Las formas de convivencia, la fisonomía, la densidad, las estructuras familiares, y hasta la impronta de los barrios Refinería y Pichincha han cambiado, en cada cual de diferente manera y tiempos, con el avance de su nuevo vecino, el mega proyecto urbanístico Puerto Norte. Un desgloce de cada aspecto se puede ver en el paper “Cambios socioespaciales en los barrios aledaños a Puerto Norte Rosario”, de la investigadora Cintia Barenboim, quien analizó cómo este proyecto que se monta en la zona del ex-ferrocarril y puerto, influyó tanto sobre los dos barrios históricos de su entorno.

“Ambos se consideraban zonas degradadas y de bajo valor inmobiliario, y en los últimos años comenzaron a renovar las edificaciones e incorporar nuevas actividades comerciales y de servicio, transformándose en lugares de moda para vivir”, precisó la investigadora asistente de Conicet Rosario y docente de la Escuela de Ingeniería Civil (UNR) y la Facultad de Arquitectura (UAI).

La identidad se está renovando en ambos barrios, en medio de este redescubrimiento del valor patrimonial y edilicio, que hacen a las zonas como atractivos para residir: “Pichincha con una impronta más comercial y turística, y bajo un proceso de renovación que comenzó en 2003, y Refinería más como un barrio tranquilo con onda, que sintió más los cambios de Puerto Norte y comenzó a crecer en los últimos años”.    

Es que resulta imposible que un barrio nuevo, creado en un territorio urbano junto al río no genere un “contagio” en sus aledaños, si se considera sólo en cuestiones demográficas que a Puerto Norte ya lo habitan unas 15 mil personas, “y en 10 años cuando se termine de construir todo el proyecto, habrá 30 mil vecinos residiendo en este lugar que será del tamaño de Roldán”.

Justamente esto destaca la arquitecta, indicando que la población en los dos barrios en cuestión se incrementó, según el Censo Nacional de Población y Vivienda, “pasando en Refinería de 4.308 a 4.550 habitantes y en Pichincha de 9.290 a 10.528 habitantes, entre los años 2001 y 2010”.

Cabe remarcar los limites de cada barrio para figurar el espacio en que se encuentran, y de cómo ambos "abrazan" al nuevo barrio Puerto Norte: Pichincha está delimitado por avenida Rivadavia, bulevar Oroño, Urquiza y Francia; mientras Refineria se limita entre Junin, Thedy, Francia, Carballo y Avellaneda. Los complejos habitacionales de alta gama que comprenden el nuevo barrio son Ciudad Rivera, Forum, Maui, Dolfines, Condo Metra, Condominios del Alto, y Familia García.

Si bien encuentra salvedades en el modo en que se instaló en la zona costera, y su propuesta de instalación de espacio público, Barenboim destacó: "La influencia de la que aquí hablamos no es necesariamente negativa: que los barrios se renueven, se reciclen y se cuide el valor patrimonial, y activen economías, siempre es bueno. En Pichincha inclusive hay cuatro áreas patrimonio histórico que preservan los edificios de una serie de derrumbes que padeció entre 2003 y 2006”, recordó.

En Refinería por el auge se demolieron muchos galpones, y en Pichincha también, aunque mas viviendas históricas. Fue por esto que una ordenanza en 2006 logró que se catalogaran los edificios de valor patrimonial, y el freno a las demoliciones. 

Hoy mientras Pichincha ya no tiene mucho espacio para continuar construyendo, Refinería se encuentra en auge, y por los próximos años, aseguró.

Lo que sucedió con los vecinos de Refinería y de Pichincha

En los barrios tradicionales que circundan a Puerto Norte hay familias y ancianos de clase media y media-baja, que residen en casas de pasillo o viviendas antiguas, y desde hace pocos años conviven con familias de clase media alta, jóvenes profesionales con mayor nivel de consumo, que no se integran, están fragmentados. Hay una mixtura en proceso de integración, que llevará un tiempo.

