Al menos 14 personas murieron y más de un centenar resultaron heridas este 17 de agosto después de que una furgoneta invadiera a gran velocidad el carril peatonal de las Ramblas, en Barcelona, y realizara un recorrido mortal de más de 500 metros en esa zona, uno de los principales polos turísticos de la ciudad.

Horas más tarde, la policía informó la muerte de cinco terroristas que habían intentado atropellar y atacar con armas blancas a transeúntes en el paseo marítimo de Cambrils, dejando al menos una víctima mortal y cinco heridos.

Las autoridades españolas investigan la posible relación de estos sucesos con una explosión registrada el jueves en una vivienda en la localidad de Alcanar, en Tarragona, un suceso que dejó un muerto. Hasta aquí, los hechos.

Las interpretaciones

Hay múltiples factores interpretativos a tener en cuenta para intentar comprender los motivos de estos ataques. El primero de ellos que es que el Estado Islámico (ISIS) reivindicó los ataques. Eso hace pensar que, pese a su derrota territorial en Siria e Irak y el fracaso de la construcción de un Califato y la constitución de una suerte de “Estado” en el sentido tradicional del concepto, la organización se encuentra viva desde el punto de vista ideológico y también en lo que se refiere a su capacidad operativa para adoctrinar atacantes. Cabe preguntarse también por el destino de los miles de milicianos que combatieron en el frente y que lo fueron abandonando, pues constituyen un peligro inminente.

El segundo factor a tener en cuenta es el cambio en la metodología de los terroristas. Las organizaciones han dejado de comportarse en un modo jerárquico tradicional para adoptar un modo aparentemente más anárquico pero efectivo. No se trata ya de la realización de grandes atentados que requieren recursos financieros y técnicos, logística o lugares muy específicos para la planificación previa. Se trata más bien de generar impactos pequeños pero absolutamente imprevisibles, que causen más daño en el imaginario colectivo que en la cantidad de víctimas alcanzadas. Durante el último año, cinco países europeos sufrieron ocho atentados perpetrados con vehículos que atropellaron transeúntes. ¿Cómo prever esos comportamientos? ¿Cómo prever ataques con armas blancas o con armas de fuego que son cada vez más fáciles de conseguir? Las fuerzas de seguridad y de inteligencia tienen poco que hacer al respecto, lo cual torna al fenómeno más inquietante todavía.

Tercero, los objetivos. Aunque sus objetivos eran variados e incluían centros turísticos, Al Qaeda parecía tener preferencia por atacar organismos gubernamentales (embajadas, bases militares, el Pentágono) o centros representativos del mercado y la cultura de consumo occidentales (World Trade Center). ISIS y los nuevos grupos terroristas que le tributan lealtad parecen volcar su preferencia a los centros de ocio, esparcimiento o, en última instancia, de goce de los occidentales (eventos deportivos, recitales, paseos de compras, restaurantes, paseos peatonales). ¿Por qué? Porque más que nunca, apuntan a la población y no a los gobiernos. Al desatar el terror en los sitios en los cuales los occidentales se relajan y disfrutan, intentan desatar la paranoia colectiva, es decir, generar la certeza de que no se puede estar seguro en ninguna parte. Pretenden erosionar la paz y la tranquilidad de las personas más sencillas sabiendo que son votantes e intentando provocar fracturas sociales que enfrenten al grueso de la población con aquellas personas que practican el Islam. Incitan a la persecución, la xenofobia, y la construcción de un chivo expiatorio en la carne de los feligreses islámicos, de manera tal de forzarlos a la radicalización, ante la supuesta demostración de que los occidentales los persiguen. Asimismo, intentan lograr la radicalización de las sociedades occidentales hacia la ultraderecha más reaccionaria, para que éstas exijan a sus gobiernos medidas persecutorias hacia dentro de los países occidentales, e invasiones hacia afuera, hacia aquellos países tildados de “amenaza”. De esa manera, el extremismo de derecha occidental y el extremismo fundamentalista y asesino se alimentan mutuamente, en una espiral que promete poner al mundo bajo fuego. Dicho en otras palabras, alientan el -tantas veces anunciado- “choque de civilizaciones”.

El cuarto factor interpretativo está vinculado a cierto vacío existencial que se advierte en buena parte de la juventud actual, en todas partes, pero de manera muy marcada en Occidente. Ese vacío, aún poco analizado, que cuestiona las bases mismas de la cultura occidental moderna, y que deja a la luz de manera muy incómoda a una sociedad de consumo que solamente es capaz de dar respuestas superficiales, convierte a un sector importante de la juventud en terreno fértil para las ideologías de la muerte y la destrucción. En algunos sitios lo hace a través de la oferta de un poder económico y de un “prestigio” efímero, como sucede en el mundo del narcotráfico. En otros casos, lo hace a través de la promesa de un  poder y un “prestigio” trascendentales, eternos, como sucede con las ideologías pseudoreligiosas de los grupos fundamentalistas y terroristas. En ambos casos, la vida humana no vale nada.

¿Por qué Barcelona?

Porque justamente se cumplieron allí los cuatro factores antes mencionados. Porque ISIS quiso demostrar que sigue con vida y Barcelona, por su calidad de ciudad cosmopolita, es un sitio ideal para un atentado que, por pequeño que parezca, es de alto impacto. Porque las metodologías empleadas son prácticamente imposibles de prever y son de bajísimo costo. Porque Barcelona alberga decenas de miles de turistas de múltiples nacionalidades que no hacían más que disfrutar paseando por las Ramblas, desprovistos de preocupaciones y de temores. Porque los jóvenes extremistas involucrados en los atentados, encontraron en el terrorismo fundamentalista una promesa de llenar un vacío existencial que evidentemente les pesaba.

Barcelona se suma así otras ciudades con similares características como Londres, Niza, País, Berlín y tantas otras. El terrorismo muestra que se reinventa a cada paso e intenta atormentar al mundo con la idea de que es imposible estar seguro en ningún lado. Pero desde que nacemos ¿estamos seguros en algún lado?