Cuando parece que ha tocado todos los límites, el gobierno siempre logra ir un poco más allá en la presión social y económica contra los argentinos. Contra determinados sectores de la sociedad argentina, más precisamente. Ahora aparece más nítido que hace un tiempo atrás: ¿Cuál es el límite del ajuste? El que tolere la gente. Y, por lo que parece, la gente lo está tolerando. Con algunas protestas, claro está. Pero en general, todavía parece haber margen.

Una prueba de fuego para la administración macrista es la firma de la resolución 20/2018 de la Secretaría de Energía de la Nación, por la cual para compensar a las empresas por la devaluación le van a cobrar a los usuarios de gas un importe extra en 24 cuotas a partir del 1 de enero. Y esto sumado a la confesión de esa misma secretaría que admitió el viernes que el incremento en la tarifa para fin de año, no será del 35% sino que para una importante franja de usuarios llegará al 50%.

Casi todo el arco opositor ya presentó proyectos para derogar la resolución número 20. Pero el problema no consiste en reunir consenso por mayoría para lograr anular la medida, sino ver el impacto que tendrá sobre los que deberán hacer ese esfuerzo extra en sus alicaídos bolsillos para pagarle esta compensanción a las empresas de uno de los sectores que más ha ganado desde la llegada de Mauricio Macri al poder, junto con los agroexportadores, las mineras y el sector financiero.

Ya pasó una vez, no hace mucho, cuando toda la oposición se juntó en el Congreso para derogar el tarifazo y retrotraer los precios de los servicios esenciales. El presidente vetó la ley, le metió literalmente la mano en el bolsillo a los argentinos a un promedio de 5 mil pesos por familia, y nadie se quejó. Nadie por fuera de los círculos militantes y con alto grado de conciencia política que representa poco más de 40% de la población. El resto siguió diciendo “sí, están caros los servicios, pero a mí ya me daba vergüenza lo que estaba pagando de gas”, o “hay que hacer un sacrificio porque hay que pagar todos los años en los que no se aumentaba la tarifa”. Y cosas por el estilo. En ese sector se concentra el macrismo. En su núcleo duro y en los sectores medios que no están enamorados del gobierno, pero lo defienden cuando aparece la “amenaza” kirchnerista o peronista en general. Nunca hay que olvidar que la mitad de los trabajadores de este país –ahora los más perjudicados por la devaluación y la inflación- votó a este presidente. No hay dudas de que de esa mitad no todos volverían a escoger esta propuesta en las urnas, pero sí un sector que no quiere a los representantes de la oposición. O que optaría por candidatos del “centro” que terminan por partir en tercios la oferta electoral que luego se define entre las dos minorías intensas bien conocidas.

El cálculo electoral de Cambiemos pasa por ahí. Por eso los que se apuran a verlo débil al gobierno, tendrán que repasar sus estrategias. La crisis económicas y ahora el reconocimiento no sólo de que las cosas están mal sino que van a empeorar; son el nuevo dogma del oficialismo que siente que de a poco recupera la iniciativa en medio de un drama que admite y que ha logrado hacer pasar como inevitable para gran parte de la población.