No es ninguna novedad que la relación entre el Reino Unido y Argentina es difícil. Pese a compartir una larga historia, los vínculos entre ambos países atravesaron momentos mejores y peores. Sin embargo, desde el conflicto del Atlántico Sur en 1982, la cuestión de la soberanía de las islas Malvinas monopolizó la relación bilateral.

La recuperación de la democracia produjo que, con el tiempo, se abandonara la dialéctica amigo-enemigo para recuperar la de amigo-adversario. Pese a ello, es menester comprender que “la cuestión Malvinas” actúa como un leit motiv de la idiosincrasia y la identidad argentinas. No es el único, pero sí uno de los pocos temas acerca de los cuales la casi totalidad de la población está de acuerdo: las Malvinas son argentinas. Es harto complicado encontrar otro factor de unidad nacional más convocante que éste. Es por eso que todo lo que suceda o deje de suceder en torno a las islas altera tanto los ánimos locales.

Giro en las relaciones bilaterales

La semana pasada, los gobiernos del Reino Unido y Argentina publicaron un comunicado anunciando medidas inéditas en los últimos 15 años. El vicecanciller británico encargado de asuntos de Europa y América, Alan Duncan, se reunió en Argentina con la ministra de Relaciones Exteriores, Susana Malcorra, para negociar la reanudación de los vuelos desde aeropuertos argentinos hasta las islas Malvinas. Se espera que los vuelos directos entre las islas y Buenos Aires se abran de manera permanente y continua, teniendo en cuenta que actualmente sólo hay vuelos ocasionales hacia Chile que hacen escala en Argentina.

También se acordó trabajar hacia la realización de proyectos conjuntos en materia de exploración de hidrocarburos en las islas. Es importante señalar que en 2010, la exploración del subsuelo marino de las Malvinas por parte de empresas británicas en busca de petróleo, avivó la disputa entre el Reino Unido y Argentina por el dominio del archipiélago y sus recursos naturales. En ese entonces, algunos científicos británicos calculaban que en sus costas podrían hallarse reservas de petróleo de hasta 60 mil millones de barriles, cifra escalofriante si se la compara con los 80 mil millones del principal campo petrolífero de Arabia Saudita.

Alan Duncan -que también se reunió brevemente con el presidente Mauricio Macri- es el primer funcionario de la Cancillería británica que visita Argentina desde 2010, y su viaje fue interpretado como un fuerte indicio de acercamiento en las relaciones bilaterales tras aquel desencuentro.

Por último, ambas cancillerías indicaron que harán esfuerzos para eliminar medidas restrictivas en las industrias de petróleo, gas, transporte y pesca, comprometiéndose además a trabajar más estrechamente en una serie de temas bilaterales, incluyendo el comercio, la seguridad y el narcotráfico.

Desde la cancillería británica se aclaró que los acuerdos no afectarían la soberanía de las islas, aunque las medidas marcan un punto de inflexión en las relaciones bilaterales.

Este acercamiento entre ambos países se inscribe en la nueva estrategia que lleva adelante Malcorra, inspirada en el “principio de Pareto” o “regla del 80-20”. Este instrumento teórico, que recibe su nombre de Vilfredo Pareto, el pensador italiano que lo enunció, tiene diversas aplicaciones. En política, apunta a que el 20 por ciento de los temas conflictivos entre las partes no bloquee el 80 por ciento restante sobre los que se puede avanzar.

Enojos e incoherencias

En Argentina, la postergación de la discusión sobre la soberanía de las islas en beneficio del avance respecto de otros y numerosos temas de la agenda bilateral, no fue bien recibido en líneas generales. Pese a que es un buen momento para propiciar negocios con el Reino Unido dada su salida de la Unión Europea, muchos argentinos entienden esta suerte de “congelamiento” en el reclamo por la soberanía como una traición. Otros entienden como acertada la intención de negociar en distintos frentes, generar vínculos de confianza y luego avanzar con la negociación de la soberanía como consecuencia de lo anterior.

Pero hay dos cosas que son difíciles de entender para cualquier persona con sentido común.

La primera, es la incoherencia de la política exterior argentina y los cambios en los métodos utilizados para reivindicar la soberanía sobre Malvinas. Desde la recuperación de la democracia, poco tuvo que ver la política de “seducción” de los kelpers que aplicó el menemismo, con el endurecimiento en los reclamos que practicó el kirchnerismo. La política del actual gobierno es distinta de las dos anteriores. Podría decirse que ninguna es mala por sí misma. Lo que resulta contraproducente para el logro de los objetivos argentinos es la tendencia al cambio de estrategia de acuerdo al cambio de gobierno. Dicho de otro modo, la política exterior sobre Malvinas, cambió de acuerdo al color político o la ideología del gobierno de turno. Los cambios fueron aún más radicales entre la política de los gobiernos democráticos y la dictadura. Mientras tanto, el Reino Unido, que también tuvo sucesivos cambios de gobierno e ideológicos, no varió su política exterior en torno a las islas.

La segunda cuestión difícil de entender, fueron los dichos del presidente argentino en el marco de la Asamblea General de las Naciones Unidas (ONU) en los Estados Unidos. Tras un breve encuentro informal con la primera ministra británica, Theresa May, Macri le manifestó a la prensa: "en el almuerzo nos cruzamos con la primera ministra británica; le dije que estoy listo para comenzar un diálogo abierto, que incluya por supuesto el tema de la soberanía sobre las islas." Cuando se le preguntó acerca de la respuesta de la premier británica, el presidente expresó: "ella dijo que bueno, que sí, que habría que empezar a conversar, las cosas llevarán años, pero lo importante es que comencemos. Y ella estuvo de acuerdo". Todos estos dichos, que generaron inocultable expectativa y alboroto en el país, tuvieron que ser desmentidos casi de inmediato por la cancillería argentina, antes que lo hiciera la propia cancillería británica, dado el riesgo de abortar el acercamiento y los acuerdos anunciados pocos días antes.

Es prácticamente imposible explicar esta torpeza del presidente sin caer en las líneas argumentales de la estupidez o la maldad. Macri sabe hablar muy bien en inglés y la conversación con May fue lo suficientemente corta como para que no sobraran ni las palabras ni las interpretaciones. Solamente una salida le hubiera dejado algún retazo de dignidad al presidente y esa era reconocer públicamente el error y pedir disculpas. Pero no eligió esa vía. Los principales multimedios de comunicación argentinos prefirieron soslayar el tema, más preocupados por la nueva ley de comunicación sobre la que trabaja el gobierno que por el inocultable desatino de quien defiende los intereses argentinos en el mundo.

El elemento subyacente

Independientemente del acercamiento entre ambos países y de las declaraciones presidenciales, hay un elemento central que subyace en la disputa entre el Reino Unido y Argentina respecto de la soberanía sobre las islas Malvinas. Se trata del desbalance de poder existente. Es por eso que el gobierno argentino deberá apelar a todos los recursos diplomáticos a su alcance para compensar su debilidad ante el poder británico. Es desde ese lugar que necesita deslegitimar cualquier tipo de acción unilateral por parte del gobierno del Reino Unido e intentar llevarlo hacia un marco de negociación bilateral. Solamente la persistencia en el camino del reclamo y de la convicción podrá llevar algún día a los británicos a aceptar cuan argentinas son las Malvinas.