Luego de dos mandatos consecutivos y con la imposibilidad de volver a ser candidato presidencial por impedimento constitucional, Barack Hussein Obama dejará el 20 de enero la conducción del país más poderoso del planeta.

Sólo por el hecho de haber sido el primer presidente negro de los Estados Unidos ya ha hecho historia. Su legado sólo podrá juzgarse con el tiempo, y más lejos de la victoria electoral de Donald Trump, que parece teñir con un halo de derrotismo el final de su mandato.

Claroscuros

Obama aprovechó su discurso de despedida de la presidencia en Chicago para enviarle mensajes a su sucesor, aunque sin nombrarlo. Trump es la antítesis de Obama, por lo menos en las formas, ya se verá si también lo son en el fondo.

Expresó que defender la democracia requiere algo más que el ejército y por ese motivo destacó que su gobierno acabó con la tortura y trabajó por cerrar Guantánamo. Por eso, añadió, “rechazo discriminar a los estadounidenses musulmanes”, cuestionando de ese modo algunas de las ideas que Trump plantea. El discurso con el que Obama clausuró su ciclo, con un fuerte alegato por el mestizaje y la solidaridad, colisiona de frente con el país en la cual la mayoría de los trabajadores se siente desconectada del acceso a las oportunidades económicas, de la dirigencia política y de  los medios de comunicación que constantemente intentan convencerla de una realidad que no es tal.

Obama admitió que quedó mucho trabajo por hacer en materia de distribución de la riqueza y respecto de la convivencia, por ejemplo. La violencia y las tensiones raciales en la misma ciudad en la que pronunció su discurso recuerdan todo ese trabajo pendiente.

Es cierto que Obama puede arrogarse importantes éxitos, más allá del cuestionable Premio Nobel de la Paz. Obama completó el auxilio del Estado al sector financiero iniciado por el propio George W. Bush y logró que la economía estadounidense sea nuevamente próspera al cabo de 8 años muy duros. Para este año se prevé un crecimiento del 2 por ciento. Retiró tropas de Irak y Afganistán, aunque ambos países quedaron en una situación volátil e inestable peor aún que antes de la ocupación estadounidense.

Selló un importante acuerdo con Irán y cuestionó abiertamente la política israelí respecto de Palestina. También descongeló la relación con Cuba y si no avanzó más en ese tema en particular es porque no se lo permitieron.

Logró una reforma del sistema de salud importante para los sectores populares que muy probablemente Trump destruirá. También propició la sanción del matrimonio igualitario.

Pero mantuvo una relación tensa y mala con Vladimir Putin, presidente de la segunda superpotencia militar del planeta. Ese vinculo no es menor y alcanza en mayor o en menor medidas a todos los seres humanos.

Operaciones de último momento

Más allá de sus palabras y de la simpatía que pueda provocar, el gobierno de Obama avaló en los últimos días todo tipo de operaciones políticas y hasta un inusitado maltrato diplomático hacia Rusia. Cuesta recordar a un gobierno estadounidense haciendo tanto esfuerzo por condicionar, entorpecer y hasta arruinar, las relaciones bilaterales con otro país. Habría que remontarse hasta la operación política que Richard Nixon le dejó montada a John F. Kennedy para que realizara la invasión a la Bahía de los Cochinos, arruinando el vínculo entre los Estados Uidos y Cuba por más de medio siglo.

La administración demócrata quería, necesitaba a Hillary Clinton como sucesora. La victoria de Trump pone en jaque el legado de Obama. Y una de las explicaciones que le encuentran a esa derrota es el presunto hackeo de las cuentas del partido por parte de piratas informáticos rusos, detrás de los cuales estarían los servicios secretos rusos y el propio Vladimir Putin.

El líder ruso desconoce las acusaciones, probablemente ciertas, dado el odio visceral que cultivaron durante años él y Clinton. De hecho, Putin alberga la convicción de que ella influyó en sucesivas acciones en su contra en la política doméstica rusa. Por eso es posible pensar en una operación rusa favorable a Trump, no solamente porque ambos líderes puedan llegar a entenderse, sino como una forma de venganza de Putin contra Clinton.

Lo cierto, es que detrás de estas rencillas, están quienes tienen a cargo los dos arsenales de armas más importantes del planeta. Y esas si son armas de destrucción masiva, no como aquellas que supuestamente escondía Saddam Hussein y que jamás se encontraron.

Lágrimas de despedida

Pocos días antes de dejar la Casa Blanca, Obama ofreció una imagen opuesta al relato de enojo e inseguridad que mostró la campaña republicana respecto de su presidencia. Obama reivindicó  la supremacía global de su país: “seguimos siendo el país más rico, poderoso y respetado de la Tierra. Nuestra juventud y nuestra dirección, nuestra diversidad y apertura, y nuestra ilimitada capacidad para la reinvención nos dice que el futuro debería ser nuestro”. Acabó el discurso con el lema que en 2008 le llevó al triunfo y que recorrió el mundo: "Si, se puede", dijo, "sí, lo hicimos", continuó. Y remató "sí, se puede", aunque pudo mucho menos de lo que se esperaba.

Las lágrimas se produjeron antes de esa despedida, al dirigirse a su esposa, Michelle. Quizás en ella están puestas las esperanzas de Barack. Tal vez la mejor manera de asegurar su legado no sea esperando el paso del tiempo y el juicio de la historia, sino directamente escribirla. Quizás, Obama planee alcanzar el objetivo que los Clinton lo lograron, llegar ambos a la presidencia.