Consultada por Rosarioplus.com por un choque de costumbres o una pérdida de la identidad, la arquitecta Barenboim aclaró: “Más que un choque entre vecinos, se produce un desplazamiento. No creo que haya un choque, la gente convive, no hay tampoco segregación, pero sí está el capital simbólico de estar a la moda viviendo en cualquiera de los dos barrios, que antes no existía. pero esto no significa una pérdida de la identidad para los que residen desde antes, sino una incorporación diversa en los nuevos vecinos”.

Para diferenciar de lo que ocurre en Puerto Norte, la investigadora del Conicet precisó que éste “es un proyecto nuevo y homogéneo para clase alta con un nivel social y estilo de vida parecidos entre los nuevos vecinos, por lo que es menor el choque y mas rápida la integración”.

Otra reacción a los cambios fue que algunos vecinos de Refinería que no se sintieron a gusto con las torres de lujo, el mayor movimiento y ruido, han vendido sus viviendas a muy buen precio y se alejan hacia barrios más tranquilos, como estaban acostumbrados a lo que era antes su barrio. "El centro se va desplazando hacia los barrios,y la gente en los barrios más poblados se aleja aún más”, explicó.

Por su parte, los vecinos que decidieron seguir viviendo en Pichincha se quejan del movimiento que hay por la noche, el ruido y la mayor inseguridad, que hoy son moneda corriente de un otrora barrio tranquilo y tradicional. “Da la sensación de que los vecinos de Pichincha prefieren el barrio como era antes. En Refineria peor, ya que perdió un poco su vista privilegiada al río con las nuevas torres”, remarcó la investigadora.

La elección de dónde vivir está cargada de códigos y valores para cada ciudadano, vinculados a un mayor poder de pago, un capital simbólico cultural, por pertenecer a un grupo social, y eso se da en Puerto Norte así como en estos dos barrios a los que, desde hace diez años, acceder -tanto en alquiler como compra- es caro.

Mientras en Pichincha el capital simbólico es cultural, porque allí reside gente que le gusta vivir en una ciudad, en Puerto Norte buscan alejarse del ruido, de la gente, el capital es más económico y exclusivo, por lo que indicó: “Hay una indudable autosegregacion en la gente de no querer relacionarse con los demás, que no ocurre con los nuevos vecinos de Refinería y Pichincha”.

La normativa de construcción en los dos, -aprobada en 2006- preserva el desarrollo urbano para que las obras de altura no generen impacto (se permite hasta 3 pisos con la nueva norma), y por ende sólo hay grandes edificios en las avenidas como Wheelwright y Carballo.

A diferencia de éstos, Puerto Norte se relaciona con el resto de la ciudad a través de las avenidas, aunque no por eso es un nuevo centro de la zona. "Se considera a Puerto Norte una centralidad metropolitana ya asumida y que seguirá creciendo, ya que las oficinas internacionales se ubican allí, y atraen cada vez mayor actividad comercial y de esparcimiento en sus espacios públicos", diferenció la especialista.

Apuntó que quizás sobre el proyecto de Puerto Norte “hubiese estado mejor un proyecto urbano con torres menos altas (hay de hasta 130 metros), con espacios públicos más funcionales para otros usos". Si bien son edificios que responden a una arquitectura internacional de grandes centralidades (puede estar en Miami, Tokio o Berlín), no sigue la lógica urbana, sino la lógica de ciudad fragmentada, término que Barenboim retomó de los investigadores Marmolejo y Stallbohm, "con calles mas largas y otras lógicas, cerramientos como countries pero en altura, llamados torres jardines". 

Finalmente aseguró que para 2027 Rosario tendrá como muchas grandes ciudades dos centros bien definidos: el microcentro y Puerto Norte, así como en Montevideo tiene la ciudad vieja y el centro nuevo. "El centro rosarino quedo chico, no hay locales de grandes dimensiones, no hay lugar para ingresar con el auto, y eso se viene en Puerto Norte, que ya cuenta con las comodidades espaciales", concluyó.