El rubro de las golosinas fue el más castigado en la caída de ventas de mayo, según el relevamiento que difundió días atrás la Confederación Argentina de la Mediana Empresa (Came). El retroceso interanual fue del 8,5%, el más alto de todos los ramos de la actividad minorista. El dato, que parece abstracto, golpea con mucha fuerza a los empresarios del sector.  

Gabriel Rivarossa está al frente de Golosinas Marengo, una histórica fabrica de golosinas de Rafaela con 74 años de vida. La firma tiene una participación en el mercado nacional que ronda el 6 %. El empresario advirtió en 2016 sobre el impacto en las importaciones. En diciembre del año pasado avisó que el margen de maniobra se empezaba a achicar cada vez más por la caída sostenida de ventas. Ahora, admite sin rodeos que trabaja con "rentabilidad negativa". 

"Estamos en los últimos meses por debajo del punto de equilibrio. La situación no deja de ser preocupante", explicó en diálogo con Rosarioplus.com. Los "malabares" y los "parches" ya no alcanzan para obtener, aunque sea, una mínima ganancia económica. "La clave está en el consumo, tiene que reactivarse para que el panorama mejore. No hay que vuelta que darle", aseguró.

El panorama no es muy alentador. El declive del consumo alcanza el 2,5% en estos primeros cinco meses. El arrastre de índices rojos explica la asfixia de muchas pymes: 26 de los últimas 29 planillas --contando desde enero de 2016-- arrojaron números negativos en cuento a ventas minoristas.

"Las golosinas sienten el impacto como todo bien de consumo. Si antes alguien compraba dos coca colas, ahora se lleva una. Si antes compraba diez caramelos, ahora compra cinco. Se achica el sueldo, se achica el consumo. Es lineal", detalló Rivarossa. 

La fábrica tiene hoy 85 empleados tras un proceso de "paulatina reducción". Años atrás al plantel lo integraban 120 trabajadores. Por el momento, el empresario no tiene en mente otro achique." Estoy tratando de mantener la plantilla de trabajadores, de no reducir más. Para nosotros va a ser clave el invierno, que es cuando mejoran las ventas", señaló.

Rivarossa sabe que "siguen entrando productos de afuera", pero no tiene "número exactos" por el apagón informático de la Aduana. Hasta mediados del año pasado, el Observatorio de Importaciones les informaba sobre el ritmo de ingreso de productos extranjeros. "Un camión que entra por meses --detalló-- son diez días menos de trabajo para nosotros".

Para males, la devaluación "tampoco ayudó" a esta pyme. En otro contexto hubiese significado un aumento en el ingreso de divisas por exportaciones. Hoy, ese modelo de negocio no existe más. "Dejamos de exportar porque dejamos de ser competitivos para el mundo", explicó. El aumento dólar se tradujo entonces en "más costos internos". 

El empresario cruza los dedos por una temporada alta (el inverno) que compense estos meses de pérdida. Pero aclaró: "Espero no chocarme con una pared porque va a ser duro".