El domingo 7 de febrero se llevaron a cabo elecciones generales en Ecuador. El saldo fue una única certeza: que el 11 de abril la ciudadanía volverá a las urnas para definir quién será el próximo presidente. 

Los resultados fueron claros respecto del primer lugar, que mostraron una clara ventaja de Andrés Arauz, un joven economista avalado por el exmandatario Rafael Correa, quien obtuvo el 32,43 por ciento de los sufragios conforme a la información suministrada por el Centro Nacional Electoral (CNE). Sin embargo, el porcentaje alcanzado por Arauz no fue suficiente para consagrarse presidente en primera vuelta, y eso forzó al ballotage. 

Pero la incertidumbre no concluye ahí. El segundo lugar quedó enredado en una tensa disputa entre dos candidatos que mantienen una mínima diferencia y que solamente tienen en común su anticorreísmo, dado que sus posturas política e ideológica se ubican en extremos opuestos. Por un lado, se encuentra Yaku Pérez, líder del Movimiento de Unidad Plurinacional Pachakutik (MUPP-18), de característica indigenista, progresista y ambientalista. Por el otro, Guillermo Lasso, un empresario procedente del sector bancario, miembro del Opus Dei y representante del más rancio conservadurismo. Es decir que, mientras Pérez representa a los sectores históricamente postergados, Lasso representa a los dueños tradicionales de Ecuador.

Los datos iniciales correspondientes al conteo rápido, le daban una ligera ventaja a Pérez, pero el último miércoles por la noche, casi finalizado el recuento, el CNE reportó que Lasso había superado con 19,68 por ciento de los votos a Pérez, quien se situó en tercer lugar con el 19,59 por ciento, que lo deja afuera de la segunda vuelta electoral. 

Reacciones

Inmediatamente, las bases del movimiento indígena comenzaron a agruparse en Quito, Guayaquil y otras provincias para reclamar que no se perjudique a su candidato. Además, Yaku Pérez aseguró que pedirá una auditoría y que se vuelvan a contar los votos en varias provincias, además de afirmar que planea presentar una demanda por supuesto fraude electoral.

Por su parte, Lasso publicó un video en las redes sociales en el que aseguró que estaba claro que había accedido a la segunda vuelta. 

Sin embargo, aún faltaban contabilizar actas que representan una importante cantidad de sufragios. Es por ese motivo que todas las miradas se depositaron sobre Guayas, el Estado de procedencia de Lasso, y en las denominadas actas con novedad, aquellas en las que hay algún tipo de discrepancia. En Guayas, no ganó Lasso sino Arauz, el candidato correísta, pero el empresario obtuvo muchos más votos que Pérez: 25,3 por ciento frente a un 8,7 por ciento, con el 88,19 por ciento de las actas computadas. Hay que tener en cuenta que Guayas es el centro de CREO, la alianza de Lasso y el Partido Social Cristiano (PSC) que ha gobernado ese Estado durante décadas. Esos hechos despiertan la desconfianza de Pérez y sus seguidores en el recuento en ese Estado en particular.

La polémica llevó a que el CNE y la Misión de Observación Electoral de la Organización de los Estados Americanos (OEA) convocaran a los tres candidatos -Arauz, Pérez y Lasso- por separado para aclarar cuentas y pedirles calma. Sin embargo, las dudas están a la orden del día y todo hace pensar que Pérez y el movimiento indigenista presentarán impugnaciones ante el CNE y después apelaciones ante el Tribunal Contencioso Electoral (TCE), añadiendo mayor tensión e incertidumbre sobre el proceso que culminará en la segunda vuelta electoral y sobre las estrategias a seguir por cada agrupación en su afán por alcanzar la presidencia o, en su defecto, las ventajas de un eventual acuerdo con el candidato que decidan apoyar.

Escenarios

Es difícil prever qué sucederá de aquí al 11 de abril, día en el que además del ballotage ecuatoriano, habrá elecciones generales en Perú y elecciones para convencionales constituyentes en Chile, un dato que es significativo porque se está delineando una reconfiguración del poder político e ideológico en Sudamérica, que ya comenzó con la elección de Luis Arce como presidente de Bolivia a fines del año pasado. 

