El intendente Pablo Javkin entendió que no podía mostrar sólo la gestión en salud de cara a las elecciones en el Concejo municipal, y encendió el motor después de un año y medio al frente de la Municipalidad de Rosario. La falta de mantenimiento de la ciudad es evidente ni bien se transitan las calles y el ciudadano ya no admite la excusa de la pandemia. Ante la emergencia electoral, la municipalidad pone el foco en veredas y bacheo, un larretismo tardío en clave de parche.

El intendente comenzó a abordar tibiamente las promesas de campaña a intendente del 2019. En aquel momento prometió una ciudad de veredas lisas, sin pozos donde tropezar o dificultar la caminata; el relleno de juntas entre las placas de asfalto que hacen a las calles; la higiene digna en el espacio público; y un centro reconstruido y agradable para caminar. 

Todo eso durmió de entrada: el Presupuesto para 2020 no fue el esperado en este tipo de obras menores y se licuó definitivamente con las necesidad de la salud pública. Durante 2020 y lo que va de 2021 se pudo ver un centro extremadamente dejado, las calles sucias, sobre todo alrededor de los contenedores al punto de ser minibasurales -ni hablar en los barrios más postergados- y la sensación de la paralización urbana del tiempo.

El plan de poda y arreglo de las calles en distintos puntos de la ciudad viene desde mayo, pero se intensificó en el último mes. La solución palpable como es un pedazo de asfalto nuevo y podar los árboles, ha sido la carta, sencilla y eficaz, para compensar los meses de estancamiento. El hecho más visible fue la intersección de peatonal Córdoba y Maipú, y Córdoba y Mitre, un eterno terreno minado.

Bacheo electoral, un poco de larretismo tardío para la campaña

En la última semana se comenzó a poner el ojo en el centro, ese sector que lo eligió por encima de la alternativa fija en esa zona que es Juntos por el Cambio (JxC), y que ahora le empezó a demandar aquel voto. Su apuesta electoral se definió con una cara conocida de la TV, Ciro Seisas. Pero la inexperiencia de gestión que tiene el periodista es un lastre ante la necesidad de mostrar acción. Por eso el intendente reaccionó y mandó cuadrillas a tapar baches, cortar baldosas, mezcla y rellenar veredas en algunas calles del centro, sobre todo en la zona de la Plaza Montenegro, símbolo de postergación. Una zona que, cuando cae la luna, ni el bravo zorro quiere aparecer.

El intendente puso a su equipo de arquitectos y arquitectas, e ingenieros, a elaborar un proyecto para reformular la zona, darle vida, reactivarla, dejarla linda y tantas otras ideas que por momentos parecen utópicas. Por ahora está en alguna comisión del Concejo, comentándose por Zoom, y con algunas objeciones respecto a que parece una iniciativa de índole inmobiliaria más que de transformación y mejora del espacio público.   

El viejo reproche de los ciudadanos de que para las elecciones aparecen las obras se da otra vez, por un lado en buena hora, por otro, con la expectativa que de una vez se abrace la iniciativa de mantenimiento, se sostenga con constancia y no esperar a que se rompa para arreglar.