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Después de dos años de gestión, el modelo económico de Cambiemos tiene claros ganadores y perdedores. Las petroleras aparecen entre los sectores más beneficiados por las actuales políticas de la Casa Rosada. Desde diciembre de 2015 (25 meses), los combustibles aumentaron un 85%, una cifra elevada respecto a la fluctuación de precios de la última década.

El último incremento, del 6%, ocurrió en estos días. Hoy, el litro de nafta súper no se consigue por debajo de los 24 pesos, cuando en diciembre de 2015 apenas superaba los 13 pesos. Se trata de aumentos muy sensibles porque afecta no sólo a los propietarios de automóviles, sino a la totalidad de la cadena de suministro y por ende a los precios generales de la economía.

La canasta básica de alimentos, por dar un ejemplo, sufre un cimbronazo ante cada variación del combustible. Al subir los costos de distribución se encarece el valor final de los productos puestos en góndola.  

Se registraron aumentos en diez de los últimos 25 meses. En diciembre del 2015 los combustibles subieron un 4,5%; en enero de 2016 un 6% (al igual que en marzo y abril); y en mayo un 10%. En 2017, los incrementos ocurrieron en enero (8%), julio (7%), octubre (10%) y diciembre (8%).

Este 85% bianual es el aumento más elevado de la última década. De enero de 2009 a enero de 2011 la fluctuación fue del 48% (de 2,65 pesos a 3,93); de 2011 a 2013 la suba fue del 60% (de 3,93 a 6,35); y de 2014 a 2016 del 55% (de 8,91a 13,80).

Cómo se explica

Con estos valores, los surtidores argentinos están en el segundo lugar entre los más caros de América latina, según el reporte elaborado por el sitio especializado Global Petrol Prices (GPP).

Según este listado, Uruguay es el país más caro para llenar el tanque, con un valor de US$ 1,55 por litro de nafta (unos 27 pesos). El segundo lugar corresponde a la Argentina, con un valor de referencia de US$ 1,37.

En el otro extremo del listado se ubican Venezuela y Ecuador, con precios de US$ 0,01 y de US$ 0,39 por litro de nafta, ambos países con una fuerte política de subsidios.

Los primeros aumentos de la era Cambiemos correspondieron a la devaluación de fines de 2015 y a un supusto“atraso tarifario” del sector. El gobierno optó por “correcciones graduales” para no pagar un alto costo político. Los precios subieron cuando en la mayoría de los países del mundo bajaron por la caída del precio del crudo.

A mitad del 2017, el ministerio de Energía y Minería profundizó el proceso de desregulación de la actividad hidrocarburífera, con un esquema de absoluta liberalización. Se eliminaron los subsidios y el precio empezó a ser fijado por las petroleras sin ninguna intervención del Estado.

La convergencia de los valores locales con los internacionales implicó la eliminación del precio sostén -denominado “barril criollo”- con que se pretendía alentar la inversión y la producción local.

Al depender de los precios internacionales, el gobierno se envalentonó con la posibilidad de calmar los aumentos en un contexto de merma mundial. Sin embargo, nada de esto ocurrió. De octubre a esta parte, el aumento total fue del 24%, con una reducción mínima del 2% en el mes de noviembre.

En sintonía con este nuevo esquema se decidió también la eliminación de las trabas que tenían las petroleras para la importación de combustible. Hastra la publicación del decreto 962/2017 (noviembre), las refinerías locales estaban obligadas a comprar el crudo en el mercado interno, incluso si el precio se ubicaba por encima de la cotización internacional.

Ahora, estas firmas pueden optar por comprar afuera si los combustibles están más caros en la plaza doméstica. La producción local de naftas aparece como el principal perjudicado por esta medida. Se tema un fuerte impacto en las arcas de las provincias petroleras y, en consecuencia, una caída en el empleo y las inversiones.