Sin embargo, hay algunos datos que pueden brindar algo de claridad sobre el futuro panorama político de Ecuador. En primer lugar, hay que destacar la recomposición del correísmo tras los cuatro años de gobierno de Lenín Moreno. Quien fuera vicepresidente de Rafael Correa y luego su delfín, una vez elegido presidente en 2017 abandonó a su mentor y estableció una alianza política con los poderes fácticos del país. Inició un proceso de acorralamiento político y judicial contra Correa, que incluyó una reforma constitucional cuyo objetivo velado fue recortar poder a instituciones consideradas afines al expresidente, y el instrumento que tan eficazmente ha funcionado en los últimos años en Latinoamérica, el lawfare. Un paréntesis respecto de este tema: el lawfare tiene el efecto desastroso de instalar una sospecha estructural sobre el funcionamiento del poder judicial y genera entonces una desconfianza difícil de desandar. Con esto no se quiere decir que los líderes políticos no deban ser procesados o juzgados. Pero el lawfare desvirtúa completamente el accionar judicial y termina por librar al arbitrio de la opinión pública la culpabilidad o la inocencia de quienes gobiernan o han gobernado. De ese modo, el daño que provoca es mucho más profundo que una mala práctica ocasional que pudiera dejar en libertad a un culpable. Más allá de la persecución y las respuestas que genuinamente debería dar al poder judicial, Rafael Correa y quienes se sienten representados por él pudieron reconstituir un espacio político capaz de reunir a casi un tercio del electorado, porcentaje que también se vio reflejado en la composición del Congreso. 

El segundo dato a contemplar es que si se suman los porcentajes obtenidos por Lasso y Pérez, casi un 40 por ciento de los votantes han optado claramente por alternativas reñidas con el correísmo. Es decir que una primera minoría en Ecuador se muestra reactiva al expresidente y a lo que él representa. Eso deja a poco más de un cuarto del electorado afuera de la polarización o de la grieta, y es ese 25 por ciento el que seguramente definirá la elección del nuevo presidente.

Otro dato que puede preverse es que el Congreso tendrá una composición en la cual ninguna de las fuerzas políticas en pugna ostenta una mayoría propia y las alianzas serán imprescindibles para que el nuevo presidente pueda gobernar. Ese es un factor de cierta inestabilidad pero que al mismo tiempo forzará a la negociación y al equilibrio entre el Ejecutivo y el Legislativo, y que actuará como limitante de los despuntes despóticos tan habituales en los hiperpresidencialismos Latinoamericanos.

El cuarto en discordia

La mayor parte de ese electorado que no se define como correísta ni antecorreísta, es decir, ese sector que desoyó el canto de sirena de la polarización idiotizante, se inclinó mayoritariamente por el referente de la izquierda democrática, Xavier Hervas. Con casi el 16 por ciento de los sufragios, Hervas aparece como el candidato que mejor entendió a la juventud. Fue quien tuvo mayor presencia en las redes sociales, utilizando frecuentemente Twitter, Instagram, Facebook y TikTok, con gran notoriedad por realizar videos en esa última red social y por seguir las tendencias populares en esa plataforma para promocionar su candidatura. Hervas utiliza personalmente sus cuentas en las redes sociales y contesta de forma personalizada los comentarios de los electores utilizando lenguaje coloquial, hashtags y emojis. 

Consciente del malestar de un sector de la población con la dirigencia política se ha presentado como un candidato ajeno a las estructuras políticas tradicionales. Se muestra como un empresario que ha creado empleos a diferencia de los demás candidatos, y enfocó su propuesta en la población joven, especialmente en las generaciones de los millenials y los centennials. Sus caravanas las condujo montando en un scooter eléctrico junto a sus candidatos a legisladores, presentándose como una opción progresista con enfoque ambientalista.

A pesar de que no se hable tanto de él, posiblemente sea Hervas, su partido y sus seguidores quienes tengan la llave maestra que permitirá el 11 de abril poner fin a la intriga en Ecuador.