Los escándalos por acoso sexual en los Estados Unidos iniciados en el mundo del cine se propagaron por todos los ámbitos hasta alcanzar la política y al propio presidente.

La punta del iceberg se hizo visible cuando Harvey Weinstein, poderoso empresario de la industria del cine, quedó al descubierto al hacerse públicas múltiples denuncias por los acosos, abusos sexuales -y hasta violaciones- cometidos a lo largo de su carrera. Lo que comenzó en cuentagotas se convirtió rápidamente en una ola que cubrió al ámbito artístico primero, al peridístico después y desbordó luego hacia todos los ámbitos de la vida estadounidense. Ni el mundo culinario quedó afuera, y el dueño de una de las cadenas más importantes de restaurantes de Nueva York está acusado por acosar sexualmente a empleadas.

Pero la situación se tornó más grave aún en las últimas semanas, especialmente cuando el candidato a senador por el oficialista patido Republicano perdió las elecciones frente a su rival del partido Demócrata en medio de duras acusaciones por acoso. La indignación popular por los escándalos de inconducta sexual llegó a la política.

Sweet home Albama

En una de las elecciones más impredecibles en la historia reciente de los Estados Unidos celebradas el pasado martes en Alabama, donde se disputaba una banca en el Senado, el demócrata Doug Jones venció por un estrecho márgen al candidato republicano, Roy Moore. El hecho podría parecer una mera anécdota pero no lo es si se pone el resultado electoral en perspectiva. La última vez que Alabama eligió a un senador demócrata fue hace 25 años. Se trata de un Estado muy conservador en el cual hace sólo un año Donald Trump derrotó a Hillary Clinton con casi 30 puntos de ventaja.

El impacto por las acusaciones de acoso sexual que recayeron sobre Moore pesaron tanto, que los votantes prefirieron a Jones, un liberal en temas tan sensibles como aborto y derechos de las personas homosexuales.

Moore tenía acusaciones de conducta sexual inapropiada -habría mantenido relaciones sexuales con adolescentes cuando era fiscal de distrito-, una inocultable lista de declaraciones inflamatorias y problemas legales que en dos ocasiones lo expulsaron de su cargo de juez en la Corte Suprema de Alabama. Y fueron muchos de los electores tradicionalmente republicanos los que decidieron abandonarlo por considerar desagradables sus opiniones sobre la homosexualidad, los musulmanes y los derechos civiles. Ello a pesar de que el candidato jamás perdió el apoyo del presidente.

El impacto de su derrota se convirtió en un tema de debate en los Estados Unidos porque tendrá un alcance todavía difícil de calcular.

En primer lugar, porque éste hecho se transformó en una suerte de hito de la resistencia de los sectores progresistas de la sociedad estadounidense contra Donald Trump, junto a la victoria en las elecciones para la gobernación en el Estado de Virginia, que también ganaron los demócratas. Parece que comienza a definirse una corriente favorable a los sectores más liberales de la política estadounidense ante las elecciones legislativas de medio término que se celebrarán en noviembre de 2018.

En segundo lugar, la derrota es casi personal para Trump, quien apoyó hasta las últimas consecuencias a su candidato, aún cuando el partido Republicano ya le había quitado su respaldo. El presidente se empeñó en desconocer sistemáticamente el mensaje de los sondeos de opinión que le indicaban incluso el descontento con su propia gestión de gobierno. Ahora ya no se trata de encuestas sino del veredicto popular en las urnas, que conllevan un claro mensaje para el presidente, quien para muchos fue lisa y llanamente humillado con la derrota de Moore, a menos de un año de haber iniciado su mandato.

En tercer lugar, el equilibrio de poder favorable a los republicanos en el senado pende ahora de un hilo. La mayoría oficialista en la Cámara Alta se redujo de 51 a 49 y el partido sólo puede darse el lujo de perder un voto, debido al poder del vicepresidente Mike Pence para lograr desempatar.

