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El gobierno de Kim Jong-Un anuncio el pasado martes el lanzamiento de un misil Hwasong-14, y volvió a tensar la puja militar entre los Estados Unidos y Corea del Norte. De este modo, crece la sensación de amenaza norcoreana sobre sus vecinos de la región y sobre los propios Estados Unidos, teniendo en cuenta que el país ya llevó a cabo cinco pruebas nucleares y posee más de una decena de bombas atómicas.

El régimen de Kim parece determinado a alcanzar el objetivo de ser capaz de golpear una ciudad en territorio continental estadounidense. Téngase en cuenta que el lanzamiento se hizo el 4 de julio, día de la independencia de los Estados Unidos.

Respuestas y amenazas

Corea del Sur y los Estados Unidos respondieron al día siguiente con disparos de misiles de corto alcance sobre el mar de Japón. Ambos proyectiles alcanzaron el blanco elegido. Si la escalada militar sigue en aumento, las opciones tenderán a ser cada vez menos y entrarán en un embudo que conducirá a la guerra.

El gobierno de Donald Trump aseguró que se acabó la era de la “paciencia estratégica” que ejercieron las anteriores administraciones de los Estados Unidos. Sin embargo, la hipótesis de una acción militar unilateral por parte de los Estados Unidos no parece viable, a menos que Trump decidiera seguir el peligroso camino de romper con sus aliados en la región, Corea del Sur y Japón. Una acción militar viable debería contar con el apoyo decidido de ambos países, dado que ellos serían los destinos inmediatos de la eventual represalia norcoreana. Y aún así, restaría esperar la reacción de los dos gigantes de la región: Rusia y China.

Algunos analistas sostienen que la política de Trump le resulta funcional a Kim y sus propósitos propagandísticos domésticos, porque le permite argumentar que el país necesita las armas porque las amenazas del presidente estadounidense son ciertas.  Al dictador norcoreano le sucede lo mismo que a su padre y a su abuelo: la amenaza externa constante es la única manera de justificar internamente su permanencia en el poder.

Corea del Norte cuenta con suficiente armamento nuclear como para alcanzar Corea del Sur y Japón. Incluso en caso de un ataque convencional, cuenta con un ejército de un millón de soldados y 15 mil cañones y lanzaderas de cohetes en la frontera apuntando a su vecino del sur. La capital surcoreana, Seúl, con los 24 millones de habitantes de su área metropolitana, se encuentra al alcance  inmediato de un eventual ataque. Un misil lanzado desde la frontera demoraría sólo 45 segundos en impactar en el centro de la ciudad.

Con respecto de las amenazas del régimen de Kim, es muy difícil poder determinar con certeza si su programa de armamento se encuentra verdaderamente avanzado. No está claro que haya logrado miniaturizar sus bombas nucleares lo suficiente como para instalarlas en misiles balísticos. Menos aún que una vez cargados sus misiles puedan superar el choque de reingreso a la atmósfera y completar con éxito su trayecto. Sólo un puñado de países cuenta con esa tecnología: los Estados Unidos, Rusia, China, India, Pakistán y, posiblemente, Israel. Lo que si está claro es que se trata solamente de una cuestión de tiempo que Corea del Norte alcance esa tecnología y pueda disponer de los medios para atacar territorio estadounidense. Algunos trascendidos dan cuenta de que el plazo que necesitaría el régimen de Kim es de dos años a más tardar.

Opciones

Para el gobierno de los Estados Unidos, la opción más realista es sostener o inclusive aumentar su presión sobre el gobierno de China, principal aliado del régimen de Kim, que acapara el 90 por ciento del comercio internacional norcoreano. Al parecer, hasta la lanzadera empleada para disparar el misil del martes sería de origen chino. Sin embargo, China no da señales de ceder a la presión norteamericana. Por ese motivo, la administración Trump ensaya distintas maneras de demostrar su descontento. En el último mes, los Estados Unidos vendieron armas por valor de 1400 millones de dólares a Taiwán, país sobre el cual China reclama su soberanía. También se sancionó a un banco chino que operaba con Corea del Norte. Por último, los estadounidenses enviaron un destructor al Mar de China Meridional, aguas que China considera propias.

Para el gobierno norcoreano, no constituye una opción viable desprenderse de su programa de armamento, el cual asegura que es la única posibilidad con la que cuenta para defenderse de un eventual ataque estadounidense. Al mismo tiempo, atacar Corea del Sur, Japón o, en un futuro hipotético, los Estados Unidos, equivaldría a firmar su acta de defunción.

La alternativa deseable de la negociación, aparece casi impracticable. Tanto los Estados Unidos como Corea del Norte mantienen posiciones hostiles porque se sienten amenazados por el otro y, al mismo tiempo, reconocen en las armas nucleares un poderoso elemento de disuasión. A ello se agrega que ambos países cuentan con líderes imprevisibles con una estabilidad emocional por lo menos dudosa.

El oso y el dragón

Esta nueva crisis de los misiles no tiene como protagonistas exclusivos a los Estados Unidos, Corea del Norte, Corea del Sur y Japón. Rusia y China cumplen también un rol protagónico puesto que tienen intereses entrecruzados en el conflicto.

Los gobiernos de Rusia (el oso) y de China (el dragón) instaron de manera conjunta a estadounidenses y norcoreanos a dejar de mostrar su fuerza militar y expresaron su oposición a cualquier intento de cambio de régimen en Corea del Norte.

Para ambos países, cualquier intento de justificar el uso de la fuerza haciendo referencia a las resoluciones del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas (ONU) resulta inaceptable y estiman que conducirá a consecuencias impredecibles en la región. Recuérdese que Corea del Norte mantiene frontera terrestre con Rusia y China.

El vínculo entre los tres países tienen su base en la historia. China intervino en la Guerra de Corea y tiene una relación política y económica de larga data con Corea del Norte, mientras que Rusia hizo lo propio durante la Guerra Fría. Es por eso que el régimen norcoreano siempre estuvo protegido por Rusia y por China, y la dinastía de los Kim siempre supo explotar la rivalidad entre ambos gigantes asiáticos para sacar ventaja.

En la actualidad, la relación económica entre los tres países es de poco volumen. Sin embargo China sigue siendo el principal socio comercial de Corea del Norte, su único aliado formal y su principal proveedor de energía y servicios financieros. Lo único que Corea del Norte puede aportarle a China es carbón, materia prima que necesita cada vez menos. Pese a ello, el gobierno chino mantiene sus intereses estratégicos en la región y pretende que Corea del Norte se mantenga dentro de su esfera de influencia. Habría que preguntarse si, en algún punto, Corea del Norte no actúa como aquella amenaza militar sobre los Estados Unidos que los propios chinos no pueden ejercer directamente.

Respecto del vínculo entre Rusia y Corea del Norte, cabe decir que las relaciones comerciales entre ambos países es de poco volumen. Corea del Norte le compra a Rusia en su mayoría combustible, que representa un 85 por ciento del total de sus importaciones, y le vende minerales, pescado congelado y prendas de vestir por un valor que no supera los 4 millones de dólares. Pero al igual que China, Rusia también tiene intereses estratégicos en la región, y el gobierno de Vladimir Putin está intentando aprovechar algunas diferencias entre China y Corea del Norte para aumentar su influencia sobre el régimen de Kim.

Los gobiernos de Rusia y China parecen decididos a disuadir a su par estadounidense de usar la fuerza militar contra Corea del Norte e impulsan la diplomacia bilateral o multilateral, porque tampoco se beneficiarían de una guerra en la región, que podría tornarse incontrolable.