayor margen.

El presidente parece haber recibido un respaldo importante entre los sectores medios urbanos y Lula tuvo un apoyo esperado de los votantes más pobres, pese a que Bolsonaro les aumentó la asistencia económica en los últimos meses.

En suma, el próximo presidente de Brasil tendrá que gobernar con un Congreso claramente conservador y numerosos estados gobernados por políticos conservadores. Si el elegido en la segunda vuelta es Lula, tendrá por delante un panorama claramente adverso.

Algunas conclusiones

En los últimos cuatro años, el presidente generó temor a una crisis institucional al descalificar en reiteradas ocasiones a los poderes Legislativo y Judicial, o al cuestionar sin pruebas la fiabilidad del sistema electoral. La pésima gestión de la pandemia convirtió a Brasil en el segundo país con más muertes por Covid-19 en el mundo. Surgieron nuevos escándalos de corrupción que salpicaron a su gobierno y a su entorno familiar. La Amazonia batió récords de deforestación. Millones de brasileños y brasileñas cayeron en la pobreza y el país entró en recesión el año pasado. Pese a todo eso, Bolsonaro y su partido hicieron una buena elección. ¿Cómo se explica eso?

En primer lugar, se advierte una consolidación del voto conservador en términos generales, pero especialmente en torno a la figura de Jair Bolsonaro. La particularidad es que el presidente hace ese conservadurismo más extremista, más orgánico y concentrado en sus propias agendas. Es decir, lo polariza y lo lleva al extremo.

Pese a que la pobreza aumentó, la inflación y el desempleo disminuyeron. Es posible que esos factores hayan inyectado optimismo respecto del desempeño de su gobierno en sectores importantes de la población.

También puede deducirse que existió un “voto vergonzante”, por parte de quienes no se animaban a expresar públicamente su preferencia por Bolsonaro y también un “voto útil” de aquellas personas que pensaban apoyar a otros candidatos y a último momento votaron por él para evitar que Lula ganara sin balotaje.

Pero por sobre todas las cosas, hay que asumir que el ascenso de las derechas en Brasil y en distintos lugares del mundo no puede desvincularse de las personas que votan, que saben lo que proponen y hacen los y las candidatas por inhumano que fuera y, aún así, les apoyan.

Por último, pese a que es temprano para anticipar quién ganará el balotaje, todo parece indicar que la derecha en general y el bolsonarismo en particular, será protagonista de la vida política brasileña en los próximos años, inclusive si Lula fuera el próximo presidente.