Con el objetivo de que los extremistas no regresaran al país suponiendo el peligro de nuevos atentados, las Fuerzas Especiales de Francia contrataron durante varios meses a soldados iraquíes para asesinar a ciudadanos propios que habían viajado a territorio controlado por el Estado Islámico (ISIS) en Irak para adoctrinarse y entrenarse. Dicha información, divulgada por el periódico estadounidense “The Wall Street Journal”, sostiene que se dio la orden de matar al menos a 30 ciudadanos franceses. De acuerdo con esta información, varios yihadistas de origen francés murieron en Mosul, el último gran bastión de ISIS en Irak. Esos milicianos habrían caído por la acción de tropas iraquíes guiadas por información de inteligencia brindada desde París.

Posteriormente a la noticia, el gobierno francés se limitó a afirmar que los ciudadanos que viajaran a Irak o a Siria para unirse a las filas de ISIS debían asumir los riesgos que ello suponía. Las autoridades calculan que unos 700 ciudadanos franceses forman parte de ISIS en Irak y Siria, donde Francia realiza alrededor del cinco por ciento de los ataques aéreos de la coalición internacional liderada por los Estados Unidos. Además, dispone de unidades de artillería en Irak y de fuerzas especiales que operan en los países vecinos.

Más atentados en el Reino Unido y menos en Francia

Estos datos explicarían en buena medida el motivo de que hasta hace un año atrás Francia fuera el país más castigado por los atentados del grupo terrorista y ya no lo sea en la actualidad, cediéndole ese incómodo privilegio al Reino Unido.

En los últimos meses, este último país sufrió como ningún otro la furia asesina del Estado Islámico, lo cual abrió serias dudas acerca de los trabajos de inteligencia que se estaban llevando a cabo. Lo cierto, es que el Reino Unido fue hasta hace poco tiempo el país que mayor cantidad de ataques había logrado desarticular exitosamente. Sin embargo, la cantidad de nuevos atentados, como la variedad en las metodologías empleadas, que implica cada vez más el uso de elementos al alcance de cualquier persona, con escasa logística y recursos sencillos, hacen cada vez más difícil advertir a tiempo eventuales atentados. Además, sin suscribir a la teoría de los denominados “lobos solitarios”, debe observarse que la estrategia del terror se invirtió. Son ya pocos los actos planificados meticulosamente desde las cúpulas y concretados por las bases siguiendo instrucciones. Las células terroristas, cada vez más pequeñas al punto de llegar a ser individuales, trabajan de manera cada vez más independiente luego de haber sido captadas y formadas. Operan de acuerdo a su propio criterio de oportunidad y luego la cúpula de la organización reivindica el ataque, si evalúa además que eso es conveniente.

¿Por qué el terrorismo golpeaba intensamente en Francia?

Los motivos son variados. Uno de ellos es que Francia es una de las mayores fuentes entre las naciones occidentales, de las cuales ISIS reclutaba combatientes extranjeros para combatir en Siria, Irak, Libia y en otros sitios. Muchos reclutas occidentales son musulmanes recientes que se han convertido al Islam en vertientes radicalizadas. Francia en particular -también sucede en Bélgica- cuenta con numerosas mezquitas radicalizadas financiadas principalmente por Arabia Saudita, que alienta a sus seguidores a adherir al wahabismo, una forma estricta y conservadora del islamismo, considerada por numerosos analistas como la fuente ideológica en la que abrevaron todos los movimientos fundamentalistas. Se trata de una corriente teológica antigua en el Islam, sumamente literal en la forma como aborda el texto de la revelación, y tiende a condenar a otros musulmanes que no comparten su postura.

Otro de los motivos es simbólico. Para el extremismo islámico, Francia es incluso un enemigo más peligroso que los Estados Unidos, dado que los valores de la ilustración francesa que se esparcieron por el mundo occidental desde el siglo XVIII fueron inspiración de los sistemas laicos en los que religión y Estado no sólo están separados sino incluso se hallan enfrentados. Existe entonces un componente simbólico fundamental en los ataques de ISIS en el país. La Francia laica moderna tiene una fuerte tradición, especialmente en París, de oponerse a la religión organizada y hasta satirizar sus pretensiones. Fue esa tradición la atacada con la incursión a las oficinas de la revista Charlie Hebdo en 2015, que había publicado caricaturas del profeta Mahoma. Los atacantes fueron dos hermanos franceses de origen argelino.

En 2015 el Ministro del Interior francés advirtió que más de 1200 ciudadanos pretendían unirse a grupos islámicos radicales. Un número mayor que en cualquier otra nación europea. Cientos lo consiguieron y tras los bombardeos de la coalición en Siria e Irak, se calcula que muchos de ellos regresaron a su país. Aquí radica el origen de la política de “matar en el exterior para prevenir”. No se puede actuar de la misma manera dentro de las propias fronteras sin que eso constituya un delito.

Sin embargo, el Estado francés no parece tan bien dispuesto a “prevenir” en ámbitos que resultarían mucho más provechosos en términos de vidas humanas. Francia interviene económica y militarmente para proteger sus intereses en las que fueron sus antiguas colonias en África y Medio Oriente. Esos son justamente los países de origen de mucha de su población migrante, la cual es luego postergada y librada a su suerte. En la desesperanza, el vacío y el ninguneo, parte de esa población se torna susceptible de caer en las garras de las ideologías fundamentalistas.

El fracaso electoral de ISIS y la ultraderecha

Uno de los objetivos de ISIS en Francia era ayudar a la extrema derecha a llegar al poder. El extremismo islámico intentó provocar la persecución de musulmanes, los ataques a mezquitas y las agresiones a mujeres con velo, para provocar así una guerra entre fanáticos. El discurso de diversos movimientos de extrema derecha, como el Frente Nacional, insistió constantemente en la supuesta incompatibilidad entre los valores nacionales franceses y los del Islam y, durante los últimos años, en coincidencia con los ataques en Francia, su popularidad había aumentado. Una eventual victoria de la extrema derecha habría radicalizado a la sociedad, y habría empujado a numerosos jóvenes musulmanes a engrosar las filas de ISIS. Extremismo islámico y ultraderecha occidental son fenómenos que se retroalimentan.

Sin embargo, la mayor parte de la ciudadanía francesa optó por la moderación tanto en las últimas elecciones presidenciales como en las legislativas. Habrá que ver ahora qué políticas implementa el nuevo presidente francés, Emmanuel Macron, especialmente en el mediano y largo plazo.

Las potencias occidentales parecen muy poco propensas a abandonar su intervencionismo en distintos rincones del planeta en los cuales terminan por sembrar las semillas de aquellos males que luego las afectan. Para combatir esos males, crean antídotos como este tipo de “muertes preventivas”, que no son otra cosa que más de lo mismo.