La cita para la prensa era a las 10 de la mañana. La manzana que rodea la sede rosarina de la Gobernación provincial está rodeada por vallas. Igual, afuera casi no hay gente. Algún grupo aislado de empresarios que protesta por las últimas restricciones y nada más. Tampoco hay -cuidados pandémicos mediante- convocada ninguna movilización a favor del presidente de la Nación, que llega a la ciudad para concretar uno de sus anuncios de campaña: llevar a su gabinete por todo el país, para que al menos por un día, una ciudad del interior se convierta en capital. Y hoy le toca a Rosario. 

Al final, después de una larga espera amenizada con medialunas y la presencia de Roberto Sukerman anticipando cuáles son las obras públicas con las que se beneficiará la provincia por la visita presidencial, llega Fernández a la Gobernación. Y tras una hora de reunión con Omar Perotti a solas, camina por los pasillos del primer piso que rodean al patio de la Ex Jefatura hasta donde se va a realizar el acto. Abajo, en el patio, más de cincuenta periodistas esperan alguna declaración. "¿Vas a bajar Alberto?", le gritan. "Sí, más tarde estoy ahí", contesta con los dedos en V. 

Los fotógrafos le piden desde abajo a Perotti que pose junto al presidente para un saludo juntos, pero el gobernador parece alejarse un poco de la escena. "Nunca sabremos si se corrió para no robarle protagonismo a Alberto, o porque prefería no salir en la foto", dice uno de los cronistas presentes. Minutos después, el intendente Pablo Javkin y Wado De Pedro intercambian elogios sobre la convivencia de fuerzas políticas diferentes, pero con las cuales se pueden pactar obras muy importantes. Nadie nombra a Larreta, pero el fantasma de la pelea de Juntos por el Cambio y su tropa porteña con la administración nacional, sobrevuela cada palabra.  

El intendente de Rosario, que arranca recordando que desde siempre quisimos ser la capital argentina, le regala a Alberto unas líneas de una canción de Litto Nebbia. Y el presidente recogerá el guante cuando le toque hablar. “Es lindo estar en Rosario, siempre lo digo. Amo la historia de esta ciudad, sus hombres y mujeres, su riqueza cultural, es la ciudad de Fontanarrosa. No conocía este edificio, que supe por Omar que el querido Turco Obeid lo empezó a usar como sede de gobierno. Esta es la tierra de Fontanarrosa, me acaba de regalar el intendente un ejemplar del Martín Fierro ilustrado por el Negro, que es una maravilla. Acá nacieron Lito Nebbia, Fito Páez, Baglietto, Silvina Garré, Olmedo, que fue el cómico más maravilloso que conocimos. ¿Hasta dónde sigo? Tengo un montón para nombrar”, dirá, demostrando conocimiento de la patria rosarigasina y gustos ochentosos.

Se anuncian obras para la provincia, rutas, cloacas, mejoras de infraestructura. En su discurso, Perotti le recuerda al presidente que cuando estuvo de campaña en Rosario en 2019,  él fue parte de la foto que anticiparía esto que sucede hoy. "Cuando los candidatos a gobernador que lo acompañábamos estábamos en la Facultad de Derecho, acá a pocos metros de donde estamos, usted prometió que habría capitales alternativas en el interior. Y hoy cumple". El rafaelino, hablando de cumplir, menciona al "gobierno anterior" y sin decir la palabra "Macri", les recuerda a todos que Cambiemos había prometido una autovía para la ruta 33 y apenas dejó un obrador en Rufino.

Ni Javkin ni Perotti, pese a la dificultad de tener más del 90 por ciento de camas ocupadas, quieren hacer eje en la pandemia. La mencionan, pero prefieren hablar de una agenda propositiva en obras y empleo.  

Sin embargo, cuando le toca hablar al presidente, el orden de los factores es inverso. Comienza hablando de federalismo, de la necesidad de incorporar al norte santafesino en la agenda y de obras. Pero termina emocionado, recitando la canción más conocida de su amigo Litto, y con lágrimas en los ojos cuando viene aquello de que al final "sólo se trata de vivir". 

Unos minutos después, se cumple lo que habían anunciado los funcionarios de prensa de la provincia. Y comienza una conferencia de prensa, prolija y un tanto monocorde, en la que se preveían cuatro ministros nacionales: De Pedro y Meoni, primero. Luego serán Basterra y Katopodis. Apenas se le había hecho la primera pregunta al ministro del Interior, cuando todos empiezan a girar sus cabezas hacia atrás. El presidente cumplió su promesa y se sale del protocolo para hablar con los periodistas rosarinos. 

Llega hasta donde están sus ministros y sobreactuando un poco de humildad, se queda al costado como uno más. "Hablen ustedes, muchachos, cuando terminen si quieren digo algo", se le escucha. Pero ya no interesaba De Pedro, que se corre y deja el micrófono.

"Venir a Rosario siempre es un motivo de alegría. Tengo un cariño entrañable por la ciudad, trasladado por muchos rosarinos desde siempre", dice Alberto. Menciona a Jatón y a Javkin, y plantea que "tenemos que acostumbrarnos a vivir en la diversidad, con Pablo y con Emilio que son de otras fuerzas políticas, estamos trabajando muy bien. Y con Omar, somos lo mismo", agrega. De Perotti explica, cuando le consultan de qué hablaron, durante la hora de reunión previa al acto: "Buena parte de la charla fue de temas personales. Somos amigos desde hace muchos años, desde que él era un joven intendente de Rafaela y yo un joven Jefe de Gabinete. Por la pandemia nos whatsappeamos mucho pero no nos veíamos hace tiempo. En parte, usamos ese tiempo para repasar nuestras vidas y también para repasar lo que se anunció después. Pero él sabe que cuando lo necesita me llama y puede contar conmigo".

A su lado Perotti, no tan afín a las definiciones fuertes, sonreía con las palabras del presidente. Cuando se le consultó a Alberto por la continuidad de las clases presenciales en la provincia ante el panorama sanitario, repitió el latiguillo de estas horas: "La situación está dificil, pero la debe definir cada gobernador".

Mientras el gobernador y el presidente hablaban, varias colegas de la patria movilera hacen lo imposible para grabar con una mano lo que dicen los funcionarios y con la otra estirar el brazo para cumplir con uno de los objetivos que se habían propuesto más temprano: sacarse una selfie con los ojos, la sonrisa y el pelo suelto de Santiago Cafiero. "Me tendría que me quedar a vivir acá", llegó a decir el Jefe de Gabinete de la Nación, parado a un costado con perfil muy bajo y asombrado por la cantidad de pedidos.

A esa altura, el micrófono se repartía medio anárquicamente entre los cronistas que estaban en vivo por la televisión o la radio, que habían extendido su programación periodística para cubrir el evento. Algunos habían deslizado en la previa que se podía aprovechar para preguntar por temas álgidos, como la inflación o la inseguridad. Pero al fin, un poco por respeto a la investidura presidencial y otro tanto por el propio magnetismo que generó Fernández al mezclarse con la prensa sin mucho protocolo, no hubo consultas "incómodas". La única que salió del libreto fue la del colega de AM1330, que requirió si había habido alguna acción especial para que se realicen las elecciones en Newell's: "Uy, sí. Bielsa me tiene loco con ese tema. Me refiero a Rafael, eh", dijo Alberto entre sonrisas. Y ahora sí, después de repasar un listado de artistas canallas y hablar de las elecciones leprosas, se había recibido de rosarigasino, al menos por un día.