Cristina Fernández de Kirchner volvió a hacerlo. Como los líderes históricos, usó la Plaza de Mayo para explicar. En el día de la patria y a 20 años de la llegada de Néstor Kichner a la presidencia de la Nación, no sólo puso en valor lo que se hizo en aquella gestión -y en la suya después- sino que lo comparó con lo poco que pudo hacerse en el presente y la necesidad de renovar un pacto democrático en el país.

Es impresionante escuchar las cifras del PBI que Kirchner primero llevó a 185 mil millones de dólares y ella después a 650 mil millones de dólares. También cómo se negoció deuda con quitas históricas y se pudo pagar con crecimiento para volver a tomar las decisiones desde el Estado argentino eludiendo el corsé que impone la restricción externa, es decir la falta de dólares.

Hasta tendió un puente con el agro y reconoció por primera vez que con la famosa resolución 125 “casi me pongo la presidencia de sombrero”. Si los sectores del campo no toman esto como una oportunidad de diálogo es porque realmente no entendieron la dimensión de esta frase. Porque también ellos, en definitiva, tienen restricciones externas a partir de los precios variables a nivel internacional por una sequía o una guerra. “El futuro de Argentina no puede depender de si llueve o no llueve”, expresó la vicepresidenta en el acto.

Con lo cual, en estas elecciones habrá ejes fundamentales para el destino de la Nación. Los resumió claramente este fin de semana el periodista económico Claudio Scaletta. Lo que se elegirá en las urnas el 22 de octubre es la forma que tendrá el plan de estabilización económica y sobre qué sectores recaerán los costos. También estará en juego quién conducirá los destinos del boom de los recursos naturales (litio, sobre todo). Y por último de qué manera y quien volverá a renegociar el endeudamiento externo.

En ese marco, las chances políticas del ministro Sergio Massa no están necesariamente atadas a los puntos de inflación que habrá de aquí en adelante. La oposición comprende muy bien que se trata de un problema estructural que, en gran medida, ellos mismos contribuyeron a engordar
y mucha gente tomó nota de eso. 

Pero el enorme conflicto será para el próximo presidente ineludible. La manera de resolverlo dependerá de quien se imponga. Esta agenda deja a un costado a las promesas de explosión del Banco Central y la imposible dolarización. También en este marco son quiméricas las propuestas de flexibilización laboral con salarios en el suelo.