Bauza ya lo dijo: su continuidad en Rosario Central no está asegurada para 2019. Aunque el entrenador no fue claro en las razones que lo llevan a pensar en la despedida, que haya optado por contar públicamente acerca de sus dudas hace imaginar que tal vez la de este jueves sea su última función en el club que lo tiene entre sus ídolos máximos. El “después se verá” que disparó en sus declaraciones dejó abierta la puerta de salida.

El final puede ser el ideal o todo lo contrario, no habrá término medio para el Patón. Se irá campeón, en la gloria, empoderado, o herido en el alma por haber quedado tan cerca del objetivo.

Seguramente puertas adentro se sabrá la verdad. El cuerpo técnico y el plantel sabrán cuáles son las razones que llevaron al ídolo a un replanteo. Lo que Bauza y su equipo de trabajo no pueden permitirse es pensar más allá de los 90 minutos de esta noche. Hoy no.

El entrenador, un especialista en finales y buscado históricamente por equipos necesitados de campeonar (el caso San Lorenzo es el más claro), debe enfocarse en aplicar esa receta que tantas veces lo llevó a conseguir títulos.

El Patón cuenta hoy con un plantel de experiencia, armado casi a pedido. Un equipo “de hombres”, como suele decirse, que creció desde el orden para llegar a esta final. La solidez de Caruzzo, las mañas de Ortigoza, la fuerza de Ruben y Zampedri y el despliegue de Gil hoy no podrán faltar, pero será clave la concentración y evitar el "ruido".

Ni las finales perdidas ni las dudas sobre el futuro de Bauza tendrán que salir a la cancha en Mendoza. Central se encuentra frente a una oportunidad única que el fútbol rara vez regala –la cuarta final en cinco años- frente a un rival con las mismas necesidades y un similar nivel de presión. Y todo lo que los jugadores deben hacer es atarse al guión escrito por el DT, el especialista, el más acostumbrado a este tipo de definiciones.