En el país de la libertad
La detención de militantes peronistas y la difamación contra el diputado Paulón, parte del mismo combo. La grotesca cancha inclinada judicial y el recuerdo de la 125 en Santa Fe. Economía frágil, violencia estatal y disparates verbales, marca de época. Ojo: el vuelto puede no ser en caramelos.
La Revolución Liberal Libertaria que lidera el profeta Javier Milei en la otrora República Argentina ingresó en la previsible etapa en la que el respeto irrestricto por el proyecto de vida del otro supone encarcelar a opositores protestones y caracterizar a los gays de pedófilos. Muy rico todo.
En el paraíso anarcocapitalista, el Estado interviene furiosamente contra un puñado de militantes kirchneristas que osaron arrojar bosta en la puerta de la casa del diputado neolibertario José Luis Espert, cuyo coraje para la provocación permanente habría que verificarlo en épocas más hostiles.
La detención de esta gente, incluido un incalificable traslado al penal de Ezeiza, es en todo coherente con el ridículo arresto del puntero santafesino “Cachorro” Acosta por hacer pintadas y revolear panfletos contra el presidente de la Corte Suprema y ex intendente peronista de la capital provincial, Horacio Rosatti. Todo ello, en el marco de la prisión y proscripción resueltas contra Cristina Fernández de Kirchner, quien esta semana recibió de cuerpo presente la solidaridad de Lula da Silva, el presidente del país más grande y poderoso de la región.
La caracterización del excremento en la vereda de Espert como una suerte de ataque terrorista llama a la risa en una geografía en la que no hace mucho gatillaron en la cabeza y destrozaron el despacho de la figura más relevante de la política argentina, en paralelo temporal con una lluvia de antorchas encendidas contra la Casa Rosada y la alegre exhibición de bolsas mortuorias contra “Los pibes de La Cámpora”, “El hijo de Moyano” y “Estela de Carlotto”, entre otros. Sin que haya habido mayores consecuencias, claro, para los perpetradores materiales y, menos que menos, intelectuales.
Esta semana que pasó, como evidencia nítida de la doble vara judicial, en la Cámara de Diputados de la Nación recordaron la violenta agresión con huevazos y proyectiles diversos que padeció Agustín Rossi en Laguna Paiva, poco tiempo después de la pelea por la resolución 125.
No fue el único episodio de gravedad que ocurrió en la provincia de Santa Fe durante aquel conflicto. En un repaso a vuelo de pájaro: casi matan a golpes al entonces senador Alberto Crosetti y a un policía en un piquete en Armstrong, les destrozaron el auto a una dirigente de Amsafe y a su marido por eludir un bloqueo ruralista en San Genaro, en ese mismo lugar apedrearon a dos ambulancias que trasladaban varios heridos de un accidente y uno de ellos murió, y siguen las firmas. ¿Hubo sanciones? En líneas generales, por supuesto que no. La impunidad fue la regla.
Más acá en el tiempo, un grupo de barrabravas contratados por una conocida cadena de supermercados atacó a piedrazos la Legislatura santafesina cuando se debatía la instauración del derecho al descanso dominical para los trabajadores del sector, con saldo de heridos por la rotura de vidrios. ¿Y qué pasó? Naranja.
Hay quienes atribuyen los delirantes arrestos de militantes peronistas en los últimos días a una movida individual y unilateral de Patricia Bullrich en concomitancia con la jueza federal Sandra Arroyo Salgado, sin que el Triángulo de Hierro haya tenido participación en semejantes acciones. Tal vez sea así. Tal vez el enojo por la derrota de su amadrinado Juan Pedro Aleart en Rosario haya gatillado en la ministra erupciones de retaliación. En cualquier caso, es terreno especulativo. Lo concreto es que ningún integrante prominente de la Revolución Liberal Libertaria mostró descontento alguno por tamaño ejercicio de arbitrariedad estatal.
En sus redes sociales, Cristina creyó conveniente identificar esta deriva autoritaria como “terrorismo de Estado de baja intensidad”. Es un montón, teniendo en cuenta la historia de sangre derramada en la Argentina. La lógica del estruendo discursivo se impone.
A propósito de los disparates verbales. Por si faltaba algo para completar el clima de descomposición democrática, en el programa de streaming del bravío Gordo Dan, genio y figura de Las Fuerzas del Cielo, las huestes del buenazo de Santi Caputo, no tuvieron mejor idea que acusar de pedófilo al diputado socialista santafesino Esteban Paulón por el delito de ser gay. Está rara la libertad.
Las alarmas que suenan por todos lados en el escenario económico deberían llamar a la reflexión a los envalentonados leones libertarios. El puntal casi único de la popularidad de Milei se encuentra en el dólar barato alimentado a deuda y la consecuente inflación a raya. Si ese esquema, insostenible por donde se lo mire, empieza a crujir, el caudal electoral tiende a achicarse y los heroicos aliados de ayer se transforman en los peores enemigos de mañana.
A la vuelta venden tortas.