El avance de la presencia de China en el mercado mundial desde su ingreso a la Organización Mundial del Comercio en 2001, pareciera no tener techo. En el caso de América Latina, uno de los perfiles de inserción de la economía de China lo ha sido de la mano de la financiación para el desarrollo, compitiendo con el Banco Mundial, el BID y otros organismos multilaterales de crédito.

La característica distintiva es que la financiación lo ha sido casi excluyentemente para proyectos de inversión en los cuales participan –en la mayoría de los casos- empresas chinas como proveedoras de materiales, servicios, construcciones, tecnología y formación. En síntesis, se trata de préstamos atados a la provisión de origen chino. La fuente de financiamiento tiene su origen en la formidable acumulación de reservas internacionales del país asiático. A partir del año 2005 el gobierno promovió la creación de empresas de inversión para financiar el desarrollo para dar un destino a una porción de tales reservas. El primer fondo recibió una inyección de 200 mil millones de dólares. En una primera etapa se caracterizó por el aumento de la inversión extranjera directa china en el resto del mundo y luego de 2007 se concentró en otro perfil de menor exposición dada la volatilidad de la economía mundial: capital de préstamo para que otros tomen los riesgos productivos.

Entre 2005 y 2015, América Latina recibió financiación por casi 125 mil millones de dólares a través de las entidades CDB – China Development Bank (100,6) y el China Exim Bank (24,2). Algo más de la mitad tuvo como destino Venezuela, aunque secundada por Brasil, Argentina y Ecuador. Se trata de 68 proyectos de diversa índole.

El destino de tales financiamientos tuvo a la energía como capítulo de privilegio con más de la mitad de los recursos prestados, tanto en materia hidrocarburífera como en renovables.

El flujo de préstamos ha tenido una tendencia creciente si bien con oscilaciones entre los diferentes años de la serie porque obedecen a proyectos de inversión. Es el caso –por ejemplo- de 2010, año en el cual el CDB otorgó un préstamo por 20 mil millones de dólares al estado venezolano para financiar obras de infraestructura. También es el caso del 2015, en el cual del total de financiaciones que recibió el estado brasileño, algo más de la mitad lo fue en ese año con destino a proyectos energéticos, de infraestructura y compra de aviones comerciales.

Frente el triunfo de Trump, su anuncio de retiro del acuerdo transpacífico y probablemente del tratado de libre comercio con Canadá y México, la pregunta es múltiple: qué impactos tendrá sobre América Latina, cómo rediseñará China su vínculo con la región, que será de la suerte de las experiencias de integración regional, entre otras. En un mundo que se cierra un gobierno nacional que se abre, en un escenario de contracción del comercio internacional y de ostensible incremento de las prácticas y políticas de protección por parte de los países centrales.