El socialista Pedro Sánchez, jefe del gobierno español, se condujo con audacia entre una dura derrota y una incierta oportunidad electoral.

El resultado de los comicios regionales y municipales del domingo 28 de mayo parece anunciar un cambio de ciclo político e ideológico en España que, al adelantar las elecciones generales de diciembre al 23 de julio, Sánchez intenta evitar.

El anuncio tomó por sorpresa a propios y ajenos dado que, a simple vista, podría favorecer al conservador Partido Popular (PP), que hizo una buena elección y podría beneficiarse del efecto del “carro ganador”, que se produce cuando el comportamiento de las personas se adecúa a lo que se percibe que harán los demás para quedar del lado vencedor y evitar el del vencido.

¿Por qué Sánchez adelantó las elecciones generales?

Es menester entender ante todo que la estrategia del líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, consistente en nacionalizar unas elecciones que eran eminentemente locales, fue exitosa. Núñez Feijóo convenció a buena parte del electorado de que sus frustraciones tenían un responsable excluyente y ese era el gobierno nacional y, particularmente, su preidente Pedro Sánchez.

El resultado fue que el PP logró el 31,5 por ciento de los votos, es decir, casi 2 millones más que en 2019, frente al 28 por ciento del gobernante Partido Socialista Obrero Español (PSOE), que perdió 430 mil votos desde ese mismo año.

La primer razón posible para el adelanto de las elecciones generales puede buscarse entonces en la intención de Sánchez de evitar que cuajen los reclamos y los cuestionamientos a su liderazgo dentro de su propio partido político. Un desgaste interno que se extendiera hasta diciembre podría ser letal. Con el adelanto, lograría mantener al partido movilizado de inmediato detrás de una épica heroica por revertir unos comicios que se presentan como adversos.

Sánchez advirtió que un giro del electorado hacia la derecha está en marcha y, lo que es más preocupante, se registra una desmovilización de votantes tradicionalmente de la izquierda. No obstante ello, el resultado fue menos áspero para el PSOE que para sus aliados más radicales, concretamente Unidas Podemos y Sumar, que sufrieron un descalabro en casi todas las comunidades autónomas y en los principales municipios del país.

La segunda explicación al adelanto electoral puede relacionarse con que, a la luz del miedo a la desaparición y el poco tiempo para confrontar entre las distintas agrupaciones políticas, Sánchez busque generar en el espectro ideológico de izquierda, una tendencia centrípeta en torno al PSOE, teniendo especialmente en cuenta que los socios de gobierno -Unidas Podemos y Sumar- se encuentran sacudidas y no lograron acordar competir juntas en la última campaña electoral.

Una tercera razón para adelantar el proceso electoral es el miedo a los pactos entre el PP y el ultraderechista Vox, que constituirá un eje insoslayable de la campaña que seguirá el PSOE. Tras las elecciones del domingo, el PP deberá negociar con el extremismo de Vox para formar gobierno en importantes gobiernos regionales y locales. Ahora esas negociaciones no podrán realizarse con tranquilidad, sino que deberán celebrarse contrarreloj en medio de la campaña para las elecciones del 23 de julio. Sánchez y el PSOE aprovecharán esa situación para intentar convencer al electorado de que votar por el PP es votar por la ultraderecha.

Como cuarto motivo del adelanto electoral, puede mencionarse la intención de evitar una erosión prolongada del gobierno frente a votantes independientes. Sostener al gobierno hasta diciembre luego de una derrota electoral y bajo un ataque intenso del PP gobernando -en soledad o alianza con Vox mediante- la mayoría de las regiones y los municipios, podría contribuir a reafirmar la percepción de cambio de ciclo ideológico. En última instancia, el adelanto de las elecciones obedece precisamente a la intención de Sánchez de romper esa idea cada vez más instalada de que se está ante una irreversible “ola de derecha”.

En última instancia, el líder socialista intenta separar la paja del trigo para saber si su gobierno cuenta todavía con la mayoría social que lo respaldó los últimos años, o si esa mayoría social ha desaparecido después del resultado registrado en unas elecciones que fueron estratégicamente planteadas por el PP como un plebiscito sobre el liderazgo de Sánchez.

Los desafíos del adelanto electoral

El adelanto en los comicios presenta distintos desafíos para Sánchez. El primero de ellos consiste en el peligro de no alcanzar la movilización necesaria del electorado en medio de las vacaciones. Se trata de la primera vez que se votará durante el receso de verano en España. Si bien este factor podría afectar la participación electoral de manera transversal, el PSOE enfrenta además una actualidad caracterizada por el desencanto de sus propios militantes, en la cual la mística partidaria se fue desgranando con el paso de los años y por la cesión de principios a otras expresiones de la izquierda. Todo eso produjo grandes dificultades para movilizar a la tropa propia y es en ese contexto en el cual las vacaciones podrían significar un agravamiento del cuadro. Recuérdese que en España el sufragio no es obligatorio.

El segundo desafío está dado por el efecto “luna de miel” entre el PP y el electorado, propio del momento inmediatamente posterior a un éxito en las urnas. Si los sondeos de opinión, los medios de comunicación y las redes sociales se inclinan por el PP, el ya mencionado efecto del “carro ganador” obrará con su dinámica.

Otro desafío está dado por la capacidad del PSOE -aunque también del PP- de recapturar los votos fugados de Ciudadanos y Podemos principalmente. El sistema de partidos políticos español fue bipartidasta desde el final de la dictadura franquista hasta la crisis financiera que estalló en 2008 en los países centrales. Luego del surgimiento de los “indignados”, surgieron nuevos partidos políticos con tendencias diversas que capitalizaron el descontento de buena parte del pueblo español desencantado con los partidos políticos tradicionales. Actualmente ese fenómeno parece en descomposición, a excepción del ascendente -aunque aún pequeño en comparación- Vox. Las últimas elecciones dan cuenta de una tendencia al regreso de los votos a las formaciones políticas tradicionales sin pena ni gloria, pero con un marcado desencanto con Podemos y Ciudadanos fundamentalmente.

Distinto es el caso de Vox, que además parece cumplir con la caracterización que Giovanni Sartori hacía de los particos políticos con “potencial de chantaje”. Vox no tiene aún capacidad propia de formar gobierno en las regiones y, mucho menos, a nivel nacional. Sin embargo tiene la capacidad de permitir o evitar que otro partido político forme gobierno. Más aún, Vox cumple la función que muchos partidos pequeños pero radicales de derecha cumplen actualmente en numerosas democracias: traccionan a todo el espectro ideológico hacia la derecha porque logran que las agrupaciones de la derecha tradicional endurezcan primero el discurso y después las acciones, para no sufrir un drenaje de sufragios a manos del extremismo. Vox es en sí mismo todo un desafío.

El futuro próximo

España enfrentará una campaña descarnada donde se agitará -y no sin razón- el miedo a la derecha, que no es en realidad el miedo a un gobierno del PP, sino a Vox. Sánchez, prestidigitador de la política, intenta utilizar el adelantamiento electoral como último truco para cambiar el curso de unos acontecimientos que decantan hacia una victoria conservadora.

Sin embargo, no hay que adelantarse y dar por muerto a Pedro Sánchez. Si no logra ganar, muy probablemente logre una posición fortalecida para el PSOE ya en un rol opositor. En el peor de los casos, él mismo tendrá un futuro en algún organismo de la Unión Europea o, inclusive, podrá ocupar la secretaría general de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), organismo que busca reemplazante para el noruego Jens Stoltenberg, cuando no hay tregua a la vista para la guerra en Ucrania. Siempre la desgracia de unos es la oportunidad de otros.