Jones ocuparía su escaño a principios de enero, lo que significa que los republicanos todavía tienen tiempo de aprobar la ley de reducción de impuestos y votar en cualquier resolución presupuestaria antes de fin de año. Pero después de eso, el margen para obtener éxitos legislativos quedará considerablemente reducido. Además, esto también significa que el control del Senado estará abiertamente en juego en las elecciones de noviembre del año entrante. Pero hay un dato más preocupante aún para Trump. Un Senado mayoritariamente desfavorable lo dejaría más expuesto a la posibilidad de que un juicio político en su contra prosperara.

Sexo y política

El caso de la elección a senador por Alabama no es el único ni será el último en el que hechos de  acoso sexual incidan directamente en la vida política estadounidense. En la última semana, tres miembros del Congreso -dos demócratas y un republicano- anunciaron sus renuncias debido a reportes de conducta sexual inapropiada.

El senador de la izquierda demócrata Al Franken dejó su banca la semana pasada luego de haber sido acusado por varias mujeres de haberlas tocado sin su consentimiento cuando era cómico, antes de ingresar en política. Al momento de renunciar expresó: "soy consciente de la ironía del hecho de que yo me estoy yendo mientras la persona que alardeó en una grabación de su historial de asaltos sexuales se encuentra en el Despacho Oval de la Casa Blanca". Fue un golpe directo a la línea argumental de los defensores del presidente Trump, quien hasta el momento ha salido indemne de las acusaciones de acoso sexual que afloraron por todo el país, en todos los ámbitos, y también en su contra.

Trump ¿acosador sexual?

Tras las declaraciones de Franken, las acusaciones que ya existían contra Trump volvieron a cobrar ímpetu. Tres senadores demócratas pidieron la apertura de un proceso de destitución contra el presidente como consecuencia de la famosa grabación en la que decía que a las mujeres había que "agarrarlas por el c..." y que "cuando eres famoso, te dejan hacerles todo".

Trump se disculpó por sus palabras cuando tomaron estado público, arguyendo que se había tratado de "una conversación entre hombres", lo cual deja en evidencia el machismo y la misoginia de un hombre que entiende que en público no sería correcto -pero sí en privado- referirse a las mujeres como un mero objeto de deseo del cual se puede disponer a voluntad.

En las últimas semanas intentó instalar la idea de que la grabación era falsa, algo que fue descartado incluso por la persona que estaba con él cuando pronunció esas palabras, el presentador de televisión Billy Bush -primo y sobrino de los dos presidentes Bush- quien explicó en un artículo publicado en The New York Times que la grabación es verídica.

Pero esa grabación no es lo peor de todo. Hay por lo menos 16 mujeres que han acusado a Donald Trump de acosarlas sexualmente en el pasado. El último lunes ofrecieron una conferencia de prensa y, aunque sus testimonios no agregaron nada nuevo a lo que ya se sabía, sirvieron para poner en en el tope de la agenda periodística el pasado del presidente. Después de la rueda de prensa, la senadora demócrata Kirsten Gillibrand, quien lideró la campaña para forzar la dimisión de su correligionario Franken y es, además, una clara candidata a la presidencia en 2020, se sumó a las peticiones para que Trump renuncie.

Más aún, de las 16 mujeres que acusan a Trump de agresión sexual, tres pidieron concretamente al Congreso investigar la conducta del presidente. Se trata de Rachel Crooks, Jessica Leeds y Samantha Holvey, quienes ya habían denunciado a Trump durante la campaña presidencial, y quieren que el presidente sea responsabilizado por sus actos.

El problema del acoso y el abuso sexual es global. Y el mundo entero observa con atención lo que ocurre en los Estados Unidos. Si las investigaciones prosperaran en éste contexto de sensibilización pública ante la inconducta sexual de los dirigentes políticos y ante eventuales cambios en el equilibrio de poder del Congreso, la posibilidad -aunque aún remota- de que el presidente de los Estados Unidos fuera expulsado de su cargo mediante juicio político por acosador, se hace real.